por Zully Pinchi Ramírez*

14-7-2015

¿Qué mujer no ha sentido la necesidad urgente y desmedida de retroceder el tiempo e ir en vuelo directo a un sólo destino, el más anhelado y deseado por una mujer en la edad que sea, al sueño dorado, los brazos de su padre?

¿Qué hombre, en el ocaso de su vida, no ha mirado atrás y ha querido con todas sus fuerzas negar lo innegable, que no hubo otra mujer que lo haya amado con el más transparente y dulce amor que abarca la admirable lealtad y la eterna fidelidad, que el cariño de una hija?

Las relaciones entre las personas, vienen y van, pasan y los ves día y noche, en las sombras de la oscuridad, en la inevitable omisión de culpas y la incapacidad de perdonar, porque no existe un contrato para olvidar de manera coactiva algún daño ocasionado por un ser amado, a la mujer la traición de un hombre le duele en la profundidad de su ser, pero la sabiduría de los años explicaría que la teoría de que un clavo saca a otro clavo es verdad y que finalmente no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista.

Pero sólo hay un hombre en la vida de toda mujer que necesita amar con culpabilidad o sin ella.

Así hayan muchos reproches, ira, frustración y resentimiento de por medio, el único hombre que deja imborrables marcas en la vida de toda mujer, es su padre.

No son tanto sus amados hijos ni los extraordinarios amantes ni los hombres aptos para amar que solo quedan unos pocos en el mundo, ni los placeres de la vida, ni el dinero, ni el poder menos la fama, la inexplicable respuesta es que la piedra en el zapato y el corazón para toda mujer, es su padre.

El hombre sabe que el amor de una hija no se comparará jamás al de ninguna otra mujer, porque el inmenso amor de una madre, es un amor otorgado por ella misma, pero el amor de un padre a su hija es un amor de entrega, que da sin condiciones, es la representación sublime, es total, es incondicional, las pataletas, berrinches y engreimientos sólo están permitidos entre una hija y un padre.

Este tipo de amor es sin duda muy cuestionado en la psicología y el psicoanálisis, y es muy frecuente la rivalidad entre hermanas por ganar la atención del padre y si es hija única el sentimiento es más profundo.

Según los estudios psiquiátricos el complejo de Electra, desarrollado por Gustav Jung y Freud, es aquel en que la niña en sus primeros años de vida ama, admira y quiere tanto a su padre que podría sentir celos de su madre, sin embargo éste suele disolverse con el tiempo mientras va entrando en la adolescencia y la adultez.

Este peculiar nombre que le asigna la psicología es porque la mitología griega, señala que Electra hija de Agamenón quien fue rey de Micenas y Climtenestra, vengó a su padre, que fue asesinado por Egisto, amante de su madre y en otras versiones dicen fue Climtenestra que con sus propias manos le quitó la vida, enterada de esto Electra animó y convenció a su hermano Orestes para que le diera muerte a su madre y a Egisto, puesto que ella estaba convencida de que ambos eran los responsables de la muerte de su adorado padre.

Para un hombre joven que piensa en las rutinas diarias y los dolores consecutivos del ajetreo del esfuerzo del trabajo, el cansancio envejecido de sus ojos apagados puede iluminarse al ver a su pequeña princesa que puede convertir el hielo congelado de sus sueños muertos en veranos recónditos de alegría y efímera felicidad.

Y el hombre viejo puede recordar ese instante mágico de la maravilla irrepetible de cuando tu niña de ahora 20, 30, 40 ó 50, tomó tu mano y apretó sus pequeños dedos y sin palabra alguna con besos y arrumacos, te llevó a caminar con ella en la lotería de la vida con el número ganador: su sonrisa, que te hace ser niño otra vez con ella para siempre en tu memoria como la poesía más bella.
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*alertasenhal@gmail.com

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