¿Qué oscuros secretos esconde la Comisión Europea para tomar tantas precauciones que impidan conocer por la ciudadanía el muy reservado acuerdo entre Estados Unidos y la Unión Europea?

Quizás porque conocer los hechos, datos y detalles del escondido tratado supondría que la gente averiguara lo que supone de verdad para europeos y europeas. Conocer esos pactos y convenios permitiría a la ciudadanía saber los males que nos aquejarán si se firma el TTIP. Males coincidentes probablemente con los efectos del acuerdo que señala un estudio de impacto del mismo elaborado por la Universidad Tufts de Boston y la Organización Internacional del Trabajo.

Según ese informe, el TTIP destruirá 600 mil empleos en Europa en 10 años y provocará la caída del producto interno bruto (PIB) hasta un 2 por ciento en los países más desarrollados. Más la pérdida demostrada del poder adquisitivo de las familias, una vida peor para millones de ciudadanos y la disminución de la recaudación fiscal de los Estados hasta un 0.64 por ciento del PIB al reducirse empleos y salarios. Además, el TTIP abrirá en Europa la puerta al peligroso fracking, como ocurrió en Canadá.

El fracking o fractura es el método de obtención de petróleo alojado en rocas del subsuelo profundo por perforación e inyección de agua a presión con productos químicos tóxicos a miles de metros de profundidad. Ya se ha demostrado que contamina las aguas subterráneas y las de superficie, además de causar pequeños terremotos. Asimismo, se sabe que las sustancias químicas tóxicas utilizadas son muy dañinas para la salud al contaminar las aguas y el aire, pues provocan problemas de piel, en la vista y el sistema digestivo, además de causar problemas respiratorios, migrañas continuas, náuseas, alergias e incluso generar cáncer. El fracking es definitivamente muy peligroso sin contar que es estúpidamente caro para obtener petróleo. Pero hay más.

Otro peligro evidente del TTIP es el procedimiento para resolver conflictos entre inversores y Estados (ISDS, por sus siglas en inglés): un conjunto de normas que coloca a los gobiernos a los pies de los caballos y los hace muy vulnerables ante las más que posibles demandas multimillonarias de empresas y corporaciones, quienes podrán demandar a los Estados si consideran que las medidas gubernamentales y leyes nacionales pueden perjudicar sus intereses. Simplemente si les parece. Hay precedentes de otros tratados bilaterales de inversión por los que algunos gobiernos han pagado fortunas por esas demandas. La Comisión Europea hizo una consulta pública sobre tal mecanismo y el 95 por ciento de los ciudadanos europeos encuestados rechazó frontalmente el ISDS. Pero la Comisión no hace caso a esos resultados, a la voluntad ciudadana.

Organizaciones civiles, sociales y políticas europeas, así como grupos del Europarlamento, han denunciado que el ISDS supondría una peligrosa pérdida de soberanía de los Estados por verse obligados a cambiar leyes nacionales aprobadas democráticamente para cumplir sentencias favorables a grandes empresas y corporaciones. Sentencias interesadas dictadas por pretendidos tribunales internacionales de arbitraje que, no nos engañemos, sólo son oscuros tríos de carísimos abogados privados. Hay que reconocer que la mafia no saqueaba mejor en el Chicago de Al Capone de la década de 1930.

La oposición al TTIP ha de crecer hasta paralizarlo y arrojarlo al olvido. Es posible. Hace unos años, la movilización ciudadana frenó e hizo desaparecer un nefasto Acuerdo Multilateral de Inversiones (AMI) que daba a las empresas todos los derechos y privilegios y apenas señalaba deberes. El AMI tenía que ser el marco obligatorio de la Organización Mundial del Comercio, pero las intensas protestas mundiales de 1998 contra el AMI paralizaron el acuerdo.

Hay que frenar el TTIP porque se puede.

Fuente
Contralínea (México)