Estimados compañeros y compañeras, fraternos amigos y amigas, señores y señoras:

En esta ocasión, ruégoles me permitan hacer el esfuerzo de sintetizar, esta tarde de Agosto, las más sobresalientes cualidades del compañero, del amigo leal, del artista y poeta, del soñador incansable.

A decir de Nikolay Obstrovsky, autor del libro “Así se templó el acero”: “Lo más preciado que tiene el hombre es la vida, se la otorgan por una sola vez, y hay que vivirla de manera que no nos queme la vergüenza del ayer vil y mezquino por los años pasados en vano; y para que cuando muramos podamos decir: toda mi vida y todas mis fuerzas las he entregado a lo más hermoso del mundo, a la lucha por la libertad de la humanidad”.

Ya lo dijo el poeta Bertolt Bretch: “Hay hombres que luchan un día y son buenos, hay otros que luchan años y son mejores, pero hay hombres que luchan toda la vida, esos son los indispensables”.

De esos hombres, de los indispensables, fue nuestro entrañable compañero Vicente Valarezo, luchador incansable por la causa de los desposeídos, ejemplo de trabajo y dedicación. Basta con señalar una breve reseña de su vida:

Vicente Daniel Valarezo Loaiza nace en el tiritante y frío pueblito de Chuquiribamba, perteneciente a la provincia de Loja. Posteriormente se traslada a la provincia de El Oro, y cursa la primaria en el pueblo de Piñas, con óptimas calificaciones, haciéndose acreedor al respeto y consideración de sus maestros; luego viaja a la provincia de Pichincha y estudia la secundaria en el colegio Juan Montalvo de la ciudad de Quito; allí conoce a un inolvidable amigo llamado Jaime Zambrano, quien en las propias palabras de nuestro camarada: “era un luchador popular que le enseñó a amar sobre todas las cosas la cultura, y que más tarde murió heroicamente con las armas en las manos, en la revolución popular de las Cuatro Horas”. Nuestro compañero Vicente no pudo concluir sus estudios secundarios debido a que enfermó gravemente de tifoidea, de la cual logró sobrevivir, radicándose finalmente en la ciudad de Loja.

Durante su adolescencia sufrió en carne propia el peso de la injusticia social y la pobreza, siendo presa de la explotación y el menosprecio de quienes ostentaban poder y riqueza económica. Esta situación, sin lugar a duda, forjaron en nuestro camarada la conciencia de clase, su convicción de izquierda, su militancia revolucionaria y el sueño permanente de conseguir, a través de la lucha, la construcción de un sistema más justo, sin ricos ni pobres, en el que todos los seres humanos podamos vivir en libertad: el Comunismo.

Fue el primer calígrafo de Loja, así como el pionero de las librerías en la ciudad.

En 1945, junto a sus hermanos, fundó la librería ATALAYA, la misma que administró hasta los últimos días, y que se caracterizó por expender a más de los textos culturales, textos de filosofía científica y prensa revolucionaria, ayudando al desarrollo de la conciencia, la cultura y la lucha del pueblo lojano, incluso en los críticos tiempos de las dictaduras militares que vivió el país.
Junto a sus hermanos, identificados también con la ideología de izquierda, montaron la emisora “Ondas del Zamora”, primera emisora radial de Loja. Allí desempeñaba la función de editorialista; su filosofía revolucionaria, Marxista-leninista, hizo que las diversas dictaduras lo reduzcan a prisión por varias ocasiones.

A este respecto nuestro compañero escribe en su libro “Sequía”: “Los clásicos rusos siempre me apasionaron, Gorky, Dostoievski, “para no citar mas”, enseñáronme a alzar la voz por los que no tienen voz y alzar los puños por los que no tienen nada como, yo; por estos delitos he sido encarcelado dos veces, setenta días por las rabiosas dictaduras militares fascistas de 1963 y 1972, la del 63 cargó con los libros de mi librería Atalaya, causándome un gran daño moral y económico; este selvático crimen, eso sí, ha galvanizado más mi consciencia política para seguir luchando con más pasión contra quienes créense dueños únicos de las libertades humanas y de las riquezas materiales que son producto de la explotación y muerte de los trabajadores”.

Fue militante activo del Partido Comunista del Ecuador, del cual, al constatar que abandonó la bandera de la revolución por otros intereses no consecuentes con el pueblo, no dudó en separarse y apoyar la formación del Partido Comunista Marxista Leninista del Ecuador, vanguardia del movimiento obrero, y posteriormente a la fundación del Movimiento Popular Democrático, en el cual militó hasta el último minuto de su vida.

También fue un apasionado lector y difusor del periódico En Marcha, cuyos ejemplares se distribuían a todas horas en su librería Atalaya.

Estimados compañeros, esta historia de incansable dedicación esfuerzo y lucha diaria, hace a nuestro compañero uno más de esos muertos que nunca mueren, como dijo el poeta Rafael Larrea: “Ya no podrán matarnos, el eco de la vida es nuestra fuente, la negación suprema de la muerte.”

Compañero Vicente, no hemos venido este día a despedirte, venimos a decirte que se quedan tus sueños con nosotros, venimos a empuñar la bandera que llevaste, a continuar tu lucha que es la lucha del pueblo; te llevas la boina del guerrillero que siempre soñaste ser y que lo fuiste cada día en la lucha libertaria, en ella está prendida la roja estrella de la libertad, que un día no sé cómo lograste arrebatarle al firmamento para iluminar el camino de tu gente. Te llevas también el libro sobre Marxismo y Filosofía, pero nos dejas el ejemplo heroico de tu lucha incansable, tu grito de libertad inclaudicable. Pues sabías que algún día la muerte llegaría sin avisar, pero, al igual que los revolucionarios nicaragüenses, estabas convencido de que la muerte es semilla cuando hay un pueblo detrás.

Hasta siempre, compañero, los hombres como tú nunca mueren, sólo cierran los ojos y se quedan velando para siempre....