El secretario General de la OTAN, Jens Stoltenberg, recalcó en su discurso inaugural la relación actual entre Estados Unidos y Europa. Este lazo entre Europa y América del Norte, plasmado en la alianza de la OTAN, sigue siendo esencial para ambos. Europa necesita a América del Norte y América del Norte necesita a Europa. Queda por ver quiénes figuran en ese colectivo llamado Europa, y quiénes no. Y por verse está si para la OTAN la Guerra Fría en algún momento terminó. Claramente Rusia no forma parte de quienes han mantenido la seguridad colectiva en las décadas pasadas, de acuerdo con la visión de Stoltenberg.

Parece ser que el nuevo mandatario estadunidense prefiere mantener el statu quo con los países europeos hasta nuevo orden. El pacto transatlántico por ahora no parece ser puesto en duda. No obstante, tampoco está enteramente satisfecho con sus aliados, a los que acusa de no contribuir suficientemente a las cajas de la alianza. Hasta la fecha, Estados Unidos sigue siendo el principal contribuyente en términos de dinero y contingentes. La regla es que cada país debe de mantener al menos un porcentaje de 2 por ciento del presupuesto nacional para gastos militares. Esta regla de oro, más que realidad, es un objetivo que no es alcanzado por buena parte de los países europeos exceptuando Grecia o Polonia.

Ni siquiera Alemania, el motor económico y anfitrión de este encuentro, lo cumple actualmente. La ministra de Defensa de Alemania Ursula von der Leyen lo admite, aunque no excluye que se pueda conseguir a corto plazo. Al parecer el principal proveedor de la alianza militar que nació entonces bajo la Guerra Fría en contra del Pacto de Varsovia ya no está dispuesto a seguir siendo tan protagónico. Falta saber si está en sus posibilidades el hecho de salirse, algo que por ahora ha sido desmentido formalmente.

Mientras que Angela Merkel se mostraba optimista por el futuro de la alianza y recalcaba la necesidad de contar con apoyo de parte de Washington en la lucha contra el terrorismo internacional, insistió en que los “retos de este mundo el día de hoy no pueden ser resueltos por un solo Estado. Requiere de un esfuerzo en conjunto. Tenemos que seguir adelante con estructuras multilaterales”. Claramente con una urgencia de justificar la OTAN y sin cuestionar que todos deberían de contribuir de forma proporcional en los gastos corrientes de la misma.

El tema de Siria y el Estado Islámico no dejan de ser vigentes, a pocos días de una nueva ronda de negociaciones en Ginebra, Suiza, de la cual el enviado especial de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para Siria, Staffan di Mistura se dice que podrían ser de vital importancia, en un país que no sale de la espiral de la violencia y de la intervención extranjera. El gobierno sirio, el cual desde la primera reunión de Astana, Kazajstán, y en vistas de una nueva ronda programada a la brevedad como seguimiento de la ronda suiza, espera poder llegar a un acuerdo nacional con el cual poder decretar un alto el fuego en todo el país. Moscú y Damasco abogan por una resolución donde el gobierno constitucional sería el que recuperaría los territorios conquistados por el Estado Islámico. Para otros parece ser que la solución es fragmentar el país en algún modo, sea en naciones y en regiones. En cualquier caso la desunión es evidente y algunos puntos siguen evidentemente aún sin resolver.

La posición en común en contra de Rusia por su lado parece sin cambios a grandes rasgos. La razón der ser de la misma OTAN es aún la defensa militar contra toda agresión rusa. No en vano la incorporación de países de Europa del Este, antiguos satélites o repúblicas soviéticas acercó el frente a la misma frontera de la actual Federación Rusa. Estas mismas naciones que por un lado no cumplen con sus cuotas de gasto militar, si exigen periódicamente un refuerzo en sus fronteras exteriores en pos de su supuesta seguridad. No obstante que el cumplimiento del gobierno de Ucrania no fue del todo sincero, y que los Acuerdos de Minsk II fueron una tregua a tiempos, se le echa la culpa enteramente a la actuación de Moscú a la hora de influenciar a sus aliados de la autoproclamadas Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk. Sería por lo tanto difícil imaginarse una OTAN sin un enemigo jurado, antiguamente la Unión Soviética, hoy su sucesor: la Federación Rusa.

El consenso transatlántico, a 7 décadas de su creación, se encuentra en una verdadera crisis existencial. De no contar con el absoluto y total apoyo de parte de Estados Unidos, no existiría simplemente. El hecho que los europeos hayan seguido la línea de Washington hasta ahora con sus diferencias cosméticas, sin embargo, no es algo que dure para siempre.

Tal vez sea el comienzo del final de la OTAN. Por lo pronto la unidad parece ante todo de fachada que por convicción. Mientras haya dinero y una amenaza rusa que la justifique, permanecerá. El día que estos engranajes dejen de funcionar se verá de qué madera está hecha la alianza a estas alturas de la historia.