“¡Peligro! El pato Donald es populista”

Implacable, ha caído este fin de semana sobre Washington la tormenta Jonás. ¿Será devorada la capital de EEUU por la ballena? Políticamente, al menos, podría ser. Sucede que la política mundial está cambiando más rápido de lo imaginado, comenzando con Washington DC. A un generalizado sentimiento anti establishment y contrario a las élites políticas, ahora parece sumarse un cuestionamiento de la democracia representativa en sí, que ya no parece funcionar como le gusta a las élites plutocráticas. Y eso lo estamos viendo específicamente en tres países bastante diferentes pero que padecen similares problemas con el sistema político imperante. Me refiero a EEUU, España y Perú.

En EEUU, los jerarcas del Partido Republicano no terminan de aceptar a sus dos candidatos más votados: Donald Trump y Ted Cruz quienes, de acuerdo a las últimas encuestas, cuentan juntos con casi el 60% del respaldo republicano. Contra el primero están los supuestos ideólogos del partido, que hace unos días salieron sin pelos en la lengua en la revista “National Review” en una suerte de manifiesto “Against Trump” (Contra Trump). Por otro lado, en Washington, los representantes republicanos no quieren saber nada de Ted Cruz como posible candidato de su partido. ¿Qué está ocurriendo? Simple: la democracia representativa les está jugando una mala pasada a esos egregios ‘demócratas’ republicanos que acusaron hasta el cansancio a líderes latinoamericanos como Correa, Morales o Chávez de ‘populistas’, la misma tacha que hoy tratan de achacarle a Trump. Siendo que se trata de líderes de tan disímiles ideologías y programas, lo único que tienen en común es que afectan los intereses de esas élites y terminan, por tanto, encasillados como ‘populistas’.

En esa línea, no me extrañaría que, en un hipotético enfrentamiento entre Donald Trump y Bernie Sanders, se olviden de lo dicho hoy y consideren a Bernie como populista, obviamente para desacreditarlo, y terminen apoyando a Trump, olvidándose de sus actuales invectivas. Y es Bernie Sanders quien sigue adquiriendo, contra viento y marea –y contra todo el dinero de las grandes corporaciones- mayor legitimidad entre la población norteamericana, especialmente las minorías, los estudiantes y los intelectuales. Y su mensaje, a diferencia de los demás, es esencialmente principista. Y eso no es poco decir en un mundo como el de hoy. Enhorabuena, pues no todo está perdido.

En España pasa otro tanto con la debacle del bipartidismo PP/PSOE y el auge de Podemos y Ciudadanos. Pablo Iglesias, líder de Podemos, ha puesto contra las cuerdas tanto al PP como al PSOE: de motu proprio se ha ofrecido como candidato a la vice presidencia en un eventual triunvirato con Pedro Sánchez (PSOE) y Alberto Garzón (Izquierda Unida). Muy zorro Iglesias, sin duda, pero no es una blanca paloma (su tono arrogante preocupa y crea lícitas desconfianzas) ni tampoco tiene un pelo de tonto. Sabe que lo más probable es que el PSOE no acepte sus condiciones y por eso juega una carta efectista. Cree que así quedaría limpio de polvo y paja ante el electorado; además, ya nadie lo podría acusar de falta de voluntad política. Sin embargo, ¿qué legitimidad le otorga un 12% del respaldo ciudadano? Escasa. Pese a ello, si PSOE y PP siguen jugando a una democracia de ‘charanga y pandereta’, en unas nuevas elecciones podría recibir Pablo Iglesias el respaldo que sigue perdiendo el PSOE. Y aquí viene mi preocupación: en ese hipotético escenario –Podemos y Pablo Iglesias como eventual gobierno- ¿sería aceptado por los dos grandes partidos que se han repartido el poder en España en las últimas décadas?

Sinceramente, lo dudo. También en España el ‘populismo’ podría ser sinónimo de veto.

Por último, en el Perú –país con un desarrollo económico cuasi modélico en América Latina-, la política parece ser un circo. Hay 19 candidatos a la presidencia y se han dado los más inimaginables pactos electorales. Sin embargo, la gran pelea es, hoy por hoy, por el segundo lugar. Nadie duda que el primer lugar ya tiene nombre propio: Keiko Fujimori, hija del dictador Alberto Fujimori, quien dirige la campaña de su heredera desde la cárcel. Y pese al enorme desprestigio de su padre y de su partido –un pasado dictatorial, corrupto y asesino- una porción importante del electorado la prefieren, nos guste o no.

¿Y a qué juegan los 18 candidatos restantes? Eso está por verse. Muchos de ellos ya coquetearon con el fujimorismo y otros están en compás de espera, a ver “si me gano alguito.” Eso es lo triste, en el caso peruano: mayoritariamente, casi todos apuestan por sus propios intereses, que en muchos casos (o quizás en todos) implican potenciales y jugosos negociados desde el poder. Importa muy poco que tengan alguna legitimidad frente a la ciudadanía: el objetivo es llegar al poder. Y sin legitimidad, esa democracia “realmente existente” rodará, indefectiblemente, cuesta abajo, víctima de las maniobras de una casta intocable, todopoderosa y anónima que hace tiempo gobierna el mundo.

¿Y el pato Donald? Los tiempos, sin duda, también están cambiando para él.