Señora Presidenta de la Asamblea General,
Secretario General de las Naciones Unidas,
Jefes de Estado,
Jefes de Gobierno,
Ministros,
delegados y delegadas,

Tengo el honor de dirigirme a ustedes como Presidente del Gobierno de España. Lo hago con la
emoción que me inspira esta Sala. Y con el respeto a los valores que dieron origen y guían la labor
diaria de esta Organización.

Quiero comenzar mi intervención destacando que, por primera vez en la historia, una mujer
latinoamericana, María Fernanda Espinosa, preside esta Asamblea. Un símbolo más de que la
gobernanza global en el siglo XXI no puede entenderse sin el liderazgo de la mujer. Soy un político
feminista. Este es el tiempo de las mujeres.

Siempre he tenido la convicción de que el multilateralismo permite conseguir cotas que serían
inalcanzables desde la acción individual de los Estados.

Quiero, desde esa idea, reivindicar el valor del acuerdo y el diálogo para enfrentar los desafíos que
tiene por delante la comunidad internacional. Desafíos que España encara desde la esperanza de
la acción común frente a quienes infunden temor e incertidumbre.

Nuestro compromiso con Naciones Unidas surge de unos mismos valores y una misma convicción:
la búsqueda de la justicia en todas sus manifestaciones, mediante el respeto a la dignidad humana,
la democracia, la libertad, la igualdad y los derechos humanos, haciendo nuestros, hoy más que
nunca, los objetivos de promover la paz y el bienestar de los pueblos.

Las Naciones Unidas, al igual que el proyecto europeo en el que creo firmemente, no nacen de una
utopía idealista como algunos quieren hacer ver con desdén. Nacen de la victoria sobre las fuerzas
del odio, el racismo y la tiranía.

El mundo se enfrenta hoy a grandes desafíos globales. Se nos piden hechos. Una auténtica
agenda del cambio.

Este tiempo no requiere de mensajes nacionales o excluyentes. Es el momento de forjar un nuevo
liderazgo cooperativo desde la voluntad, no sólo de escuchar al otro, sino de entender el porqué de
sus razones. De asumir, con un profundo sentido de la empatía, que nadie, por sí solo, tiene el
monopolio de la verdad. Necesitamos liderazgos capaces de construir consensos y forjar acuerdos,
de encontrar soluciones aprovechando sinergias.

No podemos despreciar todo lo que hemos conseguido trabajando juntos. El mundo es hoy un
lugar mejor de lo que era. Y mucho mejor de lo que habría sido si Naciones Unidas no hubiera
existido. Pero la verdadera fuerza de esta organización no reside en los méritos pasados. Sino en
todo aquello que puede conseguir para ganar el futuro.

El momento es ahora. Somos la última generación que tiene en su mano frenar las consecuencias
del cambio climático. Y la primera que tiene las herramientas para erradicar la pobreza en el
planeta.

No se trata de ver obstáculos, sino oportunidades. Se trata de convertir el cambio en un catalizador
para alcanzar el desarrollo sostenible. No es un ideal. Es una necesidad.

Muchos países se enfrentan al diler, ¡a entre de seguir siendo sociedades abiertas o transformarse
en sociedades cerradas. Como si el retorno a la falsa calma de las fronteras y la renuncia a la
acción colectiva fueran la única receta ante las incertidumbres de nuestro tiempo. Ya sabemos a
dónde conducen esas ideas.

Es el momento de mirar más allá de lo que nos dicta la inmediatez de un tiempo en el que todo
parece acelerarse de repente.

Dejemos atrás la década perdida de la crisis económica y la desigualdad creciente. Nuestro
compromiso tiene nombre, fecha y metas: la Agenda 2030 para los Objetivos del Desarrollo
Sostenible.

De Kofi Annan, a quien hoy quiero rendir tributo, aprendimos que los derechos humanos, el
desarrollo y la seguridad se alimentan de forma recíproca.

Quiero apelar a estos ejes desde una concepción dé partida: debemos situar la dignidad del ser
humano en el centro de !a acción política.

Los principios que nos trajeron a este momento de nuestra historia no están ni estarán en retirada.
Sino más vigentes que nunca.

Ahí estará España: en la defensa de estos valores. Porque sin dignidad, sin igualdad entre mujeres
y hombres, sin respeto a los derechos humanos no habrá ni paz ni desarrollo.

Como Estado miembro del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas hasta 2020,
apoyamos las iniciativas que refuercen la capacidad de dicho Consejo y de la Alta Comisionada de
Naciones Unidas para los Derechos Humanos. Tenemos la fortuna de que quien ejerce esa
responsabilidad sea alguien de la talla política y humana de Michelle Bachelet.

La Declaración
Universal de Derechos Humanos, de la que celebramos su 70 aniversario, nos ofrece el marco de
referencia para seguir avanzando.

Señora Presidenta,

No hay mayor injusticia que aquella que define lo que un ser humano será o no en la vida
dependiendo de que nazca hombre o mujer.

¿Cómo podemos medir todo lo que nuestras sociedades han perdido cuando aceptaron durante
generaciones esa discriminación?

La humanidad no puede tolerar esta injusticia. Debemos desarrollar una auténtica hoja de ruta
global para erradicar todas las discriminaciones que todavía sufre la mujer, ya se llame violencia
de género, trata de mujeres o mutilación genital.

Cuenten con el compromiso de España para lograrlo.

El gobierno que presido tiene un 60% de mujeres porque aspira a liderar desde el ejemplo. Porque
la batalla se libra en las empresas, en la educación y en la sociedad. Liderazgo allí donde las
inercias siguen construyendo techos de cristal. Felicito al Secretario General por haber logrado la
paridad entre hombres y mujeres en su equipo directivo y de gestión por primera vez en la historia
de las Naciones Unidas.

España seguirá impulsando la Agenda de Mujeres, Paz y Seguridad. La participación de la mujer
como agente de paz en todas las fases de los conflictos es clave. Seguiremos apoyando la
indiscutible labor de ONU Mujeres, a cuya creación contribuimos muy activamente, siendo el primer
donante que estableció un Marco de Asociación con la organización. Me he sumado además al
Círculo de Liderazgo que impulsa el Secretario General para combatir la explotación y los abusos
sexuales en las operaciones de las Naciones Unidas. Es imprescindible promover una cultura de
tolerancia cero en este terreno.

Señora Presidenta,

No hay atajos ni soluciones inmediatas para enfrentar los grandes desafíos de nuestro tiempo,
como son la crisis de los refugiados y las migraciones.

La humanidad no puede aceptar como inexorable que 68 millones de personas estén desplazadas
de forma forzosa en el mundo, de los cuales más de 25 millones son refugiados y más de 3
millones demandantes de asilo.

En este periodo de sesiones, la Asamblea General adoptará el Pacto Mundial para los Refugiados.

Es un gran salto adelante.

Debemos trabajar estrechamente con el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los
Refugiados y reconocer la situación que este drama provoca en los países receptores. Sobre todo,
sabiendo que el 85% del total de refugiados ’J demandantes de asilo se concentra en países en
vías de desarrollo.

Empatía y compromiso con esos Estados. Y, por encima de todo, justicia y reparto equitativo de
esta responsabilidad en la que todos tenemos la obligación de ayudar.

Señora Presidenta,

España ha sufrido los embates de la crisis económica como pocos Estados en Europa Occidental.
Pese a ello, la inmensa mayoría de la sociedad española jamás ha dado la espalda al drama
migratorio.

Me siento orgulloso de ello. Me siento orgulloso de una sociedad que no se ha dejado radicalizar al
calor de un discurso xenófobo y basado en la cultura del miedo al diferente.
Quizás sea por el recuerdo de nuestra historia. Fuimos país de emígrantes. Y de refugiados
también. Y, por ello, no vamos a escapar de nuestros compromisos internacionales. Si acogemos
un barco a la deriva en el Mediterráneo con 630 seres humanos es tanto porque la legislación
internacional lo exige como porque es un imperativo moral.

España da la bienvenida al Pacto Mundial para una Migración Segura, Ordenada y Regular, que
deberá ser adoptado en Marrakech en diciembre.

Cuando la migración es segura, ordenada y regular es posible beneficiarse de sus efectos
positivos. Frente a la imagen de países fortaleza, de narrativas excluyentes y xenófobas,
reivindicamos las ideas de solidaridad, humanidad y respeto.

Desde España sabemos bien lo que representa este desafío. Somos país de origen, tránsito,
destino y retorno. Defendemos una política migratoria cuyo objetivo último sea abordar las causas
profundas de la migración, como la pobreza, la degradación ambiental o la ausencia de
expectativas. En última instancia, deberíamos aspirar a que la decisión de migrar sea una opción
libre, y no una necesidad. Esta política pasa por el diálogo y la cooperación con los países de
origen y tránsito. Especialmente con África, donde 9 de cada 1 O personas vivirán en extrema
pobreza en 2030.

Señora Presidenta,

Hay muchas formas de pobreza. Permítanme que señale la inmoralidad de la pobreza infantil y la
que afecta a las mujeres. Más de 15 millones de niñas en edad escolar no tendrán nunca la
oportunidad de leer o escribir en la escuela primaria. Y 330 millones de mujeres viven con menos
de 2 dólares al día.

Para combatir éstas y otras formas de pobreza quiero hablar del porqué de una perspectiva global.

Del porqué de un nuevo humanismo del siglo XXI, basado en los valores que han proporcionado
mayor prosperidad a la humanidad a lo largo de la historia.

La Agenda 2030, con sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, representa la actualización de ese
espíritu en el que el ser humano y el planeta ocupan un lugar central. Debemos asumirlo como un
nuevo Contrato Social Global que nos obliga a todos y que nos vincule con las generaciones del
mañana.

España va a trabajar con determinación en este camino. Hemos aprobado un Plan de Acción para
la aplicación de la Agenda 2030 y pondremos en marcha una Estrategia Nacional de Desarrollo
Sostenible. De hecho, muchas de las medidas adoptadas por el gobierno traen causa, de forma
directa, de nuestra voluntad de cumplir sus objetivos: lucha contra la violencia de género, medidas
contra la pobreza infantil, contra la pobreza energética, sanidad universal, política de becas para
fomentar la igualdad de oportunidades y mejora de los derechos laborales. Eso es la Agenda 2030.

España avanza, en la senda trazada por Naciones Unidas. Lo hicimos en el pasado, siendo
impulsores de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, con la mayor contribución realizada por un
solo donante en el sistema de Naciones Unidas, y de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

También creamos el Fondo de Cooperación para Agua y Saneamiento para América Latina y el
Caribe, en el que hemos invertido más de 800 millones de euros.

Pero nada de todo lo dicho hasta el momento tiene sentido si no atajamos la gran amenaza de
nuestra generación: Jos efectos del cambio climático.

Les hablo desde un país en el que el 40% de su superficie está amenazado por la desertificación.

Tenemos que dar esta batalla a todos los niveles. Eso supone atender los efectos más inmediatos.

Pero también atender a las causas estructurales. Por eso, somos conscientes de la necesidad de
emprender una descarbonización controlada de nuestra economía.

Ayer anuncié que España se sumará a la Coalición para la Neutralidad del Carbono. Con ello, nos
comprometemos a poner en marcha estrategias a brgo plazo con objetivos ambiciosos de
reducción de emisiones de gases de efecto invernad e o, que nos permitan dar pleno cumplimiento
al Acuerdo de París. Y es que resulta inaplazable poner en marcha un proceso de transición
ecológica justa, para sentar las bases de un nuevo modelo productivo. Nuestro futuro pasa por las
energías renovables y las tecnologías limpias. Sólo desde esa perspectiva, se podrá compaginar el
bienestar material con la justicia social y la sostenibilidad ambiental.

Participaremos de manera constructiva para que la COP24 de Katowice en Polonia y la Cumbre de
Cambio Climático que organizará el Secretario General el año que viene sean un éxito. Tenemos
que ser capaces de avanzar en el cumplimiento del Acuerdo de París y estas reuniones ofrecen la
ocasión para ello.

Señora Presidenta,

Nos corresponde también avanzar en la seguridad, pero una seguridad centrada en el ser humano.

Hemos tardado mucho en aprender que la seguridad es mucho más que un concepto ligado a la
defensa, en el sentido militar del término. Que encuentra su razón de ser, no tanto en la ausencia
de conflicto, sino en la garantía de que el ser humano pueda ejercer su libertad.

El terrorismo continúa siendo una de las principales amenazas contra la libertad. Un fenómeno que
no nace de un presunto choque de civilizaciones, como algunos vaticinaron.

Hay pocos ámbitos en los que la cooperación, el multilateralismo y el liderazgo colaborativo
puedan dar más y mejores frutos. La lucha contra sus redes de financiación, la cooperación policial
y judicial a nivel internacional o el intercambio de información e inteligencia son fundamentales.

Pero también es imprescindible combatir el eco del odio y la violencia en todos los foros. Debemos
hacer todo lo posible para evitar que los jóvenes caigan presos del fanatismo y los discursos
radicales y excluyentes.

Gobiernos y sociedad civil tienen que apostar por la integración social y económica, capaz de
evitar que las redes de captación ocupen ese espacio. Es ahí, en el vacío de la expectativa de
desarrollo personal, donde tenemos que ganar la batalla.

Del mismo modo, hemos de ser capaces de superar cualquier atisbo de fractura y resentimiento
construyendo una narrativa de memoria y solidaridad que incorpore el relato de las víctimas y que
refuerce la cohesión de nuestras sociedades.

Invertir en educación, en la juventud, ac.optar un enfoque adecuado e integrador en la cuestión
migratoria y dar herramientas a los medios de comunicación para combatir los discursos del odio y
Juchar contra los estereotipos resultan esfuerzos también esenciales. Esas son precisamente las
áreas de acción de la Alianza de Civilizaciones, un instrumento de diálogo entre culturas y
religiones.

Es preocupante la tensión creciente en el ámbito de la proliferación nuclear y las armas de
destrucción masiva. El mundo no puede permitirse otra carrera de armamentos.
Debemos
esforzarnos en recuperar el consenso perdido y fortalecer el régimen de no proliferación.
La propagación de los conflictos armados y su naturaleza cambiante, cada vez más híbrida y
compleja, también requiere nuestra atención. España apuesta decididamente por reforzar el papel
de Naciones Unidas en el mantenimiento de la paz y la seguridad internacional.

Apoyamos las medidas impulsadas por el Secretario General de Naciones Unidas de hacer de la
prevención y la consolidación de la paz el centro de la acción de Naciones Unidas. También
apoyamos sus esfuerzos para reformar la arquitectura, funcionamiento y gestión de las
Operaciones de Mantenimiento de Paz, a las que España contribuye muy activamente desde hace
décadas. Más de 160.000 soldados españoles han participado, con lealtad y compromiso, en las
Operaciones de Mantenimiento de la Paz de esta Organización. En coherencia con ello, España
suscribió la Declaración de Compromisos Compartidos sobre las operaciones de mantenimiento de
la paz impulsada por el Secretario General.

Pero no es suficiente sólo con prevenir, mantener y consolidar la paz, sino que allí donde el
conflicto se produce, debemos actuar. Reivindicamos la aplicación y el respeto del Derecho
Internacional Humanitario, de tal manera que su violación no quede impune.

Apelo a la justicia para perseguir y enjuiciar a quienes cometen crímenes de guerra, genocidio y
lesa humanidad. El trabajo de la Corte Penal Internacional en este sentido es irremplazable.

Y hago un llamamiento a la responsabilidad de los Estados y de la comunidad internacional de
proteger a sus poblaciones civiles. España apoya la iniciativa franco-mexicana para limitar el uso
del veto en el caso de atrocidades masivas. Catástrofes humanitarias como las de Siria o lrak nos
recuerdan el precio a pagar por no llegar a tiempo.

Señora Presidenta,

Para que el sistema multilateral sea eficaz, necesitamos r jnovarlo y reforzarlo.
Porque así
estaremos defendiendo aquello en lo que creemos.
Apoyamos decididamente la reforma del sistema de Naciones Unidas impulsada por el Secretario
General. Tenemos por delante el reto de integrar de forma clara los pilares de paz, desarrollo
sostenible y derechos humanos. Y de evitar las duplicidades y solapamientos que lastran a esta
Institución.

Tenemos que reconquistar a la opinión pública, ganarnos el favor de una ciudadanía en la que ha
crecido el escepticismo acerca de una organización que no puede vivir de los réditos de la historia
y tiene que encarar con ambición la tarea de seducir a nuevas generaciones.
Toda nuestra fuerza descansa en aquello que Naciones Unidas es capaz de proyectar al mundo.

Por ello, pido la máxima ejemplaridad. Estar a la altura de quienes representan lo mejor de ella
misma: sus trabajadoras y trabajadores en zonas de conflicto. A todos ellos, a quienes poríen cara
al trabajo diario sobre el terreno, mí reconocimiento sincero.

El desafío del descrédito de la política también se juega en el ámbito multilateral. Tenemos que
ganar esa batalla frente a quienes extienden la sombra de la incertidumbre con un solo propósito:
sembrar la duda en la labor de las organizaciones internacionales.

Somos un aliado fiable en esta tarea.

Señora Presidenta,

Hay dos asuntos en el marco de Naciones Unidas que deseo traer a colación.

En relación con Gibraltar, la posición de España es conocida y se alinea con la doctrina de
Naciones Unidas. La decisión del Reino Unido de abandonar la Unión Europea conlleva la salida
de Gibraltar de la Unión. Deseo que aprovechemos esta circunstancia histórica para que la nueva
relación que pudiera establecerse entre la Unión Europea y Gibraltar, y que ha de pasar
inevitablemente por España, aporte prosperidad y beneficie a toda la región, a los gibraltareños y al
área más amplia del Campo de Gibraltar.

Nos preocupan las crisis que todavía subsisten, como la del Sahara Occidental, que nos es tan
próxima. España defiende la centralidad de las Naciones Unidas y desea contribuir a los esfuerzos
del Secretario General de Naciones Unidas y de su Enviado Personal para alcanzar una solución
política, justa y duradera y mutuamente aceptable, que prevea la libre determinación del pueblo del
Sahara Occidental en el marco de las disposicionu. conformes a los principios y propósitos de la
Carta de las Naciones Unidas.

Señora Presidenta,

España es una democracia plena, bien posicionada en todos los índices globales que miden la
calidad democrática de sus instituciones. Y que ha hecho de la defensa y el compromiso con el
multilateralismo una seña de identidad.

Hoy como hace ocho décadas, el mundo se enfrenta a grandes amenazas. El liderazgo
cooperativo, del que España es parte, exige una renovada apuesta por el multilateralismo. Los
problemas globales sólo encontrarán solución a través de la cooperación entre Estados.

Hagamos posible que la década por llegar, represente la victoria del consenso y la derrota de
quienes sólo pretenden escuchar el eco de su propia voz.

Les hablo desde una ciudad que vio llegar a millones de seres humanos huyendo de la pobreza y
la persecución política, racial o religiosa. En su inmensa mayoría, europeos. Hoy, desde las dos
orillas del Atlántico Norte un velo de amnesia colectiva se extiende sobre el recuerdo de lo que
fuimos y de lo que somos: pura diversidad.

Como dijera León Felipe, gran poeta español del exilio:
Lo que importa no es llegar solos y los primeros; sino llegar todos juntos y a tiempo.

Nada define mejor los objetivos de Naciones Unidas que la vitalidad de la Agenda 2030. Nos
muestra el horizonte de esperanza de esta década que tenemos que ganar para llegar, por fin,
juntos y a tiempo, sin dejar a nadie atrás.

Muchas gracias.
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