Las Fuerzas Armadas son fuerzas de paz, explica a Contralínea el secretario de Gobernación, Alfonso Navarrete Prida. Para el encargado de la política interior, México no tiene necesidad de adquirir armamento ofensivo, porque no le declara la guerra a ningún país y tampoco hay un riesgo inminente de invasión.

Toda la infraestructura militar es para asuntos de seguridad interior, asegura el doctor en Derecho. De extracción priísta, el también político defiende las labores militares en materia de seguridad pública, pues “cada vez es más notoria la debilidad institucional de algunos niveles de gobierno”.

Respecto de la creación de una Guardia Civil, observa que el reto es muy alto y tiene que ver con generar un nuevo fuero, porque el castrense es pro disciplina y pro mando, y el civil es de garantías.

—¿Cuáles fueron los mayores riesgos y amenazas a la nación en el sexenio?

—Tengo la impresión de que el mayor riesgo que se tiene en este momento es que la proliferación de los mercados internos de consumo de drogas en el país ha generado el surgimiento de organizaciones criminales extraordinariamente poderosas, cuyo principal objetivo no necesariamente es el trasiego de drogas hacia Estados Unidos, sino el dominio de territorios específicos en el país, con mucha violencia, que se abren a muchos nichos delincuenciales. Ése es uno de los principales retos.

El otro reto es una doble indefinición: cuál es el modelo de policía que realmente se necesita en los municipios y en los estados, lo cual lleva 8 años discutiéndose y no se termina de aterrizar, con una enorme debilidad institucional; y por otro lado, algo que tampoco termina de definirse: el auxilio de Fuerzas Armadas y el fuero castrense con el fuero civil conviviendo en tiempos de paz, que generan una indefinición brutal para las Fuerzas Armadas, para la población civil, para la posibilidad de violación de derechos humanos; y [pese a ello] no definen un modelo de seguridad serio de México.

—Todavía no se ha definido, pero ya se habla de que las Fuerzas Armadas sean de paz. ¿Eso es posible en la situación actual?

—Pues en realidad tenemos Fuerzas Armadas de paz: México no le declara la guerra a país alguno. [Las Fuerzas Armadas] colaboran en tareas de seguridad pública muy acotadas: de protección civil, de auxilio a la población de forma permanente.

Si nos referimos a regresarlos a sus cuarteles y que nada más permanezcan ahí, pues en este momento yo no veo cómo el país pudiera prescindir de las Fuerzas Armadas para hacerse cargo de una tarea en la que cada vez es más notoria la debilidad institucional de algunos niveles de gobierno en materia de seguridad pública.

—Se habla inclusive de una transformación hacia una Guardia Nacional.

—Habría que ver qué bases constitucionales se tendrían que construir para la unificación de fueros. El fuero castrense es extraordinariamente claro: pro disciplina, pro mando, y con una condición especial, con tribunales especializados, con legislación especial. Y el fuero civil es otro: de un marco de garantías. Hacer una Guardia Nacional unificando corporaciones federales, independientemente de que sea el Ejército, la Marina o la Policía Federal y otras policías, pues implicaría generar un nuevo fuero. En este momento no conozco a detalle la propuesta, pero sí veo que el reto es muy alto.

—En el Plan Militar de Defensa Nacional Conjunto se revela que hay una debilidad de las Fuerzas Armadas para contrarrestar un ataque extranjero o una invasión, y habla de la urgencia de fortalecer militarmente tanto a la Marina como al Ejército, más aún con todo el presupuesto público que se les destina. ¿Realmente esta debilidad que se plantea es grave, estamos en riesgo?

—Un ejército con armamento ofensivo, México no lo tiene. Es decir, todo el armamento que tiene el país prácticamente es de defensa en materia de seguridad interior y soberanía, y así lo dice la propia doctrina militar. México no tiene ni portaaviones, que es una forma altamente ofensiva para acudir a otros lugares, ni tiene aviones a reacción de largo alcance, ni bombarderos. Toda la infraestructura militar está hecha para asuntos de seguridad interior, básicamente. Ni la Marina tiene esas condiciones: son lanchas o cruceros que se dedican a salvaguardar las costas mexicanas.

En este momento yo no veo tampoco que haya un país que pretenda físicamente invadir territorio nacional. México tiene una política exterior muy sólida, con muchos amigos. Creo que el mayor riesgo en esto es cómo hacer para que en la doctrina militar –que no necesariamente tiene una doctrina policiaca ni protocolos policiacos, ni protocolos de seguridad civiles policiacos– puede adaptarse.

El mundo en el que estamos ahora es el peor de los mundos, porque lo están haciendo y no tienen protocolos adecuados: lo hacen bajo un fuero específico, que es pro orden, pro disciplina, y conviviendo con civiles en tiempos de paz, en un ambiente de garantías individuales; eso es en una condición de inseguridad explosiva, complicada. Y aún así, ha habido un comportamiento de las Fuerzas Armadas dentro de un marco que se presta a muchos posibles abusos, pero en general se comportan. Y esto hay que reconocérselo a las Fuerzas Armadas como tal. Por eso es legítimo que pidan: “defínanme el marco legal; si es que no debemos de estar en las calles, pues nos regresamos a los cuarteles”. Y a lo mejor si esa es la solución, pues es la solución; pero yo creo que agravaría el problema de seguridad pública: tendrían que ver qué alternativa civil hay para hacerse cargo, o con qué se sustituye.

—¿Estamos en un momento como para invertir en armas del tipo ofensivo, como las que mencionaba usted?

—No tendría necesidad el país. Lo que hay que fortalecer son las capacidades de inteligencia para poder detectar claramente las amenazas a la seguridad nacional en términos de política exterior. Ahora, la mayor amenaza a la seguridad nacional se da en el terrorismo y se da en las organizaciones criminales, que están haciendo daño en el país con abatimiento de policías locales, con el suministro y el consumo interno de drogas, de mercados de drogas.

—¿Desaparecer al Centro de Investigación y Seguridad Nacional?

—Yo veo eso con mucho riesgo. No existe país en el mundo, no existe, que carezca de un órgano de inteligencia civil. Ni los Estados democráticos ni los no democráticos carecen de un órgano de inteligencia civil. Qué es lo que creo que sí hace falta: regularlo más, transparentarlo más, dejar claro cuáles son los protocolos de actuación para no dar lugar a la invasión de la privacidad o de la vida privada. Tener una claridad de la presentación a cierto nivel del trabajo que realizan, y quién tiene capacidad para autorizar y ordenar qué tipo de operaciones; que esté también bajo un régimen de protección de la ley y que el día de mañana no se tenga que enfrentar, en aras de la protección de la seguridad nacional a través de órganos de inteligencia, a juicios de la legislación civil federal, cuando es una condición de excepción.

—¿Cuáles fueron los acuerdos con Estados Unidos para la cooperación en materia de seguridad regional en el sexenio?

—Cooperación, intercambio de información, capacitación técnica, unificación de plataformas. No hay asistencia en tropas, no existe eso; lo que existe es en mecanismos de capacitación y de intercambio de información técnica, nada más.

—¿La llegada de Donald Trump a la Presidencia estadunidense motivó riesgos a la seguridad nacional de México?

—Algunas de sus frases mal interpretadas pues sí generan que levanten las cejas las Fuerzas Armadas, pero quedó claro a lo largo del tiempo que más que un tema de intervención en la política mexicana es un tema xenófobo, que le hace daño a los mexicanos que están allá. Y que los intentos de presionar al gobierno mexicano en nuestra condición de país pues disminuyen en sus capacidades para que se puedan lograr. Las respuestas son múltiples de defensa: México tiene ya muchos resortes de defensa ante lo que antes era una imposición clara del imperialismo norteamericano, independientemente de quien fuera el presidente.