La filósofa estadounidense Judith Butler recibió la Orden de las Artes y Letras en el grado de Caballero de manos de la cónsul general de Francia en la ciudad San Francisco durante una ceremonia realizada el 26 de enero de 2015.

Judith Butler es la creadora de los estudios del género, según los cuales la identidad sexual del individuo cada persona no vendría biológicamente predeterminada sino que sería fruto de la presión social. Ex presidenta de la International Gay and Lesbian Human Rights Commission, la señora Butler ha sido muy criticada por los movimientos tradicionalistas que estiman, por el contrario, que es la Naturaleza lo que nos hace ser hombres o mujeres.

En 1992, en Francia, el Proyecto Ornicar, en aquel entonces bajo la presidencia de Thierry Meyssan, ponía en tela de juicio ambos puntos de vista y señalaba que las diferentes formas de conocer el sexo de una persona –a través de sus órganos sexuales, a través del estudio de las hormonas que produce o mediante la genética– pueden arrojar resultados diferentes. Por ejemplo, contrariamente a la creencia general, en un caso sobre 700 las personas con órganos femeninos no son portadoras de cromosomas XX sino XXY y en un caso sobre 20 000 son portadoras de cromosomas XY, supuestamente masculinos. Por consiguiente, las nociones de género que funcionan para la gran mayoría de los seres humanos no son aplicables a ciertos individuos.

En 1994, durante la conferencia Población y Desarrollo, organizada por la ONU en El Cairo, se produjo un enfrentamiento entre la delegación estadounidense –defensora de las teorías del género– y las delegaciones del Vaticano y de Irán –que defendían la visión «naturalista», a pesar de que esta última no tiene en cuenta las numerosas anomalías existentes en la naturaleza.

En 2013-2014, el gobierno francés anunció su voluntad de promover en las escuelas lo que designa como «la teoría del género», lo cual dio lugar a una fuerte ola de protestas. Finalmente, el gobierno acabó retirando su proyecto y afirmó que la «teoría del género» no existe.

Los partidarios de los estudios del género plantean como objetivo la creación de una sociedad donde hombres y mujeres desempeñarían papeles absolutamente intercambiables, lo cual correspondería a la definición de «igualdad» que ellos proponen.

Por el contrario, los partidarios de la visión «naturalista» defienden una división social en la que cada sexo cumpliría una función específica, punto de vista que no impone ningún tipo de jerarquía entre los sexos y que es compatible con la teoría de la «igualdad de derechos» entre hombres y mujeres.