Palabras que encierran verdades

Hace un año no tuve exactamente una celebración del día del amor, no fui nunca muy creyente del sentimiento que supuestamente nace a primera vista, ese del que uno suspira y hasta llora cuando lee las novelas del más cursi amor, o cuando ves las historias, de “había una vez”, y empiezas a creer que los finales felices sí pueden existir en algún lugar del universo, tal vez en la estratósfera o en el inframundo, todo ese ramillete de romanticismo carecía de realidad absoluta para mí, hasta que finalizando el año 2015, en medio de la semana, cerca de las doce del día, en el caos de Madrid, te conocí.

Una vez leí una linda historia muy antigua y al mismo tiempo trágica, alguien por amor tuvo que esperar siete años para culminar la satisfacción de poder amar y ser amada, en algún momento llegué a pensar que alguna maldición me perseguía y que quizás a estas alturas de mi vida, había conocido el verdadero amor, aquel hombre que logró que las cenizas de mi corazón, que se habían quemado de tanto esperar y nunca recibir lo que anhelaba y soñaba, se pudieran levantar, resucitar, pero era algo imposible, algo ilegal, algo ilícito, era casi un crimen, un pecado nominal, algo que nunca se iba a poder realizar, me sentí como una pequeña planta, que estaba muerta y que de pronto recibió la luz del sol, que del horizonte recibió una mirada, una sonrisa, y que cayó un manantial de alegría, de esperanzas, una brisa que iluminaba cada mañana a mi corazón, que me daba fuerzas y me permitía soñar despierta, día y noche y comprendí tristemente que estaba irremediablemente enamorada.

Está crónica, la estoy escribiendo con lágrimas en los ojos, pero no son lágrimas de tristeza sino de puro amor, un amor muy azul y cuando me refiero a ese color, es porque es muy puro, es porque no ha sido contaminado, es un amor que solo se conforma con una sonrisa, con una mirada, un amor limpio y claro, tan claro como el agua fresca que cae del cielo al llover, es incólume, inmaculado, un amor que se alimenta del día a día, que no lamenta el pasado, que no imagina nunca un futuro, que no se hace ilusiones, que sabe dónde está ubicado, que aterriza siempre, un amor sin bajas pasiones, un amor sin fiebres de otoño, un amor valiente y al mismo tiempo tan cobarde, algo hermoso, que nunca fue premeditado sin alevosía alguna, ni ventaja ni siquiera efímera, un amor tan doloroso y espinoso porque sé que nunca va a ser, y es bueno ser racional y aceptarlo.

Y tú, hombre que me devolviste la ilusión, que nunca me has tocado, que jamás me has besado, que no conoces mis olores, que no has llorado a mi lado, que la vida no te ha dado tiempo ni para tener una pequeña charla conmigo con risas infundadas y tontas, como dos locos adolescentes, olvidando todo y tú, mi inspirador caballero, que aunque juntos nunca hemos vívido nada, sabes que me has hecho perder la razón, sé que puedo decirle a cualquiera que no siento nada por ti, pero estoy segura que conoces de este amor que llevo en mi alma, sé que sabes que eres tú el hombre que yo amo, sé que sonríes muy dentro de ti, cuando me ves temblando cuando mis ojos se pierden en los tuyos, cuando observas cómo la timidez que tu amor provoca, me deja muda, sin poder decir una sola palabra, tú mi gran amor ya la sabes porque hace mucho que Cupido te lo ha contado todo.