El rey Salman de Arabia Saudita ha reunido una coalición para respaldar en Yemen al ex presidente Hadi, expulsado del poder por una revolución. En cuanto los revolucionarios tomaron la ciudad de Adén, Arabia Saudita movilizó más de 100 000 hombres y 100 bombarderos para atacar Yemen.

En la coalición militar encabezada por Arabia Saudita figuran Bahréin, los Emiratos Árabes Unidos, Jordania, Kuwait, Marruecos y Qatar –todos monarquías miembros del Consejo de Cooperación del Golfo– así como Sudán, Estado gobernado por una rama disidente de la Hermandad Musulmana. La coalición cuenta con el apoyo político de Egipto y Pakistán mientras que Estados Unidos le proporciona información satelital para la realización de los bombardeos.

Aunque responde a un pedido del presidente Hadi, la intervención en Yemen de Arabia Saudita y sus aliados es ilegal a la luz del derecho internacional y constituye una agresión.

La intervención militar de Arabia Saudita carecería de sentido sin la participación de fuerzas terrestres, pero una invasión parece muy poco probable debido al precedente de la derrota saudita de 2009.

Estados Unidos se había mantenido hasta ahora al margen del conflicto, creyendo sin dudas que Yemen se dividiría nuevamente en dos, como en el periodo de la guerra fría. Simbólicamente, Washington ha cerrado su embajada en Yemen y retiró sus fuerzas especiales de ese país.

Por sí solos, los houthis son ampliamente mayoritarios y después de aliarse con los partidarios del ex presidente Saleh no encontraron dificultades para hacerse del control de todo el país.

Tanto los houthis chiitas como sus aliados sunnitas se reconocen en la Revolución del imam Khomeiny y su victoria fue saludada en Irán.

Por su parte, el presidente Hadi cuenta con el respaldo de las monarquías del Golfo y de al-Qaeda, aunque ha condenado los sangrientos atentados del Emirato Islámico contra los chiitas.