Para los soldados receptores de las armas de la Revolución Mexicana fue prioridad imponer los derechos conquistados por el pueblo mexicano, restablecer el orden y la confianza de la ciudadanía para dedicarse al trabajo, a la educación pública científica, laica y gratuita, a rescatar el dominio de los bienes nacionales en manos de extranjeros, garantizar el cumplimiento de la ley suprema (que costó 1 millón de vidas) por parte de los gobiernos revolucionarios contra la oposición de los hacendados, el clero, los empresarios deshonestos y de algunos mexicanos traidores, serviles a los intereses estadunidenses que jamás aceptaron la ideología social de la Revolución Mexicana que pugna por los indígenas, los pobres, los obreros, los trabajadores explotados, los mineros, los campesinos y la salud del pueblo.

Por eso durante los días de elecciones, las unidades del Ejército Mexicano efectuaban recorridos en las colonias y poblaciones de los estados de la República, cuidando el orden y el respeto a las urnas, dado que los enemigos del progreso, desde siempre, se empeñan en crear problemas tratando de recuperar sus privilegios.

Tuvieron que pasar muchos sexenios para que las cosas cambiaran, y fue en sentido negativo. Los gobiernos que en principio fungían como continuadores de la doctrina de la Revolución Mexicana fueron cayendo en poder de la reacción que implantó la política neoliberal del capitalismo deshumanizado. El Partido Revolucionario Institucional (PRI) traicionó sus orígenes, se transformó en Partido Reaccionario Institulero. Miguel Alemán, el primer presidente civil, inexplicablemente egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), institucionalizó la corrupción hasta imponerla como doctrina máxima del PRI (el Partido Acción Nacional demostró, a su turno, que no canta mal las rancheras): “La honradez es un estorbo”; “robar y dejar robar”; “el que no tranza no avanza”; “el político pobre, es un pobre político…”. Hoy se refleja en una casa blanca, pero han quedado atrás muchísimas de tamaño y colores variados. Y no sólo eso, Alemán rompió con la reforma agraria inmediatamente después que tomó posesión de la Presidencia, implantó las masacres para “salvar a México del comunismo” y para impedir el regreso de los revolucionarios. No pueden evitarse esas referencias, porque los altos mandos del Ejército y la Armada fueron arrastrados, en consecuencia, a una servil “lealtad a las instituciones” de la corrupción, de la impunidad, de la desvergüenza, del cinismo y la burla de los fraudes electorales. Al respecto, la acción de las Fuerzas Armadas se transformó: ya no realiza patrullajes callejeros, sino que ahora se encargan de embodegar las urnas donde las “autoridades” electorales indican, para “resguardarlas celosamente” hasta que el “primer cómputo” del fraude sale a la televisión y los otros medios de difusión.

Los soldados mexicanos, cumpliendo órdenes superiores, ya no guardan lealtad a la Constitución de 1917; los altos mandos del Ejército y Fuerza Aérea traicioneramente los llevan al Campo Marte para que el Honorable Colegio Militar, “Por el Honor de México”, resguarde la banda presidencial del presidente saliente; al día siguiente la impondrán los legisladores encargados al “elegido” quien arriba en helicóptero a la puerta trasera de la Cámara de Diputados de San Lázaro, declarada sede del Congreso de la Unión, para el acto rodeado de soldados, marinos y helicópteros, mismos que lo protegerán durante todo el sexenio contra el pueblo que “lo eligió”.

El tema es el actual periodo electoral, cierto. El operativo castrense permanecerá alerta desde sus cuarteles durante la votación para lo que las “autoridades” electorales dispongan; apuestan a que los comicios se realicen en perfecto orden. Los militares que deban ejercer su voto no tendrán impedimento. Acudirán a las urnas formados o caminando a discreción. A propósito recordamos las antiguas recomendaciones de los mandos a las tropas que debían votar por el partido en el poder, siempre el PRI, que aún se adornaba con un viso revolucionario. Así sucedió hasta el gobierno de Miguel de la Madrid, cuando se descararon neoliberales. Vino después la mal llamada transición, entonces lo mismo fue Chana que Juana: PAN y PRI ya iban de la mano. Cabe preguntar qué medidas adoptarán los altos mandos en estas elecciones para evitar que los militares sigan votando contra el PRIAN (contracción de las siglas PRI y PAN). Como quedó demostrado en sexenios últimos, los cómputos finales probaron votación mayoritaria de los militares a favor de candidatos de izquierda, aunque no faltaron los infiltrados clericales del PAN. No se piense que eso les preocupa para los resultados, todo está previsto para el fraude… Por otro lado, la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) confía en su control del personal; se sienten seguros por haber comprado bastantes votos y además porque muchos siguen creyendo que la disciplina fue para volverlos cobardes.

A soldados y marinos ya no pueden engañarlos con mensajes televisivos del “nuevo PRI” (que ya jamás podrá ir solo) o las cómicas presunciones de los verdes, o las falacias del PAN, que en su oportunidad demostró ser títere del PRI, o la izquierda amarillopalúdica, que al igual que a los verdes, sostiene el PRIAN para conservar la mayoría en ambas cámaras legislativas permitiéndoles continuar entregando México a Estados Unidos. Desde muy antes de la votación, cada partido cómplice tiene ya asignado un porcentaje de diputaciones, basta ver las amañadas encuestas televisivas y de los diarios dependientes del gobierno, todos son instrumento de Enrique Peña Nieto y su camarilla, quienes voten por ellos, servirán para sostener a los corruptos, sonrientes y muy elegantes que cuando aparecen en los medios de México y del mundo, cínicamente se burlan de lo que padecemos los mexicanos.

Los militares no estamos al margen de lo que acontece, somos el mismo pueblo indignado, desconfiamos en absoluto de lo que hacen y dicen las autoridades. El general Salvador Cienfuegos y el almirante Vidal F Soberón deshonran el uniforme que portan expresando repetidamente su acuerdo con el “liderazgo del mando supremo”. Muestran empeño por revivir y participar en otro Pacto de la Embajada, como el del general Victoriano Huerta de 1913 con el embajador gringo, cuando en la Decena Trágica pretendieron reinstalar un gobierno reaccionario en manos del intervencionismo extranjero. En lo único que estamos de acuerdo con la Sedena es “que los soldados tienen conciencia para darse cuenta de quién los engaña”, expresión espontánea –y creemos que impensada– del general Cienfuegos, porque los soldados ?generales, jefes, oficiales, cadetes y tropa? están convencidos actualmente que los altos mandos acordaron igual el fraude electoral para instalar en el Poder Ejecutivo al ilegítimo, que los han usado de porristas con sus familias completas en actos públicos, pero sobre todo, que ocupan a la tropa para proteger a Peña Nieto de la inconformidad ciudadana en cuantas apariciones tiene ante el pueblo. Consecuentemente, condujeron a Ejército, Fuerza Aérea y Armada al descrédito, la desconfianza y la humillación.

La opinión que se recoge en los corrillos militares es que los generales del activo votarán por el PRIAN, partido en el gobierno que los ha procurado con esplendidez en sus percepciones; también lo harán algunos oficiales y tropa que todavía ignoran que el pueblo es quien paga sus haberes, no los gobernantes, con los impuestos de la nación; efectivamente, los militares conscientes no permitirán la burla de un fraude más que instale en el poder a gobernadores, alcaldes, diputados y senadores corruptos, por lo tanto, cancelará la boleta electoral para enviar su mensaje de rebeldía al mal gobierno y a las autoridades electorales cómplices del fraude en marcha.

Fuente
Contralínea (México)