Pérdidas progresivas provocadas por tres causas principales, todas asociadas con la intervención del hombre:

La agricultura industrial, dígase intensiva, uso masivo de fertilizantes y pesticidas; la destrucción de los hábitats naturales, léase tala indiscriminada de bosques tropicales; más la llamada fragmentación de la propia hábitats, por campos de cultivo, áreas urbanas, carreteras y autopistas, consideradas fuertes barreras de especies y seres vivos.

Expertos señalan que durante el último siglo, la agricultura moderna intensiva, como consecuencia de los altos insumos de plaguicidas y fertilizantes sintéticos y de los monocultivo, tuvo un impacto nocivo sobre la diversidad de los recursos genéticos de las variedades de cultivos y de razas de animales, sobre la diversidad de las especies silvestres de la flora y la fauna y sobre los ecosistemas.

Ello explica las advertencias de organismos como la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por su siga e inglés): “La futura provisión de alimentos podría verse amenazada ante cualquier acontecimiento que suponga un fallo funcional de las variedades y razas de alto rendimiento de las que dependemos en la actualidad. No es necesario esperar al futuro para saber qué es lo que podría suceder”.

Tiempo hace que la FAO en su informe sobre el Estado de los Recursos Fitogenéticos en el Mundo llamó la atención sobre los efectos perjudiciales para la biodiversidad agrícola: “la generalización de la agricultura comercial moderna”.

Hoy día la alimentación de los seres humanos depende de menos especies y de diversidades más homogéneas, lo que la hace más vulnerable y muy difícil de sostener.

En términos numéricos la proteína animal utilizada para el consumo humano proviene de apenas 10 especies y el 70 por ciento de la alimentación en general se realizan básicamente de 12 tipos de vegetales; sólo arroz, maíz, trigo y patatas proporcionan la mitad de todas las calorías.

La FAO, califica esa situación como “una cuestión de supervivencia”. La alimentación humana no sólo depende de un reducido número de especies, sino que de éstas no se conservan suficientes variedades y razas.
El llamados de alerta desde Cancún

En la pasada Conferencia de las Naciones Unidas sobre Biodiversidad (COP13), celebrada en Cancún, México, gobiernos de 167 países otorgaron un apoyo a la urgencia de proteger la biodiversidad en los sectores agrícola, pesquero, forestal y turístico.

En su declaración final incluyó que la protección de la biodiversidad como las miles de especies interconectadas que conforman la red de servicios ecosistémicos de lo que depende la producción mundial de alimentos, no sólo compete a los ministerios de Medio Ambiente, sin que involucra a todos los sectores gubernamentales y económicos.

Para María Helena Semedo, directora general adjunta de la FAO, tal como lo expresó en esa Conferencia, “se trata de un momento crucial”.

“Los sectores agrícolas y la biodiversidad, argumentó, han sido considerados habitualmente como cuestiones independientes e incluso contrapuestas, pero lo cierto es que están estrechamente relacionados. La agricultura es, por su naturaleza, una usuaria fundamental de la biodiversidad, pero también tiene el potencial de contribuir a su protección.”

Añadió que con el apoyo de la comunidad internacional demostrado en la Conferencia se puede empezar a tender puentes, romper barreras y afrontar los desafíos globales de forma más concertada y coherente.

Es sabido que la sociedad humana depende de la producción agropecuaria, al igual que muchos otros ecosistemas terrestres y acuáticos funcionan en gran medida gracias a la agricultura, la cual con la biodiversidad establece una relación simbiótica y será beneficiosa o perjudicial según se administre esa correlación.

Expertos señalan que el desarrollo de la agricultura intensiva, caracterizada por la concentración parcelaria, expansión de monocultivos, mecanización de prácticas agrícolas, utilización de agrotóxicos y la estandarización de la producción agrícola por la promoción casi única de algunas variedades por sus elevados rendimientos provocan una alarmante pérdida de la biodiversidad en el planeta.

Impactos negativos provocados también por los cambios no sostenibles en el uso de la tierra, sobreexplotación de recursos naturales, captura y comercio ilegal de especies, contaminación del aire, el suelo, las aguas continentales y los océanos, cambio climático y desertificación.

Proyectos para frenar lo más a tiempo posible el problema existen muchos, incluso en la reunión realizada en la isla mexicana los gobiernos acogieron con satisfacción los marcos normativos pertinentes, las directrices y las herramientas desarrolladas por la FAO, y animaron a los países a recibir asesoramiento de su parte sobre la diversidad biológica y los sectores agrícolas.

Acciones de ese organismo de ONU que tienen en cuenta retos principales como el elevado y creciente número de personas subalimentadas y malnutridas en el mundo; las dificultades para tener acceso a los alimentos, la pérdida de recursos naturales y la incertidumbre asociada con el cambio climático.

Para la FAO la seguridad alimentaria está intrínsecamente vinculada al mantenimiento de la biodiversidad. En el camino de que las personas, no sólo tengan acceso a los alimentos como el más elementa derecho humano, sino que además estén bien nutridas ese ente insiste en tener en cuenta la “diversidad genética de las plantas que cultivamos y nos sirven de alimento” y a sus “parientes silvestres” que podría perderse para siempre, amenazando la seguridad alimentaria futura, a menos que se redoblen los esfuerzos, no sólo para conservarlas sino también por utilizarlas, en especial en los países en desarrollo.

Incrementar el uso sostenible de la diversidad vegetal podría ser la clave para hacer frente a las dificultades de los recursos genéticos en la agricultura, señaló José Graziano Da Silvia, director general de la FAO.

La biodiversidad cultivada tiene un especial papel en la nueva agricultura agroecológica, ya que ésta se fundamenta, entre otros aspectos, en incrementar la biodiversidad de los agroecosistemas.

Datos del Programa Mundial de Alimentos (PMA) indican que alrededor de 795 millones de personas en el mundo no tienen suficientes alimentos para llevar una vida sana y activa, la mayoría de ellas viven en países en desarrollo, donde el 12,9 por ciento de la población presenta desnutrición.

Además del hambre, entre las mayores dificultades del mundo, la malnutrición ocupa un fatídico primer lugar, mal que padece una de cada cinco personas en los países en desarrollo.

Malnutrición proteico-energética, carencia de vitamina A, trastornos por falta de yodo y anemias nutricionales, sobre todo insuficiencia o pérdida de hierro, son los problemas nutricionales más serios y de mayor prevalencia en casi todos los países de Asia, África, América Latina y el Cercano Oriente.

Los ecosistemas saludables son esenciales para aumentar la resiliencia y la producción agrícola frente a los cambios, la cual debe ser sostenible, es decir, capitalizar los procesos biológicos y explotar los recursos sin comprometer la biodiversidad, que en síntesis quiere decir contribuir a preservar la vida en el planeta Tierra, para lo cual se precisa vivir en armonía con la naturaleza.

Fuente
Contralínea (México)