Inseguridad ciudadana de cuello y corbata

En Perú, en sus calles, plazas, cruceros, distritos, provincias, regiones, en todas partes, los asaltos, cogoteos, hurtos, monras y crímenes, son moneda común de forma cotidiana y violenta. Raro es el día en que no hay asesinatos y menos que los medios de comunicación hagan de estos sucesos un motivo para su “cobertura” exhaustiva.

Los medios, absolutamente todos, son tuertos, porque miran con ojo escrutador y condenador la ratería del bajo pueblo, el zafarrancho del delincuente o del desempleado, del degenerado o violador, pero no “ve” cómo los hampones de cuello y corbata, que se cuentan por miles en las burocracias gubernamentales, congresales, regionales, municipales y de toda índole y que, literalmente, nos roban el proyecto de vida, los recursos y la fe pública, cuando desvían millones y millones hacia bolsillos particulares sin ningún beneficio para los pueblos.

Imposible dejar de recordar los grandes escándalos y robos habidos en varios gobiernos regionales.

¿No vemos cómo los grandes pillos y esquilmadores de la fe pública jamás van a la cárcel y siempre tienen jueces que los amparen, legisladores que los blinden, gobiernos que los apoyen?

El ladrón independiente, pocas veces asociado a bandas orgánicas o coordinadas, roba en pequeña escala.

El caco de cuello y corbata, con refinada dicción, modal convincente y descaro impresionante, ataca al cuerpo social cuando fabrica coimas y promueve tajadas de contratos que tienen nombre y apellido, dedicatoria macabra, porque cada moneda hurtada es menos presupuesto para construir colegios, hospitales o llevar agua potable a un hogar peruano.

¿Cómo arreglamos esto?

¿Bastan las leyes? No pareciera ser una gran solución. Escuchamos las quejas que los delincuentes salen con mucha rapidez de las comisarías o prisiones y porque “no hay” motivos para detenerlo o, peor aún, procesarlos. Los abogángsteres conocen muy bien estas puertas abiertas y las usan, previo pago de efectivo. ¡Qué importa que esos dineros sean sucios o nazcan de crímenes, el profesional vive de su trabajo!

Entonces, ¿cómo castigar al ladrón fino, al que tiene estilo, universidad y posgrado en el extranjero?

Información contra corrupción

Fundamental será que el Congreso y gobierno del Perú concuerden en instituir que los crímenes contra el Estado ¡no prescriban jamás! Y que el rufián culpable esté prohibido vitaliciamente de trabajar para el Estado y en cualquier gobierno. Creo que le llaman muerte civil.

Más aún. El castigo moral al funcionario hallado culpable debe ser la vergüenza urbi et orbi, su nombre publicado en El Peruano y su foto en todos los portales del Estado. Quien no la debe, no la teme. Información contra corrupción.

Como las leyes no son retroactivas, nos evitamos quedarnos sin muchísimos políticos inmorales y cínicos o burócratas acostumbrados a robarle al Perú con el privilegio de negocios sucios, debajo de la mesa. Aquí es donde las nuevas tecnologías de la información pueden jugar un rol fundamental en llevar un registro completo de la trayectoria de todos los funcionarios públicos: debería bastar con una simple verificación para juzgar si una persona es o no elegible para trabajar en el Estado.

De calles y escritorios

Llamemos la atención a los medios y a los hombres y mujeres honestos en todo el Perú: los tahúres de cuello y corbata también son ladrones tan iguales como los de más bajo rango. Y hay que castigarlos a todos.

¡Erradiquemos la delincuencia de las calles y escritorios! El reto está planteado, si el país no ataca estos problemas de raíz, nunca avanzaremos hacia la Patria que queremos construir.