El Contrato para el Gobierno del Cambio, estipulado por Luigi Di Maio y Matteo Salvini en nombre del Movimiento 5 Estrellas y de la Liga del Norte, por un lado «confirma la pertenencia [de Italia] a la alianza atlántica, con Estados Unidos como aliado privilegiado», mientras que por otro lado promete «una apertura a Rusia, a percibirla no como una amenaza sino como un socio económico y comercial (razón por la cual es oportuno retirar las sanciones), al que hay que rehabilitar como interlocutor estratégico para resolver las crisis regionales» e incluso como «socio de la OTAN».

Esa fórmula no es nueva. En junio de 2016, el entonces primer ministro Matteo Renzi aseguraba al presidente Vladimir Putin que «la guerra fría ha salido de la Historia» y que «Europa y Rusia deben ser excelentes vecinos». Pero un mes después, en la cumbre de Varsovia, el mismo Renzi suscribía el pacto estratégico entre la Unión Europea y la OTAN contra Rusia.

¿Qué piensa hacer el nuevo gobierno para no «percibir» a Rusia como una amenaza y actuar de manera consecuente con lo que sería una actitud nueva, manteniéndose sin embargo dentro de la OTAN, que bajo las órdenes del «aliado privilegiado» sigue estando militarmente comprometida contra la «amenaza rusa»?

El nuevo gobierno italiano, que pretende «reevaluar nuestra presencia en las misiones internacionales bajo la perspectiva de su verdadera importancia para el interés nacional», ¿retirará las tropas italianas desplegadas en Letonia y los cazabombarderos italianos desplegados en Estonia, al borde del territorio ruso, bajo el pretexto –inventado por la OTAN– de enfrentar «la agresión rusa»?

¿Impedirá que los centros de mando y la bases militares que Estados Unidos y la OTAN tienen en Italia sean utilizados en la realización de operaciones militares contra Rusia? Y, lo más importante, ¿se negará el nuevo gobierno italiano a recibir las nuevas bombas nucleares B61-12 que Estados Unidos pretende desplegar contra Rusia, en Italia, exponiendo con ese despliegue nuestro país a crecientes peligros como base avanzada de la estrategia nuclear estadounidense?

¿Se negará el nuevo gobierno italiano a poner a disposición del Pentágono –en el marco de la OTAN– pilotos y aviones [italianos] para el ataque nuclear? ¿Solicitará a Estados Unidos, basándose en el Tratado de No Proliferación de las armas nucleares –hasta ahora violado– que se lleve de nuestro territorio todo su armamento nuclear? ¿Se incorporará al Tratado de la ONU sobre la Prohibición de las Armas Nucleares? En todo caso, Luigi Di Maio se comprometió a hacerlo al firmar el ICAN Parliamentary Pledge.

La decisión de no incorporarse al Tratado de la ONU fue tomada, antes de que la cuestión se planteara al parlamento italiano, en el Consejo del Atlántico Norte, donde –según las normas de la OTAN– «no ha votación ni decisión por mayoría» sino que «las decisiones se toman por unanimidad y de común acuerdo», o sea con el consentimiento de los Estados Unidos de América, país que ejerce –por derecho– el cargo de Comandante Supremo de las fuerzas aliadas en Europa así como los demás cargos fundamentales en la cadena de mando de la OTAN.

En cuanto a la industria militar, el Contrato para el Gobierno del Cambio juzga «indispensable ejercer su tutela, con particular atención al financiamiento de la investigación, la concepción y la construcción de barcos, aeronaves y sistemas de comunicación».

¿Qué hay de nuevo en el programa del «gobierno del cambio» en relación con el Libro Blanco para la Defensa, institucionalizado por el gobierno de Paolo Gentiloni, que define la industria militar como «pilar del Sistema País»?

¿Interrumpirá el nuevo gobierno, o proseguirá, la participación en el programa del avión de guerra estadounidense F-35, que compromete Italia a comprar 90 de esos aparatos, lo cual representa un gasto de entre 13 000 y 16 000 millones de euros?

Y, en materia de gastos militares, ¿se negará el nuevo gobierno italiano a incrementarlos o mantendrá el compromiso –contraído ante Estados Unidos y la OTAN por los anteriores gobiernos– de elevarlos de los actuales 70 millones de euros diarios a unos 100 millones al día? Es un gasto inevitable para quien quiera seguir teniendo a los Estados Unidos de América como «aliado privilegiado».

Fuente
Il Manifesto (Italia)

Traducido al español por la Red Voltaire a partir de la versión al francés de Marie-Ange Patrizio