El todavía vigente político Daniel Cosío Villegas nos cuenta en su libro El sistema político mexicano las escisiones que, por crisis internas, ha tenido el PRI; y que, según parece, a la fecha han sido cuatro. La primera fue “la del general Juan Andreu Almazán en 1940, la de Ezequiel Padilla en 1946 y la del general Miguel Enríquez Guzmán en 1952”. En el texto además adelanta que “si alguna vez surgiera un nuevo partido, sería un desgajamiento del PRI y no algo ajeno a él”. Este “desgajamiento”, vemos pues, ya se frustró tras la fundación del PRD en aquel emblemático 1989 (bicentenario de la gloriosa Revolución Francesa y la caída del muro de Berlín anunciando el final del comunismo ruso y el del socialismo chino y ahora cubano).

Extraordinario documento el audio del chuchista Carlos Navarrete en reunión con perredistas, sepulturero del PRD “entre cuatro zopilotes (Jesús Ortega, Jesús Zambrano, Heladio Aguirre y los Abarca) y un ratón de sacristán (la corrupción iniciada por René Bejarano, continuada por Rosario Robles-Carlos Ahumada)”. Navarrete sentencia que dentro de 3 años el PRD perderá la jefatura de gobierno del Distrito Federal. La gana el PRI o el Movimiento Regeneración Nacional (Morena) –agregó– tras 18 años con los Mauricio Toledo, el prototipo de canalla en las delegaciones, los Bejarano, la Nueva Izquierda, los manceristas, ahora encabezados por el prepotente Héctor Sánchez, la mano que ejecuta lo que ordena Mancera. Se ha podrido el PRD porque pusieron en los cargos y en la representación de la Asamblea Legislativa a la degradación política que se agandalló el poder, abusó de él y se ha enriquecido.

Han sido más y peor de lo mismo, hermanos de sangre y de mamar del priísmo, que ahora es oposición. Y con todo, Morena no garantiza para 2018 con su favorito Monreal, al que, inclusive, López Obrador quiere ungir como su candidato suplente. Y Mancera será el catafalco del PRD. Ha sido un político gris, mediocre y sin estrategia, sin táctica; sin un programa administrativo ni mucho menos político y absolutamente carente de un plan económico, a pesar de su demagogia por aumentar el salario mínimo. Mancera es un funcionario que se ha burocratizado; y protagónico, anda luciéndose en carreras deportivas, para que no digan que su cirugía a corazón abierto –que lo tuvo al borde de la muerte física– lo va a llevar a la muerte política cuando se autopostule candidato presidencial peñista contra Andrés Manuel López Obrador o Ricardo Monreal.

Hacerle este favor al mexiquense es la promesa de Mancera. Llegó a su nivel de incompetencia cuando fue procurador defeño. Y de donde Ebrard lo sacó para hacerlo su heredero y creyó que, también, su fiel seguidor. Pero es ahora quien busca ponerlo ante los tribunales, con el beneplácito de los defeños y la alegría de Enrique Peña al que –dicen– sacó al balcón con el asunto de la casa blanca de doña Angélica Rivera, alias la Gaviota. Al llevar a los empleados de base del gobierno federal –voluntariamente a fuerza– para apoyar a los candidatos del PRD, Mancera quiere postrar su músculo electorero. Eran acarreados a los que vitoreó Jesús Ortega echándole agua bendita a López Obrador como exorcismo, porque lo acusa de lo que los Chuchos han hecho para hundir al PRD, al que Carlos Navarrete ya dio la extremaunción.

“En un audio, al que tuvo acceso El Universal, grabado a mediados de mayo pasado, el líder nacional perredista asegura ante militantes y exmilitantes en una reunión privada que sostuvo en sus oficinas de la calle Madrid, que ve cercano el momento de la alternancia en la capital del país y el PRD podría regresar a la oposición como antes de 1997, cuando el PRI gobernaba el Distrito Federal […] ‘no veo en 2018 ni personajes, ni un partido con capacidad de renovación para repetir la jefatura de gobierno […] o nos la gana el PRI o nos la gana Morena, veo esa perspectiva’, se escucha decir al dirigente Carlos Navarrete”. Éste, empero, fue escogido por los Chuchos para salvar al perredismo, pero con todo y su voz engolada, el desastre de Aguirre-Abarca en Guerrero, le dio el tiro de gracia a un partido moribundo, incapaz de ser un ave fénix. Y mucho menos con Mancera, el “doctor”, sin nada que recetar, a menos que sea el sálvese quien pueda.

En el que Marcelo Ebrard no debe estar incluido, pues debe pagar sus abusos y excesos (de los que su hermano en la vicepresidencia de Walmart ha sido socio-cómplice, ambos refugiados en Europa). Con su vocecita y su pose de mosquita muerta, Mancera no saldrá bien librado de la mediocre, corrupta e ineficaz administración en el Distrito Federal, donde sus habitantes padecen el desmoronamiento del perredismo, también por delegados que le han puesto la soga al cuello al mancerismo.

Fuente
Contralínea (México)