El torpedo lanzado desde el New York Times [1] –al acusar a Moscú de violar el Tratado sobre las Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (FNI)– alcanzó su objetivo, que era agravar las ya tensas relaciones entre Estados Unidos y Rusia, frenando o impidiendo la apertura de la negociación que Trump había anunciado durante su campaña electoral.

Ese torpedo lleva la firma de Barack Obama, quien, en julio de 2014 –inmediatamente después del putsch de la Plaza Maidan en Ucrania y de la subsiguiente crisis con Rusia– acusaba al presidente ruso Vladimir Putin de haber realizado ensayos con un misil de crucero con capacidades nucleares, denominado SSC-X-8, y de haber violado con ello el Tratado FNI de 1987, que prohíbe el despliegue de misiles terrestres cuyo alcance fluctúe entre 500 y 5 500 kilómetros.

Según declaraciones de funcionarios anónimos de la inteligencia estadounidense, 2 batallones rusos ya disponen actualmente de esos artefactos. Cada uno de esos 2 batallones estaría dotado de 4 rampas móviles y de 24 misiles con ojivas nucleares.

Antes de dejar, el año pasado, el cargo de Comandante Supremo de las fuerzas aliadas en Europa, el general Philip Breedlove afirmaba que el despliegue de ese nuevo misil ruso «no puede quedar sin respuesta». Lo que no decía el general estadounidense Breedlove es que la OTAN mantiene desplegadas en Europa –y apuntando hacia Rusia– alrededor de 700 cabezas nucleares estadounidenses, francesas y británicas, casi todas listas para ser utilizadas en cualquier momento. Tampoco dijo el general Breedlove que a medida que ha ido extendiéndose por el territorio de la antigua URSS, la OTAN ha acercado sus fuerzas nucleares al territorio de Rusia.

En esa estrategia se inserta la decisión, adoptada por la administración Obama, de reemplazar las 180 bombas nucleares [estadounidenses] B-61 –desplegadas en Italia (50 en la base de Aviano y 20 en la de Ghedi Torre), Alemania, Bélgica, Holanda y Turquía– por las B61-12: nuevas armas atómicas dotadas de 4 opciones de poder destructivo seleccionables según el tipo de objetivo que se pretende atacar y capaces de penetrar en el territorio del adversario para destruir los búnkeres de los centros de mando. Se trata de un programa de 10 000 millones de dólares, o sea que cada ejemplar de la nueva bomba atómica [estadounidense] costará más que su peso en oro.

Simultáneamente, Estados Unidos ya instaló en Rumania la primera batería terrestre de misiles de la «defensa antimisiles», a la que seguirá la instalación de otra en Polonia, con misiles del sistema Aegis, ya instalados por demás a bordo de 4 navíos de guerra estadounidenses desplegados en el Mediterráneo y el Mar Negro. Se trata del llamado «escudo», cuya función es en realidad de carácter ofensivo ya que, de completarse su instalación, Estados Unidos y la OTAN pondrían a Rusia bajo la amenaza de un primer golpe nuclear, puesto que Washington y Bruselas podrían contar entonces con la capacidad de dicho «escudo» para protegerse de la represalia.

Además, el sistema de lanzamiento vertical Mk-41 de Lockheed Martin, instalado en los navíos y en la base de Rumania, es capaz –según las especificaciones técnicas del fabricante– de lanzar «misiles para todo tipo de misiones», incluyendo misiones «de ataque contra objetivos terrestres con misiles de crucero del tipo Tomahawk», que también pueden llevar cabezas nucleares.

Moscú ya advirtió que esas baterías, por ser capaces de lanzar también misiles nucleares, violan el Tratado FNI.

¿Qué hace la Unión Europea ante esta situación? Mientras clama a los cuatro vientos que está comprometida con el desarme nuclear, la Unión Europea está concibiendo en sus círculos políticos lo que el New York Times define como algo «anteriormente impensable: un programa de armamento nuclear de la UE.»

Según ese plan, el arsenal nuclear francés sería «reprogramado para proteger el resto de Europa y pasaría a estar bajo un mando común europeo», que lo financiaría con un fondo común. Eso sucedería «si Europa ya no pudiese contar con la protección estadounidense». En otras palabras, si Trump –llegando a un acuerdo con Putin– decidiese suspender el despliegue de las bombas B61-12 en Europa. Sería entonces la Unión Europea quien garantizaría la continuación de la confrontación nuclear con Rusia.

Fuente
Il Manifesto (Italia)

Traducido al español por la Red Voltaire a parir de la versión al francés de Marie-Ange Patrizio

[1Russia Has Deployed Missile Barred by Treaty, U.S. General Tells Lawmakers”, Michael Gordon, The New York Times, 9 de marzo de 2017.