Luego de que la Asamblea Nacional Constituyente ha aprobado el cuerpo de la nueva Constitución, sectores que históricamente han estado vinculados a los grupos de poder se han empecinado en plantear una gran campaña de desprestigio y confusión hacia la población. Pues unos de estos sectores son las cúpulas de la Iglesia Católica y de la Evangélica, quienes de una manera mañosa interpretan a la naciente Constitución, buscando todos los ‘peros’ que ellos puedan encontrar para promocionar su oposición.

Hay que estar claros en que la religión es parte de la superestructura de la sociedad y ésta tiene un carácter netamente ideológico, y ha sido utilizada para el sometimiento de pueblos enteros. Basta recordar que durante la época feudal, la Iglesia tuvo a cargo el poder totalitario de las estructuras gubernamentales, y que a quienes se oponían se los juzgaba como herejes o brujos, incluso llevándolos a ser quemados vivos; en el caso de Latinoamérica, la imposición de la religión Católica a los habitantes de las colonias americanas fue un brutal genocidio, allí se les enseñó el Padre nuestro a puro látigo y dudando si los indígenas podrían ser considerados seres humanos, porque supuestamente carecían de alma.

Es cierto que el pueblo ecuatoriano en su mayoría tiene una creencia religiosa enmarcada en el catolicismo, y que en muchas sectas han proliferado en los últimos veinte años, cuyos principales pastores o dirigentes provienen del extranjero, inclusive con un financiamiento que es bastante desconocido. Pues al derecho a la creencia y la fe nadie puede oponerse, incluso está consagrado dentro de la declaratoria universal de los derechos humanos, lo que sí es preocupante es que a pretexto de la fe se trate de manipular el anhelo de cambio de un pueblo.

En esta manipulación, los grupos de poder tienen gran experiencia, basta recordar que para manipular la fe católica hasta se le ha puesto el nombre a organizaciones políticas, tales como el Partido Social Cristiano, PSC, la Unión Demócrata Cristiana, UDC, entre otros. Y no sólo que es el nombre de estas organizaciones, sino también los sainetes que sus líderes políticos han montado, como lo hizo León Febres Cordero en su campaña electoral al señalar “juro ante Dios y ante la Patria que jamás os traicionaré”, como que antes de dar el decreto de feriado bancario Jamil Mahuad asistía a comulgar, o en el caso de Álvaro Noboa que durante su campaña, con Biblia en mano, se arrodillaba e imploraba a Dios, señalando que él era su enviado para salvar al Ecuador.

Todo esto, que sin temor a equivocación serían consideradas blasfemias, lo utilizaron éstos líderes vinculados a grupos empresariales y banqueros para llegar al poder, pero ¿cuál fue la opinión de la cúpula de la iglesia católica o la evangélica frente a ello? ¿Orientaron a los sacerdotes para que desde el púlpito sus feligreses cuestionen estas actitudes? Por supuesto que no; ante ello, callaron.

Pues ahora que la propuesta de nueva Constitución privilegia al ser humano, reconoce derechos antes conculcados, promueve educación gratuita hasta la universidad, salud gratuita e integral, seguridad social, entre otros derechos que los grupos de poder en décadas anteriores les negaron a los ecuatorianos para poder así concentrar la riqueza en pocas manos, sospechosamente la cúpula de Iglesia Católica Ecuatoriana, junto a Jaime Nebot y Lucio Gutiérrez, se une a todos ellos, tergiversando los preceptos constitucionales, confundiendo al pueblo.

No se puede jugar con la fe de un pueblo, esto es algo que debe ser respetado. Qué lástima que sea la misma cúpula de la iglesia la que promueva estos actos y que inclusive sus voceros mientan; ello pone en evidencia que la cúpula clerical utiliza el evangelio no para promover la verdad, igualdad, equidad, justicia social, el amor al prójimo, bases fundamentales del cristianismo, sino para defender intereses económicos de sus aliados, los empresarios y banqueros, convirtiendo la prédica en un verdadero sacrilegio y pecado mortal.