¡Alonso: exitosos 27 años!

Cuando Alonso, protagonista de esta crónica filial, cumpla los 27 años, lo hará en Cusco, ciudad mágica que lo sedujo desde la primera vez que allí llegó en compañía de sus padres, tiempo atrás. Cronos es indetenible y otro amanecer ha principiado para este joven.

En los muchachos la curiosidad y sed de conocimientos es insaciable. Y Alonso no es una excepción. Emprendió un camino independiente, riesgoso, de inseguridades y de agendas versátiles, pero fue su decisión. Cuando la lealtad al ideal se maneja como proa de vida, a los padres sólo toca aconsejar y orientar. Nadie experimenta en cuerpo ajeno y la sabiduría no se obtiene, nunca, por recetas impresas.

Los hijos no son propiedad, apenas tienen alas desean volar y hacerlo en términos de una búsqueda superior, una mejor vida y un horizonte que conquiste la victoria de sus ambiciones. Hay, eso sí, que procurar que el juego sea limpio siempre. Desbarrancarse es muy sencillo, si se recorren los tramos equivocados.

Y Alonso incursionó en la enseñanza y por los avatares de la tecnología como también por el periodismo escrito, radial y hasta con presentaciones televisivas. Haber vivido, salvo intervalos no muy largos, en una casa en que la noticia es fuente cotidiana de polémica e intercambio de opiniones, pudiera ser origen de esta familiaridad con los medios. Tampoco hay que omitirlo: se siente como pez en el agua.

Que un joven pretenda bruñir el diamante de su vida a través del canto laboral independiente, lejos de preocupar, produce el tañido de las campanas de la renovación generacional que tanto espera el Perú. Nunca como hoy la advertencia de González Prada: ¡Los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra!, posee tanta potencia.

Es que atreverse a subir el peldaño de la audacia define al protagonista y su actitud. Alonso viene comprobando lo agridulce de las caídas, pero también la miel de los triunfos. No ha mucho hasta consiguió que un ministro del nuevo gobierno que arrancó el 28 de julio, participara inaugurando el cónclave del que fue portero y guardián esforzado.

Respetando sus opiniones pero moderando sus juveniles ímpetus, también hay que decirle a Alonso que tiene sobre sí la responsabilidad de construir un liderazgo que concite amor y no miedo; respeto y no sumisión; adherencia y no escalafón a patadas. Quien no comprenda que las buenas maneras instalan amistad y alegría, está perdido en el efímero goce sin trascendencia.

No sé cómo hizo mi padre, Francisco, el abuelo de Alonso, para domar a seis salvajes todos activos. Nosotros tenemos sólo un hijo (que, ciertamente, parecen dos o tres, en simultáneo) y los dolores de cabeza compendiados serían muchos tomos, todos muy gruesos.

Al llegar a los 27, Alonso, se impone que tu reflexión sea cada día, más serena, preñada de luces y análisis equilibrados, huérfana de la pasión que obnubila o de la cólera que distorsiona. La respuesta tienes que dártela tú mismo. Los pasos de tu grandeza puedes apisonarlos en grandes alamedas de triunfos. Puedes hacer lo mismo si transitas por el sector apurado y frágil. La diferencia es que unos éxitos son para toda la vida y jamás podrás olvidarlos; y los otros apenas si recuerdos pálidos y episódicos.

Mira, como cuando eras niño, a tus compatriotas en Cusco y pregúntate qué puedes hacer para acortar las distancias y desigualdades en el interior y para adentrar a más peruanos en los derroteros imaginativos de las nuevas tecnologías inclusivas y democratizadoras.

En esta obra de bien, siempre tendrás el apoyo de tus padres. Nunca olvides que la experiencia y las canas te servirán si lo solicitas y lo haces con el amor que dan los grandes.

¡Feliz cumpleaños Alonso!


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