En medio de la Decimoprimera Conferencia de las Partes (COP13) del Convenio sobre la Diversidad Biológica –inaugurada en Cancún, Quintana Roo, el pasado 28 de noviembre y que concluirá el próximo 17 de diciembre–, México confirma su realineamiento hacia un nuevo polo hegemónico emergente: Alemania.

La cumbre mundial sobre biodiversidad que actualmente se lleva a cabo en el suroeste de México reúne a más de 10 mil participantes, entre representantes de los países parte, países observadores, organizaciones internacionales y otros interesados. Se negocian acuerdos y compromisos para impulsar, por un lado, la conservación de la biodiversidad, y, por el otro, su llamado “uso sustentable”, es decir, su comercialización bajo las reglas del libre mercado y de la propiedad intelectual.

Es también una pasarela para presentar a la “gendarmería ambiental”, como un instrumento del gobierno de Enrique Peña Nieto para preservar las áreas naturales de valor internacional y su ampliación, ahí donde mutuamente se pacte con los alemanes.

Lo que no se cuestionará, sin embargo, son las implicaciones de este nuevo cuerpo armado en territorios indígenas y zapatistas y la presencia de representantes del gobierno alemán en las comunidades recogiendo, con la asistencia de funcionarios mexicanos y redes de investigación, la sabiduría de los pueblos acerca de las propiedades de miles de especies de uso industrial para la nueva economía verde.

Todo ha sido posible gracias a los acuerdos firmados entre, primero, el gobierno de Felipe Calderón y, luego, el de Enrique Peña Nieto, con el conservador de Angela Merkel y su aliado de coalición, el partido socialdemócrata. Las instituciones encargadas de desarrollar estos “programas” son, por parte de México, la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio) y, por parte de Alemania, la Gesellschaft für Internationale Zusammenarbeit (GIZ, Agencia para la Cooperación Internacional).

La historia inicia con el cambio de gobierno en Alemania (noviembre 2005) y su apoyo a la continuidad de su aliado neoliberal en México por entonces en riesgo. Este apoyo se expresa en el descongelamiento de las restricciones de venta de armas a México. Lo sorprendente es que una de las entidades federativas que más armas ligeras alemanas recibe en el primer trienio de Calderón es Chiapas, más de 500, sólo después de Chihuahua y Guerrero, y donde formalmente el narcotráfico no representa un problema serio. En contraste, a Sinaloa, la base del narcotraficante más buscado en el mundo, se entregan sólo 10.

El arribo de los alemanes

El súbito ascenso global, en casi todos los sectores de “competencia” de la marca Made in Germany no tardó en llegar a México. Luego de la contracción económica de las potencias neoliberales, se abrió un enorme hueco de oportunidad, comercial y hegemónico “emergente”, que aprovechó la única potencia sobreviviente, la única no desregulada: Alemania. De nada importó que no estuviera preparada. Instintiva, se abalanzó sobre la presa como sólo ella sabe hacerlo: en una acción relámpago. Una decisión de gran temeridad, sin duda, pero inexorable para un tenaz aspirante a Júpiter Capitolino.

El boom exportador de la industria alemana, produciendo al ciento por ciento a partir de 2010, nutrió de manera creciente los fondos fiscales de su agenda de cooperación (es decir, de su política expansionista), desembarazada ya del paraguas de su socio comunitario: la Unión Europea.

Así fue como México se convirtió, de la noche a la mañana, en su plaza predilecta: ser el puente top del libre comercio hacia el mercado número 1 del mundo y, segundo, plataforma territorial depósito de la cuarta biodiversidad global.

La crisis en el precio de los commodities (iniciada en 2014) causada, en parte, por los planes desestabilizadores de la administración de Obama contra Moscú y sus aliados (que relegaban los intereses de su vecino a un plano secundario) y el pánico provocado por el ascenso de Trump, llevarían al régimen político mexicano a declarar su vasallaje a Berlín a inicios de la primavera de ese año.

Las noticias de la nueva relación México-Alemania aparecen desde 2008, pero tal relación inicia un poco antes y bajo otros auspicios: los de las armas. Pocos momentos marcarán el derrotero de esta relación como el viraje alemán ocurrido en diciembre del 2005 con la llegada de un nuevo gobierno (ver infografías 1 y 2).

Es importante señalar que, tras alzarse con la victoria en las elecciones generales de 2008, la conservadora Unión Demócrata Cristiana (CDU, por su sigla en alemán) da un giro a la política restrictiva en la exportación de armas mantenida por la coalición anterior (socialdemócrata-Alianza 90/Los Verdes). El 15 de diciembre de ese año, el nuevo titular del Ministerio de Exteriores revierte la decisión de su antecesor de no autorizar la venta de fusiles G36 al gobierno de México. Se trata de Frank-Walter Steinmeier, próximo presidente de Alemania (asumirá en marzo 2017) y no es un conservador. Es miembro del partido minoritario en la nueva coalición: el socialdemócrata, mayoritario en la anterior que gobernó de 1998 a 2005.

El giro inaugurado con el caso México se convertirá en el mayor escándalo de venta de armas en la historia de Alemania. JürgenGrässlin, demandante legal de Heckler& Koch (también conocida por su sigla HK y proveedora de los rifles G36 a entidades prohibidas en México), lo sintetizó así: “México era un experimento del gobierno alemán para la exportación de armas en todo el mundo; porque durante todas las décadas anteriores la venta no se permitió (…). México fue una nueva forma de exportar armas” (Sputnik, 16 de mayo de 2015).

Un componente clave en esta aventura lo constituyó la contraparte política predilecta del nuevo gobierno alemán, su par demócrata cristiano en México: el Partido Acción Nacional (PAN). La extinta República Democrática Alemana y el Partido Revolucionario Institucional (PRI) eran parte de un pasado que no debería resurgir, mucho menos su versión de izquierda popular y antisistémica, representada en 2005, por la candidatura a la Presidencia de un desafiante Andrés Manuel López Obrador.

Las palabras expresadas por la empresa HK al Ministerio de Economía alemán el 22 de octubre de 2005 confirman esta línea contrainsurgente: “Quisiéramos también informarle, que a la Dirección General de Industria Militar le urge este pedido [el mexicano] porque la fecha de entrega planeada fue el 15 de septiembre”. Es decir, el gobierno demócrata cristiano-panista había pensado utilizar los rifles en la parada militar del día siguiente para intimidar a la población local, que ya sumaba contingentes a la insurrección cívica convocada por el candidato de la izquierda para enfrentar los intentos de fraude electoral, finalmente consumados. Simultáneo, la fundación Konrad Adenauer (brazo de la CDU), iniciará la desestabilización del gobierno socialista de Venezuela.

En los años siguientes (2006-2007), en el marco de esa insurgencia en la capital del país y de otras ciudades más, el gobierno demócrata cristiano-socialdemócrata de Alemania autorizará a HK la venta de más de 10 mil rifles G36 al gobierno panista, en una facturación que multiplicará por 20 en tan sólo 2 años (ver gráfica 3). Chiapas primero (diciembre de 2005) y Guerrero después (agosto de 2007), serán entidades incluidas en la lista de destinos prohibidos. Ninguno se respetará. Según un informe de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) obtenido mediante un requerimiento ciudadano, durante el periodo 2006-2009 (trienio en el cual el PAN se convirtió en la primera fuerza política en el Congreso con más del 40 por ciento de los escaños), Guerrero se convirtió en el segundo estado con más fusiles G36 entregados y Chiapas en el tercero, sumando sólo ambos el 25 por ciento del total de armas repartidas entre 28 entidades de la República.

El caso Chiapas es el más elocuente pues el gobierno nunca alegó problemas de narcotráfico. En contraste, esta entidad contaba con dos características que obsesionaban al cuestionado presidente Calderón: la gran biodiversidad de su Reserva Montes Azules, en cuyas márgenes cebaría su primer decreto expropiatorio (8 de mayo 2007), y que las tierras de su poligonal fueran la base histórica de la guerrilla zapatista. Un movimiento social organizado rápidamente en la zona impedió, finalmente, su ejecución. En la cumbre climática de 2010 –también celebrada en Cancún–, Calderón centra su discurso “Arboles y estrellas” en describir las maravillas de esa reserva, y durante toda su administración viaja frecuentemente a su porción sureste (la estación Chajul, administrada por Natura Mexicana, de Julia Carabias) para mostrar su belleza a otros jefes de Estados afines.

En julio de 2011, Guido Westerwelle, el ministro de Exteriores alemán y confidente de la canciller alemana, Angela Merkel, viaja a esa reserva. El 30 de agosto la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) anuncia la firma de un proyecto alemán de aprovechamiento de la biodiversidad mexicana y de sus recursos genéticos; y de manera simultánea, en Oaxaca, el secretario de Marina bota el buque de guerra más grande, el “Montes Azules”.

Pare el 23 de noviembre de ese año, se firma en Bonn, Alemania, el acuerdo marco de ese proyecto y Calderón abandera al “Montes Azules”. El tiempo abonará a una solución represiva. El pasado 15 de abril, a menos de 48 horas de haber pactado Enrique Peña Nieto en Berlín la entrega del patrimonio biocultural del país, la Semarnat y la Comisión Nacional de Seguridad anuncian la creación de la Gendarmería Ambiental y su ingreso a Montes Azules en diciembre, en el marco, aclaran, de la cumbre mundial de biodiversidad que se celebra Cancún en estos momentos.

El 23 de junio la Semarnat anuncia que el gobierno de México “compartirá en la COP 13 los resultados de la cooperación con Alemania”.

Pero hay algo más. El 1 de agosto de este 2006, la empresa alemana armamentista HK solicita autorización de exportación de partes de rifles G36 para el gobierno de Chiapas (1 mil 500 asas y 4 mil 300 cargadores para rifles G36, entre otras). La empresa comunicaría semanas después que se trató de un error de su cliente haber incluido a Chiapas (vetada como destino), aunque años más tarde su “cliente” confirmará el envío de los rifles. Más allá de que ambos mintieron, son confusos los reportes de la Sedena porque un asa corresponde a un rifle, ¿fueron 561 o 1 mil 500? ¿Preparaba acaso Calderón, a través de la policía de Chiapas, una acción de guerra contra las comunidades de la selva en posesión de la biodiversidad que él más estimaba y a partir del 2008 comprometió formalmente con el gobierno alemán? No lo sabemos, salvo que el narcotráfico nunca fue la excusa.

En ese contexto de mentiras pero intereses “compartidos”, no sorprende, tampoco que el incumplimiento de la exportadora de los rifles G36 y de su cliente (la Sedena) de no destinarlos al estado de Chiapas, no le preocupe al gobierno de Alemania. Es cierto que viola una prohibición expresa dictada por él, pero también lo es que esa violación sirve a sus intereses estratégicos sobre este territorio, sobre su “gran biodiversidad”.

La torva excepción que confirma esta ruta de uso político como uno de los motivos (¿de complicidad bilateral?) detrás de la compra de rifles G36 a Alemania, emerge por un flanco insospechado: el propio narcotráfico. La pista, el dato para el estado de Sinaloa en el informe citado de la Sedena: 10 rifles (sólo Tlaxcala recibiría menos); y para un destino prohibido, como Chiapas, declarado además libre de narcotráfico ¡561!

Diez rifles a la policía local en la entidad base del cártel de drogas mejor armado del país y sin desplegar al Ejército sólo podría atribuirse a un error contable, a menos que ese número hubiera constituido un “mensaje”. Nada raro para un presidente fetichista que nombra a un buque de guerra con el nombre de su reserva favorita y lo abandera el día en que se firma en Bonn, Alemania, la entrega del patrimonio biocultural del país a su socio político.

En 2010 se desatapa parte del mugrero. Un empleado de Heckler& Koch revela el envío de fusiles G36 a entidades federales en México prohibidas y el entrenamiento en su uso (llevado a cabo por él en Jalisco y en Guerrero). Ante la presión de los medios y la radicación de la causa en un tribunal de Stuttgart, el gobierno de Alemania se ve obligado a negar nuevas autorizaciones al gobierno de México para el envío de más armas portátiles. El impacto internacional de los sucesos en Iguala, Guerrero, en septiembre de 2014, consolidará esta restricción. Pero ambos gobiernos sólo aguardan a que el temporal amaine para dar vuelta a la página. En el marco de un enfriamiento en la prensa internacional del caso México y la creciente importancia para Alemania de esta plaza, las restricciones para el suministro de armas convencionales son hechas a un lado. El pasado 5 de julio el diario Der Spiegel informa sobre la autorización dada por el Consejo Federal de Seguridad de Alemania para la exportación de armas a ocho países, entre ellos México. Se trata de 1 mil 467 armas antitanque. La empresa alemana Dynamit Nobel Defence será la proveedora, informa semanas después el portal alemán augengeradeaus.net.

La compra de estos artefactos se da en el marco de fundadas proyecciones adversas para las finanzas públicas y la economía en general pero también de preparativos a las presidenciales. El monto de esta operación implica un desembolso histórico tratándose de armas provenientes de Alemania, sólo superado por el del arsenal adquirido en 2007 (infografía 3). ¿Un costoso equipo de fuego concentrado de última generación a las puertas de una crisis de proporciones en un año preelectoral?, ¿o tal vez por eso mismo? El uso represivo de las armas alemanas en movimientos sociales es una circunstancia demostrada en la que se mal disimula la mano del proveedor y hasta la de su gobierno.

Este aprovisionamiento de armas alemanas por motivos políticos no es coyuntural sino consistente con momentos de inflexión en la estabilidad y permanencia del grupo político en turno. Las crestas y valles observados en las sumas consignadas en los informes de exportación del Ministerio de Economía (infografía 6) coinciden, puntualmente, con esas coyunturas y también, por cierto, con la disposición o resistencia del gobierno alemán a autorizar esos envíos (el parteaguas de 2005).

Tres ejemplos para las últimas cuatro administraciones resultan inequívocos. El año de la caída del PRI (2000, Zedillo), el gobierno de Alemania (coalición socialdemócrata-Alianza 90/Los Verdes) rechazó un pedido de armas por un monto de 415 mil 182 euros, lo que hizo caer la facturación de armas provenientes de ese país a menos de 60 mil euros ese año y, en alguna manera, contribuyó a una transición pacífica en el cambio de gobierno. Para 2006 y 2007, en medio de fuertes protestas sociales que pusieron en riesgo la continuidad del PAN en el poder, incluso la permanencia del modelo económico neoliberal, el gobierno afín de Alemania despacha como colación navideña más de 10 mil rifles y otro tanto de pistolas a su socio demócrata cristiano en apuros, que destina más del 50 por ciento de las piezas, con tolerante conocimiento de su contraparte, a entidades federales prohibidas. Subrogado en las complicidades de la administración anterior y de su tobogán armamentista, el “nuevo” gobierno priísta marca su impronta con una facturación anual creciente y un nuevo perfil armado.

Subrogación de Montes Azules

En los “Informes del gobierno federal de su política de exportación para bienes armados convencionales”, publicados en el portal del Ministerio de Economía de Alemania, correspondientes a las solicitudes, rechazos y autorizaciones otorgadas en los últimos 9 años y medio (de 2007 al primer semestre de 2016), para México se lee algo nuevo. Se trata de material y equipo autorizado, entre el 2012 y el 2015, para diversas categorías relacionadas ya no con armas convencionales sino con sustancias, partículas, rayos y ondas de alta energía y en montos con tendencia creciente. La marca del general colombiano Oscar Naranjo Trujillo, experto en contrainsurgencia y guerra electrónica, es patente en este nuevo perfil. Pero estas autorizaciones también coinciden con el periodo en el que el gobierno alemán restringió las autorizaciones para el suministro de las convencionales.

El gobierno actual tenía ya planes para diversificar tecnológicamente el arsenal represivo del Estado, actualizando el perfil operativo y opciones tácticas de su estrategia de seguridad nacional (léase, estabilidad y permanencia de su grupo político).

Pero las armas no llegan por nada. Es decir, no son ajenas a los intereses de quienes autorizan su envío. En el marco de la reunión con la cúpula empresarial alemana el pasado 12 de abril en Hamburgo, las palabras dispensadas al presidente Enrique Peña por el ministro de Economía y vicecanciller de Alemania, el socialdemócrata Sigmar Gabriel (el mismo que 3 meses después presidirá el Consejo de Seguridad que despachará la venta de 1 mil 467 armas antitanque a México), honran ese principio de realpolitk: “Para Alemania, México es el socio económico más importante y un emplazamiento muy significativo (…). México es un eslabón entre Latinoamérica y Norteamérica, entre los países del Atlántico y del Pacífico”.

Y es que, durante su estancia de 4 días en ese país (del 10 al 13 de abril), Enrique Peña pone a los pies del gobierno y corporaciones alemanas el patrimonio biocultural de los mexicanos y compromete, en el altar de soluciones verdes Made in Germany, la política nacional de desarrollo. Lo significativo de esta mutua aproximación política es la conexión simbiótica, para ambos gobiernos, entre sus intereses estratégicos y el uso ilegítimo de la fuerza. Dos días después de esos acuerdos, y sin que le precediera un estudio previo, en aplicación del diktat alemán, la Semarnat y la Comisión Nacional de Seguridad anuncian la creación de la Gendarmería Ambiental. Su misión: imponer el orden en las áreas naturales de importancia internacional (sic) y apoyar en la ampliación de su superficie. El principio de consentimiento previo informado (CPI) previsto por la legislación ambiental para la creación de un Área Natural Protegida, se hace a un lado para no molestar los intereses de nuestro nuevo polo hegemónico: la derecha alemana (CDU-CSU/SPD) y sus corporaciones; sin conocimiento ni consentimiento del pueblo alemán.

La Reserva de la Biósfera Montes Azules es uno de los tres lugares anunciados para el despliegue de la Gendarmería Ambiental que se concretará, se dijo, en el marco de los trabajos de la Cumbre Mundial de biodiversidad (la COP 13). No se trata de cualquier sitio. Montes Azules, la joya biogenética de la mayor apuesta extractiva de biodiversidad global llevada adelante por Alemania, es un ecosistema incluido en el programa trinacional Selva Maya financiado, dirigido y operado por ese país. Pero dado que, hasta la fecha, sus personeros –la mancuerna Conabio-GIZ– no han podido ingresar a él porque, para decirlo claro, la historia ha echado raíces, y lo ha hecho ya en cada confín de su territorio. El pronunciamiento dado el pasado 25 de octubre por los comuneros Lacandones en contra de la Gendarmería Ambiental y de los intereses de privatización de la riqueza biológica de la selva que se hallan detrás, es una muestra de ello, dentro de varias más en curso de definición y amalgama regionales.

Pero, ¿cómo fue que se llegó a este nivel de subrogación trasnacional de los territorios que reúnen la biodiversidad más importante del país? ¿Cómo consiguió el gobierno de Alemania obtener, ¡en menos de 10 años!, lo que los estadunidenses, en brega de 50, apenas soñaron? Dos procesos, venidos por distinta ruta, alimentan y explican este “logro”.

El primero lo abonan quienes, expertos en el tema, escurrieron el bulto y optaron por guardar silencio.

El segundo viene marcado por dos sucesos parteaguas en la agenda ambiental global acuñados a finales del emblemático 2008: 1. la cumbre mundial de biodiversidad en Bonn (la COP 9, organizada por el Ministerio de Medio Ambiente alemán, entonces a cargo del socialdemócrata Sigmar Gabriel) y, 2. el lanzamiento por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), a cargo entonces del alemán Achim Steiner, del llamado modelo de economía verde, presentado como la gran oportunidad de hacer negocios “sustentables” en medio de un mar de crisis.

Con la COP9, inicia la fiesta; los arreglos prenupciales entre México y Alemania hacia una economía verde sustentada, inicialmente, en el aprovechamiento trasnacional de la biodiversidad del sureste mexicano y la protección de sus fuentes (las áreas protegidas). Una mutua conspiración (mexicano-alemana) para conseguir ambos objetivos al amparo de las siglas de Naciones Unidas es una expresión afortunada para sintetizar el propósito y resultado de esa cumbre. Las huellas son de ambos. La propuesta presentada por México en la Cumbre de la Tierra (Johannesburgo 2002) urgiendo a transformar las Directrices de Bonn sobre acceso a los recursos biogenéticos en un instrumento vinculante, en Bonn se convierte en el tema central, junto al otro indisoluble: la protección y ampliación de las áreas naturales protegidas. En la siguiente cumbre, en Nagoya, Japón (COP 10, 2010), las delegaciones llegarán sólo a firmar ese instrumento, aunque la mayoría, sabedora de su propósito y trampas, no lo firma (hasta la fecha).

Meses después, la Semarnat anuncia la generosa inversión de la “cooperación” alemana –6 millones de euros– para desarrollar en México las bases del primer proyecto piloto del Protocolo de Nagoya. Sus avances (engaños en comunidades) se presentarán en la COP 13 como la llave maestra que consigue abrir al capital biotecnológico la puerta de acceso al patrimonio biocultural de cualquier pueblo en cualquier parte del mundo.
La protección de los yacimientos

A partir de la COP 9, Alemania destina recursos crecientes para la protección de ecosistemas, es decir, para proteger la biodiversidad mexicana que más tarde aprovecharán sus empresas. A la fecha, la superficie “protegida” por la “cooperación” alemana, medida en hectáreas, alcanza holgadamente los siete dígitos.

El segundo suceso. Achim Steiner, director ejecutivo del PNUMA (abril 2006 a junio 2016), exdirector dela top conservacionista Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), presenta a finales de 2008 el concepto de “economía verde” como la fórmula para recuperar el crecimiento mundial. ¿Cómo? Colocando al comercio de recursos genéticos, a la valoración económica de los servicios ecosistémicos y a las tecnologías de recambio energético, como puntales de este modelo, los llamados negocios verdes. Años más tarde, los tres constituirán la base delos inconstitucionales acuerdos de vasallaje firmados el 12 de abril en Berlín por Enrique Peña Nieto.

El mundo giró

De la apabullante presencia estadunidense en los principales núcleos de biodiversidad y provisión de servicios ecosistémicos del país, apenas queda el recuerdo, y ni qué hablar ya de la Unión Europea o de la cooperación francesa, de la inglesa o de la española. Es cierto que la crisis desatada en 2008 las llevó a todas a su repliegue; sin embargo, eso no explica por qué el gobierno alemán se precipitó hacia esos lugares y a otros más, con tal euforia y apremio. Por qué es tan importante para Alemania la biodiversidad y, en algunas regiones, la provisión ambiental de sus ecosistemas.

En términos de mercado (y cultura), la biodiversidad es, para los alemanes, lo que el automóvil para los estadunidenses. Algunos ejemplos. Alemania es el primer importador de plantas de uso farmacéutico en occidente. En Alemania, las Apotheken (farmacias) expenden una gran variedad de fitofármacos, la mayoría producidos por decenas de empresas medianas y pequeñas. Por mandato legal, toda Apotheke debe contar con un laboratorio para surtir recetas que prescriben fitofármacos (que para menores de 12 años cubre el seguro público). Pero no sólo es fito. Siendo Alemania la segunda potencia biotecnológica global (o la primera ya en productos si se contabiliza el valor de mercado de los activos de Monsanto recién adquiridos por Bayer), consolidar posiciones en los territorios biodiversos más relevantes en el mundo resulta crucial a la provisión. Además, a diferencia de los yacimientos hidrocarburíferos, en este sector la alicaída competencia (Estados Unidos, Francia o Japón) no ha conseguido afianzar el espacio.

Los servicios ambientales

Algunos de los ecosistemas que albergan esa codiciada diversidad genética también proveen con sus servicios a regiones industriales, urbes y mercados vecinos. Como ocurre en el eje de conectividad terrestre en ruta hacia el este de Estados Unidos que irriga y “climatiza” la Sierra Madre Oriental. Este corredor industrial ha adquirido en el último lustro un valor estratégico para las crecientes inversiones alemanas en manufacturas for export. No es casual, por ello, que los sitios con mayor valor ambiental (y no sólo biogenético) en la Sierra Madre Oriental se hayan incluido, ¡desde 2008! en el paquete territorial solicitado y concedido al gobierno alemán, y otros más al sur en los años siguientes, bajo denominaciones convenientes (para eludir la verdad, los gobernantes mexicanos se pintan solos).

Por qué México. Hablando de biodiversidad y grandes ecosistemas, porque de los países que le preceden en el ranking (que son tres o cuatro) ninguno de sus gobiernos ha renunciado a su potestad soberana ni mucho menos concedido la ocupación “subrogada” de sus territorios como, al igual que en muchos otros temas de interés público, lo ha hecho el nuestro y, ciego, insiste en hacerlo, a pesar del sostenido proceso de desglobalización neoliberal en curso protagonizado, quién lo iba a decir, por sus Estados precursores.

En adición a esta cualidad entreguista del gobierno mexicano, el territorio-México posee, para el gobierno alemán y sus capitales, un valor estratégico dual insustituible que, tras la crisis de 2008, convertirá a México no sólo en su plaza de manufactura for export predilecta en Latinoamérica sino también, y con valor estratégico equivalente, en su enclave para operar su agenda ambiental. En un principio para la conservación y extracción de biodiversidad, más adelante también para la subrogación de los territorios de alto valor ecosistémico y, a partir de abril (tras la paranoia desatada en el primer círculo gobernante por el ascenso de Trump que se salda con el histórico viaje a Berlín), como destino local y plataforma hemisfodo el paquete para apuntalar el modelo de economía verde Made in Germany. El “privilegiado” ascenso en la inversión y cooperación alemanas en México se dará así en cinco etapas, determinadas por un creciente alud de factores internacionales que abonarán este matrimonio de conveniencia.

El ascenso de Donald Trump precipitó todo. midiendo como un animal acorralado la amenaza, en el invierno se toma la decisión: implorar al único sobreviviente: el gobierno alemán. Papeles a punto, el 10 de abril aviones caza de la fuerza aérea alemana escoltan al José María Morelos hasta Berlín, donde 48 horas después la canciller Merkel y el presidente Peña suscribirán dos declaraciones conjuntas: “Acción Climática y la Transición Energética y Biodiversidad” y “Alianza Energética”. Ambas confluyen hacia un mismo propósito: impulsar, a partir de nuestro país, el modelo de economía verde Made in Germany, en torno a dos de sus grandes ejes de plusvalía (y hegemonía): biodiversidad y ecoterritorios (México, como el espacio piloto y gestor de convencimiento para la integración de los países del sur), y eficacia y transición energéticas, a desarrollar en México, pero igualmente con deberes de radialidad hemisférica.

Su texto no se dará a conocer en México pero sí en los portales de los dos ministerios alemanes implicados: el de Medio Ambiente y el de Economía y Energía. Una frase del botánico alemán Alexander von Humboldt citada por Peña Nieto durante esa visita sintetiza y ratifica el tema sobre el cual recaerá el peso mayor de la cuota del avasallamiento: “Si sólo pudieras llamar paraíso a un lugar del mundo, ese tendría que ser México”.

La Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp) declaró el pasado 23 de junio que el gobierno de México “presentará en la COP 13 los resultados de la cooperación con Alemania”. Una descortesía tratándose del anfitrión de una cumbre multilateral. Qué se busca. Siendo el foco los negocios de la biodiversidad, presentar las trapacerías urdidas por la dupla Conabio-GIZ en comunidades piloto como la llave maestra que abre al libre comercio esos bienes hasta hoy comunes. A 2 meses del centenario de la primera Constitución en el mundo que puso freno a la desregulación liberal, el régimen “heredero de esa revolución” (el PRI) anunciará, urbi et orbi, y sin restricción de especies ni ejemplares, la apertura de la temporada de caza capitalista sobre un patrimonio global pendiente de desamortizar: el biocultural de pueblos y naciones. Se trata de la desamortización más profunda y amplia en la historia de un bien común, el que fundó a la humanidad.

Ante la exhibición del último bien común que la Conabio alzará y entregará como trofeo neoliberal a las corporaciones en nombre de los pueblos de México, o el ingreso en paralelo de una fuerza armada a los bastiones de resistencia indígena, o la complicidad flagrante del gobierno alemán en el envío de armas al gobierno de México en periodos políticos sensibles para su continuidad, ¿es ético callarse?
Alemania llegó para quedarse

El arribo de la democracia cristiana al gobierno de Alemania (noviembre 2005) y la llegada 1 año después en México de un gobierno ideológicamente equivalente y militarista, sentaron las bases del trepidante ascenso en la inversión y la cooperación alemanas en este país: en manufacturas, venta de armas y la cardial en biodiversidad. La crisis global desatada 2 años después avivó su presencia. Su permanencia, enmarcada en una Alemania con exportaciones crecientes y el resto de países del G7 en crisis, consolidarán esta presencia bajo un nuevo gobierno (PRI). Un impacto aún mayor en el precio de las materias primas, el revire proteccionista de las economías punteras y el afianzamiento económico de Asia, completarán el cuadro.

El ascenso no sólo de Trump sino del republicanismo de base forzaron al régimen político mexicano a un furtivo pacto de salvataje con la única potencia occidental sobreviviente (¿sustentable?) del cataclismo neoliberal: Alemania.

Los alemanes no se irán. Aun cuando el comercio de manufacturas sufriera una contracción global a causa del proteccionismo estadunidense en puerta y la revitalizada matriz petrolera confrontara activamente a los productos de la incipiente economía verde Made in Germany, los acervos biogenéticos de México no verán disminuida su importancia estratégica; ni para la provisión doméstica alemana ni como valor futuro pletórico de aplicaciones industriales. Aplicaciones cuya creatividad innovativa mana, a velocidades hipersónicas, de catálogos etnográficos que allegan, hay que decirlo, investigadores alcahuetes alimentados por la mano de la agencia alemana de cooperación, la GIZ.

Y hablando de armas. Con Trump amagando con una incursión punitiva 100 años después de la emprendida por John Pershing, ¿a quién más acudir sino a Alemania?

Aun cumplidas las amenazas proteccionistas y contraídas por efecto las inversiones en manufacturas, las armas Made in Germany y la gestión de la agenda bio por la “cooperación” alemana, no sólo se mantendrán sino se afianzarán, como el enclave germánico más desafiante y formidable que haya tenido jamás ese país, sin que su pueblo ni su academia comprometida sospechen, siquiera, el abc de esta funesta aventura bilateral dual, que por acá no pocos callan.

La caracterización de México por quien en Alemania se ha ocupado históricamente de estos intersticios, el Ministerio de Guerra, enlista el 25 de agosto del 2005, al emitir su voto a favor del envío de fusiles G36 a México, las cualidades del interés de ese país hacia el latinoamericano. Ninguna, por cierto, relacionada con las festivas y pacifistas expuestas en el Año Dual México-Alemania por el embajador ViktorElbling, o las que el gobierno mexicano, en boca de la Conabio, intentará presentar en la COP 13.

Fuente
Contralínea (México)