Ahora, en su primera visita como mandatario a la Gran Bretaña, el hombre de Atlacomulco casi repitió el planteamiento y dejó en claro que la situación mexicana es de amplio distanciamiento entre el pueblo y el gobierno. Ello cuando su índice de popularidad llegó a 25 por ciento (diciembre de 2014), un poco más que el 23 por ciento que obtuvo Ernesto Zedillo en su más bajó momento luego de la crisis (febrero de 1995).

En una entrevista previa con The Financial Times, el termómetro de los negocios londinenses, realizada por Jude Weber el 20 de febrero, aunque aparecido el martes 3 de marzo, el ocupante de Los Pinos dice que tras los hechos de Iguala existe una sensación de “incredulidad y desconfianza” y el gobierno mexicano debe “reconsiderar hacia dónde nos dirigimos”.

Pareciera que se intenta reconstruir el camino, aunque los anuncios, tanto en las listas de plurinominales del Partido Revolucionario Institucional (PRI) como en las propuestas presidenciales para la Procuraduría General de la República (PGR) y la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), dicen lo contrario.

El lunes 2 de marzo, por ejemplo, el artículo de Jesús Silva Herzog Márquez (Reforma) plantea que enviar a dos personas de la derecha a los puestos citados –Arely Gómez y Eduardo Medina Mora– es no sólo una imprudencia sino un despropósito. Señala el analista que ella (Arely) tiene una experiencia limitada en la procuración de justicia y carece de perfil público, mientras que él (Eduardo) tenía un lema cuando estuvo con Felipe Calderón: “Si hay muertos, avanzamos”. No hay olvidar que Medina Mora estuvo contra el aborto y fue el autor de llamado michoacanazo, en el cual se detuvo a decenas de funcionarios en aquel estado y la inmensa mayoría salió libre.

Por su parte, Lorenzo Meyer, en MVS con Carmen Aristegui y en su colaboración de Primer Plano (Canal 11), dijo que las tareas a llevar a cabo en la PGR y luego en la Fiscalía serían propias de un Hércules, el que deberá limpiar el cochinero de muchos años realizado por priístas y panistas, algo que no se nota en una señora que renunció a la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Electorales antes de una votación, con el objeto de no tener conflicto con nadie.

Y parece que Arely es una buena publicista, ya que en el Senado votó la mayoría por ella, incluida la antes combativa Dolores Padierna. Únicamente tuvo cinco votos en contra: Manuel Bartlett, Mario Delgado, Javier Corral, Víctor Hermosillo y Layda Sansores; y tres abstenciones: Ana Gabriela Guevara, Alejandro Encinas y David Monreal. Lo que muestra dos cosas: buenos modales o temores a que en la pantalla no aparezcan los políticos en los siguientes meses.

Javier Corral, por cierto, señaló en su artículo (El Universal, 3 de marzo) que la señora Gómez era muy buena compañera, aunque no sufragaría por ella, ya que carece de “independencia política y autonomía personal”.

Claro, apoyaron a doña Arely y censuraron acremente a los opositores: Leopoldo Gómez (Milenio, 3 de marzo), José Luis Camacho (SDPnoticias, 2 de marzo) y Ciro Gómez Leyva (El Universal, 3 de marzo). Incluso éste llamó estúpidos a quienes criticamos a la señora mencionada.

Peña Nieto también señaló en su entrevista que el gobierno mexicano debe “reconsiderar hacia donde nos dirigimos”. Luchar contra la corrupción en forma “mucho más eficaz”, así como acabar con el “estigma” de considerar “ladrones” a los políticos.

Buenos deseos, aunque el alcalde de San Blas, Nayarit, Hilario Ramírez, motejado Layín, se exhibe en un video de vergüenza, algo que Alejandro Páez Valera cataloga de “porquería de ser humano” (Sin Embargo, 2 de marzo).

En tanto, Roberto Rock (La Silla Rota, 2 de marzo) afirma que la próxima lista de plurinominales priístas es de una gran mediocridad.

Así pues, hacer que la sociedad no desconfíe de los políticos o los considere unos bribones es una lucha que trasciende este sexenio, pero la cual no se ha iniciado, ya que los ejemplos de los legisladores y la SCJN que se rebajan cantidades ínfimas de su presupuesto en momentos de crisis y recorte, sabiendo que vienen más problemas, muestra la sordera e ignorancia de la clase política ante lo que ocurre en nuestro país.

Jude anota que Peña Nieto se turbó cuando se le preguntó por qué nunca visitó Iguala para manifestar su solidaridad con los 43 normalistas desaparecidos, y respondió: “Eso no significa que no hemos hecho lo que se deba. El presidente no tiene porque ir en persona; tenemos gobernantes ahí”.

No precisó si se refirió a Ángel Aguirre Rivero o a Raúl Ortega, el más reciente. Este último, por cierto, dijo lo siguiente hace poco: “El Guerrero enfermo podría ser dado de alta” próximamente (El Universal, 2 de marzo).

Por esos días asesinaban al líder magisterial Nicolás Robles, del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, y todavía no quedaba claro el otro homicidio, el de Claudio Castillo. Además, el Ejército estaba cerca de las escuelas, y Salvador Martínez de la Roca, el Pino, luego de elogiar a su jefe Ortega, decía que todo lo que pasaba en aquella entidad era culpa de Luis Videgaray porque no enviaba los recursos suficientes para cubrir el salario de los maestros.

El reportaje de Weber tiene un párrafo sin desperdicio: “el presidente Enrique Peña Nieto, en quien confiaron los empresarios en sus primeros 2 años de gestión por aprobar casi una decena de reformas económicas, ha enfrentado desde entonces una marea de inquietud popular y un electorado cada vez más escéptico, donde el conflicto de intereses se suma a la sensación de que el gobierno de Peña Nieto no está en contacto con los votantes y que su campaña de dejar atrás las viejas prácticas era hueca”.

Fuente
Contralínea (México)