A la luz del derecho internacional, el gobierno de la República Árabe Siria es responsable de la defensa del territorio sirio, incluyendo las zonas bajo control de grupos terroristas antigubernamentales. Lo mismo sucede con las aguas territoriales y el espacio aéreo de Siria. Aunque el gobierno legítimo de Siria solicitó apoyo ruso para el Ejército Árabe Sirio en la lucha contra los grupos terroristas, la Federación Rusa ha sido cuidadosa en no suplantar –ni siquiera en el marco de esa ayuda– al gobierno sirio en lo que constituye su derecho soberano a la defensa de su territorio nacional y de su espacio aéreo.

En el pasado, ignorando las normas internacionales y las decisiones de la ONU, Estados Unidos y sus aliados, en particular la OTAN, procedieron a ocupar militarmente Irak y Afganistán e impusieron una zona de exclusión aérea sobre Libia y Yugoslavia.

Pero en Siria, el contingente ruso no es una fuerza de ocupación. Por consiguiente, el presidente ruso no le fijó como misión ni ocupar el territorio, ni crear una zona de exclusión aérea sobre el territorio sirio, aunque las fuerzas armadas rusas contaban con la capacidad operacional necesaria para crear esa zona de exclusión.

El acuerdo que Rusia había concluido con Estados Unidos e Israel, para evitar accidentes que implicaran la destrucción de sus aviones, se limita a los espacios aéreos alrededor de la base aérea de Hmeymim y de la base naval próxima a Tartús, incluyendo las instalaciones alrededor del puerto de Tartús. Ese acuerdo fue respetado. Prueba de ello es que los rusos sólo utilizaron sus medios antiaéreos contra los drones de los islamistas armados que amenazan la base aérea de Hmeymim.

El 17 de septiembre de 2018, cuando fue derribado el Il-20 ruso, los F-16 israelíes estuvieron muy cerca de violar el acuerdo con Rusia actuando contra objetivos que se hallaban dentro de la zona prohibida, a sólo 10 kilómetros de la base aérea de Hmeymim. A pesar de ello, los medios antiaéreos rusos no actuaron contra los aviones israelíes.

La frontera entre Siria y Líbano se halla en un terreno montañoso, de manera que la detección radar de la defensa antiaérea siria y el direccionamiento de los misiles antiaéreos sirios son imposibles cuando deben lidiar con objetivos que vuelan a baja altura en el espacio aéreo libanés o cerca de la costa libanesa. El Líbano no dispone de misiles antiaéreos ya que su gobierno depende de Arabia Saudita para financiar su ejército. Además, Arabia Saudita ha sido el principal proveedor de financiamiento, de hombres, de armas, de municiones y de entrenamiento de los terroristas que luchan contra el ejército nacional de Siria.

O sea, Arabia Saudita no tienen ningún interés en armar al Líbano con misiles antiaéreos que impedirían a los aviones israelíes violar el espacio aéreo libanés, lo cual parece indicar que Arabia Saudita mantiene una cooperación política y militar muy estrecha con Israel.

En todo caso, Israel acostumbra a atacar objetivos en Siria desde el espacio aéreo libanés.

Siria no tiene estaciones de radar en su frontera oriental, ni en el norte de su territorio, ni en las zonas ocupadas por el Emirato Islámico (Daesh), lo cual incluye la provincia de Raqqa. Esa zona se halla bajo la ocupación de los separatistas kurdos –las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS)– que cuentan con apoyo y armamento proporcionado por Estados Unidos.

Rusia desplegó en Siria un avión-radar A-50U (similar a los AWACS estadounidenses [1]) que se mantiene en la zona de patrullaje durante 9 horas y sigue simultáneamente hasta 150 objetivos aéreos en un radio de hasta 350 kilómetros, sin verse afectado por el tipo de relieve. Hasta ahora, las coordenadas de esos objetivos no se transmitían a los radares terrestres sirios porque estos últimos no disponían de un sistema de gestión automatizada capaz de comunicar con el avión-radar ruso.

Al disponer las fuerzas armadas sirias del sistema ruso de gestión automatizada Polyana D4M1, los datos recogidos tanto por los aviones-radar rusos A-50U como por los satélites rusos de observación y los radares de última generación de las baterías de misiles antiaéreos rusos S-400 desplegadas en Latakia llegarán a los puestos de mando de la fuerza aérea siria y, por tanto, a todos los sistemas de misiles antiaéreos sirios.

Sin embargo, no existe un arma infalible y, como siempre ha hecho hasta ahora, Israel tratará de buscar puntos débiles en el sistema Polyana D4M1. Es fundamental tener en cuenta que, tras el derrumbe de la URSS, gran cantidad de judíos ex soviéticos emigraron a Israel. Algunos eran científicos de renombre, conocedores del armamento soviético, y su incorporación a la industria militar ha sido muy provechosa para Israel.

Esos expertos israelíes, originarios de la ex URSS, conocedores del armamento soviético, sabían lo que acabó sucediendo el 17 de septiembre. Tanto el radar de vigilancia del espacio aéreo como el radar de direccionamiento de los misiles antiaéreos S-200 están situados cerca de la rampa de lanzamiento, o sea a más de 100 kilómetros del avión ruso que acabó siendo derribado. A esa distancia, es poco perceptible la separación entre la señal que el avión ruso producía en el radar y las señales falsas emitidas por los sistemas de contramedidas de los aviones F-16. O sea las señales se superponen. Esos expertos sabían que si los sirios respondían al ataque, sus misiles S-200 no derribarían los aviones de combate israelíes sino el avión ruso de reconocimiento.

¿Quién tiene más que perder?

Hasta aquel momento, los ataques de la aviación israelí contra objetivos en Siria no habían causado grandes daños susceptibles de modificar el resultado de alguna batalla. Para los israelíes se trataba más bien de una cuestión de imagen, de mostrar a la opinión pública internacional que podían golpear objetivos militares en Siria sin que Rusia interviniese.

Sorprendentemente, no es Israel el gran perdedor con la implantación de la gestión automatizada del espacio aéreo sirio –que incluirá en lo adelante los sistemas antiaéreos S-300. Israel puede evitar la confrontación con la defensa antiaérea siria y renunciar a atacar objetivos en Siria. También puede, para preservar su imagen, utilizar otros medios –no la aviación– contra zonas donde no haya objetivos y después de haber avisado a los rusos.

El gran perdedor es Estados Unidos. Tanto en el territorio que ocupan los kurdos de las FDS como en la frontera con Jordania, Estados Unidos ha implantado ilegalmente varias bases militares. Siria es miembro fundador de la ONU y, contrariamente al de los militares rusos, el estatus de los militares estadounidenses, británicos, franceses y turcos que actúan en Siria del lado de grupos que luchan contra el gobierno es de agresores. Por ejemplo, aviones de combate estadounidenses han derribado aviones sirios en territorio sirio pretextando que amenazaban las fuerzas de Estados Unidos, que operan en territorio sirio junto a los grupos antigubernamentales.

En las bases militares estadounidenses en Siria hay elementos de las fuerzas especiales, o sea una infantería ligera sin apoyo artillero. Esas bases no podrán resistir ni un solo ataque terrestre del ejército sirio, que cuenta con apoyo aéreo. Si Estados Unidos se da cuenta de que su aviacion ya no podrá superar la barrera antiaérea siria sin sufrir grandes pérdidas, toda intervención aérea será inoportuna. Y cuando hablamos de la barrera antiaérea siria, nos referimos simultáneamente al sistema de gestión automatizada del espacio aéreo, a los sistemas de misiles antiaéreos y a los sistemas de interferencia Krasukha-4 y R-330ZH Zhitel. Este último anula los centros aéreos de mando de la aviación de combate (aviones AWACS), los sistemas de navegación así como los centros de control de tiro y direccionamiento del armamento que llevan los aviones de combate estadounidenses.

El Pentágono no tendrá entonces otra salida que retirar sus tropas del territorio sirio.

[1Las siglas AWACS (Airborne Early Warning and Control) designan principalmente diversos tipos de aviones-radares utilizados tanto en misiones de vigilancia y reconocimiento radioelectrónico como para garantizar el control y mando de los medios de combate en el campo de batalla. Nota de la Red Voltaire.