Se estima que 52 por ciento del trabajo en el mundo es contribuido por mujeres, sin embargo ellas reciben menos remuneración, ganan 24 por ciento menos que los hombres. La brecha salarial es sólo justificada por la discriminación sexista. En términos generales las personas que accedieron a mayores niveles de educación reciben mejores salarios, pero esto no se refleja de igual manera en hombres y mujeres. Según las estadísticas del departamento de trabajo de los Estados Unidos, una médica cirujana gana el 64 por ciento de lo que gana un médico cirujano con igual formación y experiencia. Una cajera de supermercado gana sólo el 86 por ciento de lo que ganan sus pares varones por realizar la misma tarea. Está claro que no es una cuestión de formación o academicismo, la discusión está atravesada por la injusticia.

En Argentina esta diferencia en los salarios es de las más altas en Latinoamérica: “La brecha salarial entre varones y mujeres en Argentina es del 27.2 por ciento, de los cuales sólo un 12.6 por ciento puede ser explicada por elementos que corresponden al mercado de trabajo (factores como educación, experiencia laboral, sector económico, región, intensidad laboral y ocupación)”, explica Violeta Guitart, economista y autora del blog “Economía Feminista.”

La segregación ocupacional son los estudios sobre la composición por sexo de los mercados de trabajo occidentales. Referentes de este campo de investigación de la economía postulan que existen dos tipos de segregación una horizontal y otra vertical. La primera hace referencia a la segregación entre hombres y mujeres en diferentes áreas de la estructura productiva. Existen grandes dificultades para acceder a determinadas disciplinas y profesiones que parecieran solo ser para mujeres y otras solo para varones, y a su vez las profesiones feminizadas son menos pagas que las consideradas masculinas.

La segunda, la segregación vertical, explica la dificultad de las mujeres para acceder a puestos jerárquicos de mayor responsabilidad y toma de decisiones. En todo el mundo, menos del 25 por ciento de mujeres ocupa posiciones administrativas y gerenciales, revela un informe realizado por el programa de las naciones unidas para el desarrollo y agrega que, para el año 2015 sólo el 22 por ciento de los miembros de parlamentos en el mundo eran mujeres. Las mujeres, mitad de la población mundial, hoy son minoría en todos los ámbitos en donde se toman decisiones y se piensa nuestra época: parlamentos, gobiernos, ciencia, medios de comunicación, literatura, universidades. Disputar el acceso a estos lugares implica re pensar el rol de la mujer en la historia y el futuro de la sociedad.

No sólo los datos objetivos alarman y levantan el velo a una situación de injusticia y desigualdad aceptada y avalada en la mayoría de los países, sino también desde la construcción de la subjetividad en los discursos que circulan de manera cotidiana. “Mi mamá no trabaja, es ama de casa” es una frase común y no cuestionada, que oculta la idea de que las tareas realizadas en el ámbito doméstico son un “no- trabajo” y pertenecen a las mujeres como si fuera algo natural. Desde los años 60 y hasta la actualidad la incorporación de las mujeres al mercado laboral va en aumento pero no se han alterado sus responsabilidades en el área reproductiva, por lo que su trabajo es doble: dentro y fuera del hogar.

Resulta necesario repensar aquellos marcos que reproducen la asimetría entre géneros para visibilizar y cuestionar lugares asignados, roles y estereotipos. Abordar la Economía desde el feminismo es hacerlo desde la igualdad.

Fuente
Contralínea (México)