Sigue subiendo el tono entre Arabia Saudita y Líbano. Después de la anulación de la donación saudita de 3 000 millones de dólares al ejército libanés y del llamado a los ciudadanos de las monarquías del Golfo a que abandonaran el territorio libanés, el Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) y los ministros del Interior de la Liga Árabe –de la que Siria ha sido excluida– calificaron al Hezbollah de «terrorista».

El Hezbollah es la principal organización de la resistencia libanesa frente a Israel. Creado después de la invasión israelí de 1982, el Hezbollah tiene como modelo el movimiento Bassij de la Revolución Iraní y cuenta con el respaldo del Ejército Árabe Sirio. Inicialmente, se componía sólo de familias chiitas pero hoy cuenta también con combatientes sunnitas y cristianos.

Entre 1982 y 2005, el Hezbollah contó principalmente con la ayuda de Siria. Al retirarse las tropas sirias del Líbano, el Hezbollah refuerza sus relaciones con Irán y los Guardianes de la Revolución iraní le hacen llegar, entre 2006 y 2013, un considerable volumen de armas.

A partir de la elección del actual presidente iraní Hassan Rohani, el Hezbollah desarrolla sus propias fuentes de financiamiento, apoyándose en la diáspora libanesa y/o chiita, principalmente en África y Latinoamérica. Después de la firma, el 14 de julio de 2015, del acuerdo 5+1, pactado entre Irán y Estados Unidos, el Hezbollah participa en la lucha contra los yihadistas junto al Ejército Árabe Sirio mientras que se distancia poco a poco de Teherán.

El Hezbollah entró en el escenario político libanés en 2005. Algunos de sus miembros no tardaron en dejarse sobornar y adoptaron el modo de vida del resto de los políticos libaneses. El considerable volumen de los fondos que el Hezbollah maneja actualmente también atrajo hacia ese movimiento todo tipo de oportunistas, pero sin afectar la dedicación y el desinterés que caracterizan a sus combatientes.

De hecho, el Hezbollah garantiza hoy en día una serie de servicios públicos que el Estado libanés había abandonado. Adversarios y rivales lo califican por ello de «Estado dentro del Estado», pero sería más objetivo considerarlo como el único Estado existente en Líbano, un país ampliamente fallido que carece de presupuesto público desde hace 11 años y que es totalmente incapaz de garantizar a la población los servicios públicos más elementales (agua, electricidad y recogida de basura) y cuyo ejército dispone de medios de combate extremadamente limitados, para evitar que pueda enfrentarse a Israel.

Arabia Saudita, que acaba de anunciar extraoficialmente que dispone de armamento atómico, se esfuerza actualmente de modificar la correlación de fuerzas en la región. donde la línea de fractura ya no estaría entre las fuerzas de la resistencia que se enfrentan a Israel y las que colaboran con Tel Aviv, ni entre chiitas y sunnitas sino entre persas y árabes.

Estados Unidos, Canadá, Australia, el Reino Unido, los Países Bajos y, ahora, las monarquías del Golfo, consideran el Hezbollah –avanzada de la resistencia regional contra Israel– como una organización «terrorista». Por su parte, tratando preservar sus buenas relaciones políticas con ese partido, la Unión Europea estableció una diferencia puramente formal entre la rama militar del Hezbollah, calificándola de «terrorista», y su ala política –que cuenta con 2 ministros y con 14 diputados (dos de ellos sunnitas y uno cristiano).

Desde 1992, Israel ha venido acusando al Hezbollah de haber cometido acciones terroristas en el extranjero, como los atentados de Buenos Aires (en 1992 y 1994) o el registrado en la localidad búlgara de Burgas (en 2012). Pero esas acusaciones, ampliamente divulgadas por los grandes medios de prensa, parecen totalmente fabricadas.

Secretamente vinculada a Israel, como mínimo desde 2013 y al extremo de participar en la operación contra Yemen bajo el mando de militares israelíes, Arabia Saudita parece interesada en empujar el Hezbollah hacia la órbita iraní para que Teherán –que ahora funge como aliado de Washington en ciertos sectores– lo convierta en una simple milicia iraní, en detrimento de la resistencia regional.

Mientras tanto, Washington, que esperaba confiar a la República Islámica el papel antiguamente asignado al régimen del shah Mohamed Reza Pahlevi como «gendarme del Medio Oriente», se ve obligado a tener en cuenta los reclamos de Arabia Saudita e Israel.