El ministro del Interior de Italia, Matteo Salvini, declaró que querría ver a Rusia incorporarse a la Unión Europea en vez de Turquía.
Salvini adopta así una vieja cantinela de los soberanistas, defendida en su época por el presidente francés Charles de Gaulle.
Según esa tendencia de pensamiento, las Comunidades Europeas deberían haber avanzado hacia una coordinación cada vez más estrecha entre Estados vecinos con culturas similares, en vez de convertirse en una estructura supranacional que agrupa a los vasallos de Estados Unidos.
O sea, Turquía –debido a su religión– no debería ser miembro de las Comunidades Europeas. Y el Reino Unido tampoco debería ser miembro de las Comunidades Europeas ya que su sistema jurídico es totalmente diferente. Pero sí debería serlo Rusia, nación de cultura europea, en virtud del principio que considera que Europa se extiende desde el puerto francés de Brest –en el extremo occidental de Francia– hasta el puerto de Vladivostok –en el Lejano Oriente ruso [1].
Una tercera corriente, surgida alrededor de medios radicales y de los políticos franceses Aristide Briand y Leon Bourgeois, ambos laureados con el Premio Nobel de la Paz, plantea la creación de una comunidad de países que no se basaría en la proximidad geográfica ni en la cultura de los países miembros sino en el sistema político republicano. En ese caso, Estados como el Reino de España y el Reino Unido no podrían ser miembros, como tampoco podrían serlo países como la Argentina de principios del siglo XX, gobernada por regímenes militares. Esta tercera corriente desapareció durante la guerra fría pero podría resurgir durante este siglo.
[1] Charles de Gaulle utilizó repetidamente la frase «Europa, desde el Atlántico hasta los Urales».
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