Más que a la unidad, por nuestro pluralismo político y los ya demasiados partidos… ¡siete!, ha de convocarse a la unión nacional, tanto para enfrentar los cambios y amenazas del exterior, como para disputar los cargos electorales, democráticamente. En dos párrafos, el ensayo beltronista expone el tema central. “Sin duda éste es el momento de convocar a nuestro país a una unidad fundamental pare enfrentar lo que viene, con convicción, con determinación, adecuando al nuevo contexto y circunstancias mundiales, inclusive las reformas emprendidas, sin que ello implique perder su esencia. Todo para generar crecimiento, inversión, empleo y un mejor lugar de México en el mundo”. En el segundo, pero continuando el anterior, escribió: “En México, para lograr estabilidad y unidad duraderas, sería necesario y conveniente armonizar la integración del gobierno de coalición en el sistema presidencial mexicano, opción que ya está en nuestra Constitución con vigencia a partir de 2018”. Y formar gobiernos de coalición, como en otros sistemas, que así lo han resuelto “sin importar sean sistemas presidenciales o parlamentarios”.

De continuar siendo el “país de un sólo hombre” mediante un sólo partido, desde las elecciones del 2018, seguirán los conflictos políticos que hemos venido arrastrando, cuando menos desde los últimos 8 sexenios. Y esto desgasta la eficacia y eficiencia no solamente política, sino también de las políticas económicas y sociales. Es el momento de mediano plazo el que tenemos para reorganizar nuestro presidencialismo en nuestro también Estado Federal. Celebrar los 100 años de constitucionalismo es, pues, caminar resolviendo “con más democracia los problemas de nuestra democracia”. Y compartiendo y distribuyendo la ya incontrolable concentración del poder presidencial en un sólo partido.

Coaliciones, jefe de Estado y jefe de Gobierno es el tríptico para ahora sí modernizar y actualizar nuestro régimen que ya no da para más. Se trata de evitar la desunión. Reducir los conflictos. Y contribuir al buen gobierno democrático y republicano, en una tradición renovada de nuestro constitucionalismo (Felipe Tena Ramírez, Leyes fundamentales de México: 1808-2017). Las coaliciones, para competir en las urnas y para cogobernar desde uno de los tres poderes federales (y ejemplo a seguir en las entidades de la Federación), para hacer más efectivos los contrapesos de la democracia representativa, permite, incluso, que mayorías y minorías se integren. Esto para evitar la advertencia de Alexis de Tocquevielle, de que prevalezca “la dictadura de la mayoría”.

Beltrones Rivera propone “renovar las instituciones políticas” por medio de reformas jurídicas para actualizar nuestra centenaria Constitución. De lo contrario seguiremos sobreviviendo en un presente jaloneado por el pasado que ya dio de sí y reclama, necesita, como en aquella divisa renacentista: renovarse o morir. La inteligencia ilustrada de una cabeza política como la de Manilo Fabio Beltrones Rivera, ha estado reflexionando, de cara a la opinión pública, sobre cómo enriquecer lo que el Nicolás Maquiavelo de Las décadas de Tito Livio, propone para el régimen republicano. Así también se gestiona, económicamente, la igualdad, el empleo y mejores salarios para combatir la pobreza.

Lo central de la discusión pública, es cuando un escritor político (como lo ensaya Beltrones en su citado artículo), “no se limita a describir… sino a manifestar cuál de las formas de gobierno descritas es buena, cuál mejor y expresa uno o más juicios de valor para orientar prescribiendo que la mejor de las tres formas de gobierno es la de los muchos” (Norberto Bobbio, Teoría General de la Política y su Teoría de las Formas de Gobierno en la Historia del Pensamiento Político; editoriales Trotta y FCE). Y ante el embate estadounidense, resultado de su nueva forma de gobierno de los pocos, como oligarquía, nepotismo y plutocracia, estamos urgidos de transformar nuestra vida tradicional.

Y por el método de las coaliciones para la competencia electoral enriquecer nuestro presidencialismo con una dosis de semiparlamentarismo, para responsabilizar ante el Congreso a un jefe de Gobierno, que recogería su aprobación para el nombramiento de los secretarios del despacho. Y el representante de esa forma de Gobierno con el jefe de Estado. “Al hacerlo –concluye en su ensayo Beltrones Rivera– lograríamos modernizar nuestra gobernabilidad y eficacia, no con una sola persona que responda por todos, sino con un todo que responda a los problemas con sus mejores hombres y mujeres. Hoy, sin duda, ello aparece como indispensable”.

Se trata de un presidencialismo nuevo por consenso de los ciudadanos.