Las negociaciones entre el grupo 5+1 (o sea, los 5 miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU más Alemania) e Irán se han convertido abruptamente en un regateo de comadres caprichosas. Rusia e Irán han expresado públicamente su malestar ante las nuevas exigencias de última hora que plantean los aliados de Estados Unidos.

El acuerdo debe firmarse el 30 de junio y nada hace pensar que la negociación pueda extenderse más allá de esa fecha. Es usual que, en este tipo de situación, uno de los protagonistas trate de obtener algún tipo de ventaja aprovechando la presión que impone una fecha límite. Pero también es posible que alguna potencia occidental esté tratando de hacer fracasar el acuerdo.

Pero el futuro del «Medio Oriente ampliado» depende de este acuerdo en la medida en que todos han entendido perfectamente que la cuestión del programa nuclear iraní no pasa de ser un pretexto. Después de haber repetido diariamente lo contrario durante toda una década, los dirigentes estadounidenses reconocieron que Irán había abandonado las investigaciones nucleares con fines militares desde hace más de 25 años. El presidente Barack Obama incluso mencionó públicamente las fatwas en las que el imam Khomeiny y el ayatollah Khamenei condenan la bomba atómica y todas las armas de destrucción masiva como incompatibles con el islam y prohíben la investigación, fabricación, almacenamiento y uso de ese tipo de armamento.

Desde ese momento, las negociaciones 5+1 dejaron de ser sobre el espectro de una inexistente bomba atómica iraní para abordar el hipotético uso de militar de tecnología nuclear de carácter civil. Por ejemplo, al igual que Estados Unidos en sus portaviones o que Rusia en sus rompehielos, Irán puede utilizar la energía nuclear como fuerza motriz sin que ello constituya una violación del Tratado de No Proliferación. La cosa se complica con la aplicación de tecnologías nucleares en el campo de la nanotecnología. Ello permite fabricar bombas cuyo perímetro de impacto puede programarse con extrema precisión. Ese fue el tipo de arma que Estados Unidos, Israel y Alemania utilizaron para asesinar a Rafic Hariri, en 2005, y que también sirvió para volar el hotel Marriot de Islamabad, en 2008. Ese armamento táctico no existía cuando se redactó el Tratado de No Proliferación, pero no por ello deja de ser una tecnología extremadamente avanzada que las grandes potencias no quieren ver en manos de otras naciones, como Irán.

En todo caso, el acuerdo 5+1 vendrá acompañado de un acuerdo bilateral entre Estados Unidos e Irán, acuerdo que pondrá fin a 37 años de guerras. Washington pondría fin a sus denuncias contra la revolución del ayatollah Khomeiny y cesaría de fabricar el conflicto entre wahabitas y chiitas, mientras que Teherán abandonaría su retórica contra el «Gran Satán».

Ambos acuerdos, aunque también tendrán consecuencias negativas en la región, deben poner fin a las guerras en ella, incluyendo Líbano y Siria, aunque es posible que no sea así en el caso de Yemen.

Si finalmente son firmados esos acuerdos, además de la ayuda del Hezbollah libanés, el Ejército Árabe Sirio recibirá refuerzos de los Guardianes de la Revolución para limpiar Siria de los mercenarios que las potencias occidentales introdujeron allí bajo una cobertura de «revolución democrática» y de los no menos mercenarios que enviaron las monarquías del Golfo invocando una «yihad».

Esto podría suceder incluso más rápido de lo previsto debido al cambio de gobierno que puede producirse en Turquía en un plazo de 2 meses. Siria y Líbano podrían recuperar así la paz y la seguridad de aquí al fin de año.

Fuente
Al-Watan (Siria)