Qué se cocina detrás de las marchas y contramarchas oligárquicas que se han puesto de moda en el Ecuador? No es la lucha contra la delincuencia, porque ella implica soluciones más estructurales que de forma, ni solamente la expulsión de los magistrados de la Corte y de los tribunales recientemente electos, porque para lograrlo deberían encontrar un camino ‘constitucional’ a ese acto de subversión, y sobre todo, tener los votos en el Congreso y apoyo en las Fuerzas Armadas.
El clima que se ha creado parece advertir procesos más peligrosos para los ecuatorianos, como el que tiene que ver con la propuesta de disolución del Estado unitario a través de las autonomías, algo que cubriría las expectativas de poder de la oligarquía de Guayas, luego de quedar marginada de los espacios de poder del Estado como las Cortes y los tribunales, y de no verle reales opciones de triunfo a las próximas elecciones presidenciales con su principal exponente, el Partido Social Cristiano. Y, paralelamente, parece haber la intención de desviar la atención de la población para que pase sin ningún problema la firma del Tratado de Libre Comercio (TLC), lo cual implicaría perdida total de nuestra soberanía y más miseria, desempleo y atraso para los ecuatorianos.
Es interesante constatar que la oligarquía, sea de la facción que sea (amarilla o menos amarilla, costeña o serrana) se ha dado cuenta que para ganar políticamente, sobre todo de cara a las elecciones del próximo año, debe movilizar a las masas. Igual lo hace el gobierno. Esto habría que explicárselo por el hecho de que estos grupos oligárquicos se dan cuenta que en la conciencia de los ecuatorianos está la convicción de que con la lucha se obtienen resultados. Este país ha sido escenario de una movilización popular constante en los últimos años, que aunque por reivindicaciones particulares, tiene en el fondo la idea del poder. Y en estos momentos, si no capitalizan ese descontento en sus propias salidas oligárquicas a la crisis política, podría desembocar en rebeliones más radicales, que conduzcan a procesos de liberación social y nacional.
Por ello, enarbolar la bandera de las autonomías resulta un buen detonador político que, aunque no llegue a guerras civiles separatistas, por lo menos da un buen tema para debatir en la campaña electoral próxima, y da nuevas salidas al agotado sistema.
La respuesta de quienes han recibido golpes políticos severos, como el Partido Social Cristiano y de la Izquierda Democrática al ser expulsados de la dictadura que ejercían en la justicia, los tribunales y el Congreso, ha venido en la forma de manifestaciones en defensa de la constitución y de la “democracia”, con líderes “ciudadanos”, como el caso de los alcaldes de Guayaquil y Quito, y de algunos dirigentes de ONG imperialistas como César Montúfar. Son respuestas que buscan poner en la palestra a nuevos líderes políticos, nuevos candidatos para las elecciones, que aseguren que el sistema se mantenga por sobre todas las cosas; y en ese propósito, no sería descabellado pensar en que el imperialismo norteamericano tiene algo de participación. Sí da que pensar el hecho de que se haya producido una ola de supuestos atentados a personajes que requieren con urgencia protagonismo político para tener capacidad de movilización de las masas.
La libertad de expresión continúa en riesgo, como ha ocurrido desde que el gobierno adoptó un perfil intolerante y autoritario. Aunque es cierto que nadie en el Ecuador debe tener privilegios en cuanto a dar cuentas de sus propiedades y negocios, sobre todo cuando tienen que ver con el Estado, es evidente que las acciones que Gutiérrez impulsa contra periodistas como Carlos Vera son eminentemente políticas, lo que cual es reprochable. En este medio de comunicación hemos mantenido una crítica constante al tipo de periodismo que desarrollan personas como Vera, pero no podemos aceptar que el país exista un escenario de persecución para la prensa, así como para organizaciones y dirigentes populares.