¿Qué clase de imbéciles?

Sin pena ni gloria, con el ridículo al máximo, orillando el autismo más pronunciado desde hace 50 años, el gobierno del presidente Ollanta Humala perdió con la derogatoria de la ley juvenil, simbólicamente llamada Pulpín, todo tipo de iniciativa. Y es pertinente preguntar de manera directa y puntual: ¿qué clase de imbéciles asesora aún al jefe de Estado?

La llamada ley Pulpín nació herida de muerte cuando lesionó de manera grave derechos laborales conquistados por el pueblo. Las calles se inundaron con esforzados grupos juveniles que al conjuro y clarín de las redes sociales, ensamblaron protestas, sentimientos, asunción de la vida política y dieron ejemplo militante y multánime. Quien desconozca todo esto tiene que pertenecer al privilegiado grupo o clase de imbéciles del que hablamos.

No puede pasar desapercibida otra torpeza mayúscula: el frustrado viaje a Costa Rica. ¿Cómo es que el presidente pensó que podían autorizarle los precarios inquilinos de Plaza Bolívar una visita absolutamente inane a Costa Rica? Sólo plantearlo era una temeridad muy propia de obtusos huérfanos de cualquier masa gris. Recular obligado por las circunstancias, como lo hizo, atizaba el fuego y presagió la siembra de vientos que luego se convirtieron en la tempestad de una sola y categórica votación echando a la basura la ley Pulpín.

El presidente Humala debe permanecer en Palacio y al frente de la Nación hasta el 28 de julio del 2016. De ahora en adelante el ejercicio será mucho más duro porque dos reveses ¡en un solo día! tienen fuerza destructora contra un gobierno que ya empezaba una acelerada declinación que hoy es imparable. La precariedad no es un asunto que deba mirarse por encima del hombro.

Adviene entonces una reflexión: ¿serán los y las imbéciles que aconsejan mal al mandatario Humala los que hagan de exégetas de la difícil situación en que se han colocado por ineptitud propia? La lógica es acerada: los imbéciles sólo piensan en imbécil, pedirles otra cosa es abominablemente torpe y el riesgo de ser menos inteligentes que aquellos, una realidad en ciernes.

Los psicosociales que alienta e impulsa un ministro mediocre pero más decidido que el común de los cuasi descerebrados políticos ya no son suficientes, está demostrado que esos pretextos también pueden ser usados por oportunistas que leen mejor las coyunturas.

Durante el lapso que lleva vigente la administración actual, un mito ha sido constantemente repetido: son militares y saben de estrategia y tácticas. Tengo la viva impresión que el mentís más rotundo, demoledor y trágico, ha sido el ocurrido con dos derrotas atroces en menos de 10 horas. No hay superioridad per se del elemento militar sobre el civil y tampoco a la inversa. Acaso debiera rescatarse el profundo sentido genuino del valor de un viejo lema que aludía al binomio pueblo-fuerza armada. Cada quien por su lado, sólo garantiza el paso seguro al precipicio de la historia fallida.

La clase de imbéciles que "asesora" al presidente Humala inventó múltiples excusas con el protervo y único afán de aminorar el voto juvenil en las calles marchando en protesta. No acertó a entender que los nuevos contingentes empiezan a proclamar la muerte total de las dos generaciones fracasadas que les antecedieron por su incapacidad de forjar un Perú libre, justo y culto y, sin lugar a dudas, por su corrupción e inmoralidad.

Acaso el señor Humala debiera entender que ha llegado la hora de enviar de vacaciones eternas al selecto e impertérrito grupo de imbéciles que le ha procurado errores tan garrafales como los que acabamos de ver. Amén.