En su película “Dr. Strangelove o cómo aprendí a dejar de preocuparme y a amar la bomba” (1964), Stanley Kubrick presenta la concepción de un golpe nuclear que, en aras de ser totalmente disuasivo, debe desencadenarse o proseguir más allá de la destrucción del bando del propio atacante. La locura de un general estadounidense provoca la apocalipsis sin que nadie puede evitarlo. En aquella época, el Pentágono aseguró que la situación que describía Kubrick no podía llegar a producirse en la vida real. Los historiadores han demostrado posteriormente que, después de impartirla, no había de hecho ninguna posibilidad de anular la orden de ataque nuclear.

Para garantizar la seguridad de personas y animales, en ciertos casos se prohíbe el uso de fuegos artificiales por el fin de año, sobre todo tratándose de los petardos más potentes. Y para que todo el mundo se entere, la noticia se ha publicado de manera bien visible en los medios de prensa. Pero esos mismos medios de prensa esconden otras noticias que, si fuesen publicadas como se debe, harían estallar la burbuja de la realidad virtual en la que esos medios nos mantienen atrapados.

Por ejemplo, la National Archives and Records Administration (NARA), o sea los archivos del gobierno estadounidense, publicó este 22 de diciembre un expediente de 800 páginas, que hasta ahora se había mantenido en secreto, con una lista de los miles de lugares de la URSS, China y… Europa occidental que Estados Unidos tenía previsto destruir con armas nucleares en tiempos de la guerra fría.

En 1959, el año al que se refiere la «lista de blancos» redactada en 1956, Estados Unidos ya disponía de más de 12 000 ojivas nucleares con una potencia de 20 000 megatones, equivalente a un millón y medio de bombas como la utilizada contra la ciudad japonesa de Hiroshima, mientras que la URSS tenía un millar de ojivas y China ni siquiera tenía armamento nuclear. Al verse en posición de superioridad, incluso en materia de vectores (o sea en cantidad de bombarderos y misiles), el Pentágono veía un ataque nuclear como algo realizable. Su plan preveía la «destrucción sistemática» de 1 100 aeródromos y de 1 200 ciudades. Moscú sería destruida con el uso de 180 bombas atómicas, Leningrado con 145 y Pekín con 23. Numerosas «zonas habitadas» serían destruidas mediante «explosiones nucleares al nivel del suelo para acrecentar la lluvia radioactiva». Entre esas zonas se hallaba Berlín Oriental, a pesar de que el bombardeo nuclear contra el sector este de Berlín habría tenido «consecuencias desastrosas para el oeste de Berlín».

El plan nunca llegó a ser puesto en práctica porque la URSS, que había realizado su primer ensayo nuclear en 1949 –cuando Estados Unidos ya había acumulado unas 230 bombas nucleares desde 1945–, se dotó rápidamente de la capacidad necesaria para golpear a Estados Unidos.

¿Por qué los archivos nacionales estadounidenses decidieron publicar ahora «la lista más amplia y detallada de objetivos nucleares que sea desclasificado hasta el momento»? Esto no es una simple casualidad ya que el jefe de los archivistas de NARA es nombrado directamente por el presidente de Estados Unidos.

La publicación de la «lista de blancos» es una clara advertencia dirigida a Rusia y China, países a los que se pone así indirectamente en conocimiento del poderío nuclear de Estados Unidos.

A un costo de 1 000 millones de dólares, Estados Unidos ha emprendido un plan de ampliación de sus fuerzas nucleares con 12 nuevos submarinos de ataque –portador cada uno de 200 ojivas nucleares– y con 100 nuevos bombarderos estratégicos –portadores de más de 20 ojivas nucleares cada uno. Y mientras está a punto de almacenar en Italia y en otros países de la OTAN sus nuevas bombas B61-12 para el primer golpe nuclear, Estados Unidos sigue desplegando en Europa el «escudo antimisiles» que debería «defender» ese continente. El pasado 12 de diciembre se activó, en la base de Deveselu (Rumania), la primera batería terrestre de misiles estadounidenses de la «defensa» atribuida a la OTAN. Seguirá después la activación de otra batería similar, en Polonia, que contará con 24 misiles Aegis, ya instalados a bordo de 4 buques de guerra estadounidenses desplegados en el Mediterráneo y en el Mar Negro.

Moscú advirtió, el 25 de diciembre, que dado el hecho que también son capaces de lanzar misiles nucleares de mediano alcance del tipo Tomahawk, la puesta en servicio de esas baterías constituye una evidente violación del Tratado INF, que prohíbe el despliegue en Europa de misiles nucleares de alcance medio con bases terrestres.

Así que Rusia anuncia contramedidas, entre las que se encuentran nuevos misiles intercontinentales móviles montados en vehículos automotores y en trenes que se mantendrán constantemente en movimiento para evadir un primer golpe nuclear. Y ya Rusia está utilizando contra el Emirato Islámico sus bombarderos estratégicos, que a la vez se entrenan así en la realización de maniobras similares a las que exigiría un ataque nuclear.

Nadie sabe actualmente qué ciudades pueden estar ahora en la «lista de blancos» nucleares de Estados Unidos. Lo que sí es seguro es que en la lista rusa se encuentran las bases de Estados Unidos y de la OTAN en Italia.

Pero los medios de prensa prefieren no hablar de eso, mientras se dedican a lanzan mensajes de alarma sobre el grave peligro de los fuegos artificiales.

Fuente
Il Manifesto (Italia)

Traducido al español por la Red Voltaire a partir de la versión al francés de Marie-Ange Patrizio