Vicky Peláez

La estupidez beneficia". Es una frase que hace muchos años se la escuché a un militante de la izquierda peruana, a quien rodeábamos un grupo de jóvenes (que hacíamos nuestros pininos zurdos). Lo escuchábamos con una admiración ostensible. Él acababa de ser liberado de la prisión del Sepa, en la que fue recluido junto con otros militantes de la izquierda de entonces, porque la Junta Militar de Pérez Godoy (1963, de quien se habla sólo por triste recordación) había urdido la patraña de echarle la culpa a la izquierda de un supuesto "complot comunista", para -en realidad- perpetrar sus agresiones contra el pueblo peruano.

Aquel legendario personaje, de cabellera plateada que acentuaba lo cetrino de su rostro, de talla mediana pero que era encumbrada por nuestra admiración adolescente, nos narraba su experiencia carcelaria. Y dijo la frase: "La estupidez beneficia". Habría sido imposible -decía- que los comunistas hubiéramos podido reunirnos masivamente en libertad. Allí en el Sepa lo hicimos: decenas de cuadros del comunismo peruano, debatiendo, polemizando, intercambiando criterios, deslindando campos (para entonces ya el campo comunista se había escindido entre moscovitas y pekineses). Si en la vida cotidiana era muy difícil, si no imposible, hacer ese tipo de congresos partidarios, era ciertamente una estupidez hablar de un complot de magnitud nacional; pero la estupidez gubernamental (viendo fantasmas donde no los había) lo hizo y permitió que se realizara en el Sepa el más grande congreso de la izquierda peruana de entonces.

La estupidez determina que Lázaro no es uruguayo-peruano sino ruso, porque en uno de los diálogos "espiados" él le dice a Vicky: "mi papá me llevaba a Siberia".

En la actualidad, bien se sabe, ya no se necesitan golpes y dictaduras militares para actuar con esa misma estupidez. Los gobiernos civiles o dictablandas lo hacen con el apoyo del poder plutocrático, mediático (idiótico, en una palabra). Pues lo expresado aquí se puede aplicar a muchos casos, como son, por ejemplo, las múltiples y brutales represiones perpetradas contra los reclamos populares. Y lo único que consiguen es incrementar la sangre de los mártires que, al decir de Balzac, es "de todas las semillas confiadas a la tierra la que da más rápida cosecha".

Y es también aplicable al caso de Vicky Peláez. El gobierno norteamericano ha incurrido en una estupidez supina. Ha puesto al descubierto una acción suya "secreta", pues revela que ha estado chuponeando a todos los norteamericanos (sería ingenuo pensar que lo hace sólo con los sospechosos: para el capitalismo todos son sospechosos). Esto que se lo tenía muy bien guardado, ha tenido que confesarlo, porque no tenía ninguna otra prueba para acusar al matrimonio Lázaro/Peláez de las conversaciones telefónicas o los micrófonos sembrados en su domicilio. Y, según esas "pruebas", la estupidez determina que Lázaro no es uruguayo-peruano sino ruso, porque en uno de los diálogos "espiados" por la CIA él le dice a Vicky: "mi papá me llevaba a Siberia" (y ¿no puede ser ésa, acaso, una metáfora para referirse, por ejemplo, a un lugar de castigo en el hogar?) Pero la estupidez dijo: Siberia hay una sola, y si su padre lo llevaba allí, Lázaro no es uruguayo-peruano, sino ruso, y por lo tanto Vicky Peláez es espía rusa.

En la actualidad, bien se sabe, ya no se necesitan golpes y dictaduras militares para actuar con esa misma estupidez.

Pero la estupidez ha logrado inclusive resucitar a Lázaro, de quien -en Perú- sólo tenía noticia la gente del gremio periodístico. Lázaro, pues, había pasado a dormir el anónimo sueño de los ilustres desconocidos, y ahora la estupidez del gobierno norteamericano lo pone en vitrina para bien del periodismo sano, pues obliga a protestar contra esa iniquidad de chuponeo y espionaje estatal contra supuestos agentes de potencias extranjeras que, en verdad, son incómodos censores de su política satánica.

Por supuesto, la estupidez va acompañada de otras acciones arteras. La desesperación del "mundo occidental" al ver que sus "sólidas estructuras" están siendo carcomidas por su propia cancerígena usura, tratan de controlar cualquier espacio del "mundo global" en el que su mefítico poder no sea absoluto, y entonces -para hacer más creíbles sus intervenciones en Irak, Afganistán y la próxima incursión en Irán- grita el imperialismo yanqui: éstos son espías de los enemigos de occidente (¿Rusia, enemigo de occidente?), es decir: el terrorismo amenaza al mundo occidental.

Y todos los loros mediáticos le hacen coro. Y sus aliados bélicos (que los tiene incluso en el mundo oriental, aparte de Israel y los países europeos), apuntan todas sus armas contra los pueblos del único mundo que no pueden dividir en occidental y oriental: el mundo de los pueblos oprimidos, que somos más, y de quienes será la victoria final, porque, tarde o temprano, la humanidad del trabajo, y no la bestialidad del capital, triunfará.