El 18 de septiembre de 1960, Fidel Castro llegó a Nueva York al frente de una delegación oficial con pleno derecho como país miembro para participar en el mencionado evento de la ONU, pero poco después de su arribo la gerencia del hotel Shelburn, donde se hospedaban, notificó que debían abandonar dicho lugar. Ninguna instalación hotelera importante accedió a acoger al líder cubano y sus compañeros por presiones del gobierno.

Ante la prensa, el Comandante en Jefe denunció la agresión de que era objeto e hizo pública su decisión irrevocable de asistir a la Asamblea General, por lo cual ordenó empacar las mochilas para acampar en los jardines de la ONU.

Para la época, las condiciones de seguridad para el dirigente de la Isla y el resto de la delegación, no podían ser peores en Estados Unidos por la escalada agresiva del imperialismo yanqui contra la joven Revolución a la que la CIA le había declarado una guerra a muerte y proyectado los primeros planes de atentados contra el líder cubano.

Todo ese clima de inseguridad contra la delegación estaba regido por la metodología de la central de inteligencia yanqui denominada “asesinato del carácter”, consistente en la aplicación en serie de medidas psicológicas y de provocación con las que se esperaba que Fidel interrumpiría el viaje, pero el gobierno estadounidense estaba en un garrafal error al no aquilatar las extraordinarias condiciones del hombre al que se enfrentaba.

Para el líder revolucionario se imponía correr el riesgo y hacer valer la voz de Cuba en la ONU, ante las campañas de mentiras y difamación sobre la Revolución elaboradas por las matrices de propagandas norteamericanas y replicadas por la inmensa mayoría de los medios en el mundo, con el fin de crear condiciones para un ataque contra el territorio caribeño.

Ante la firmeza de la delegación cubana y de su jefe, dispuestos a acampar en casas de campaña en los lujosos jardines de la ONU, algunos grandes hoteles accedieron a recibir a los visitantes, pero Fidel decidió aceptar el ofrecimiento solidario de Love Woods, dueño del hotel Theresa en el barrio negro de Harlem, con lo cual convirtieron los alrededores del inmueble en un permanente acto de multitudes que lo aclamaban y resultaba imposible de controlar por los planes preestablecidos por la policía.

Hasta el Theresa fue el premier soviético, Nikita Jrushov, a saludar al primer ministro cubano, quien se entrevistó con innumerables personalidades internacionales y estadounidenses, incluyendo al líder negro Malcon X.

El 26 de septiembre de 1960, Fidel pronunció su memorable discurso en la XV Asamblea General de las Naciones Unidas, en el cual demostró que la administración estadounidense atacaba a la Isla y defendía los intereses imperialistas de los grandes consorcios nacionalizados; y apoyó las causas de los pueblos del Tercer Mundo, lo que suscitó el apoyo de la mayoría de los países del mundo.

En una parte de su intervención, Fidel reveló una comunicación del gobierno cubano al de Estados Unidos el 27 de enero de 1960, favorable a las negociaciones entre ambas naciones y rechazada por la Casa Blanca y ratificaba la disposición de Cuba de negociar en igualdad de condiciones las divergencias bilaterales.

Tuvieron que transcurrir 55 años en los que Estados Unidos utilizó todos los medios a su alcance para acabar con el proyecto cubano, para que la anterior administración del presidente Barack Obama reconociera el fracaso de esa política, la que al parecer intenta retomar en algunos de sus aspectos el actual mandatario Donald Trump, a quien le espera el mismo fracaso que el de sus predecesores. (ACN)

Fuente
Agencia Cubana de Noticias
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