Milton Cáceres, en una de sus alucinantes intervenciones, afirmaba que la dominación nos había convencido de que somos parte de un tercer mundo, cuya única salida, su único posible derrotero era tratar de subir por los escalones por ella establecidos, hacia el primer mundo que ella representaba. Actitud que, desde la perspectiva cultural, recreaba una especie de cultura de desvalidos, de disminuidos, puesto que ocupábamos el tercer puesto y el ascender en el escalafón era a todas luces imposible, salvando el caso, por cierto, de los grupos dominantes internos, los cuales, desde siempre, formaron parte del primer mundo, es decir de la dominación, si bien a menor escala.

Mi compañera, reflexionando sobre las denuncias sobre las tasas usurarias cobradas por los bancos y todos quienes prestan dinero o realizan ventas a plazos -en forma desembozada o encubierta tras de “comisiones” como lo hacen los bancos-, me permitía advertir que el “consumismo” –falso método de ascenso social-, el tratar de convertirnos en nuevos “emprendedores” –falso camino hacia la riqueza común y solidaria-, sumados a la pobreza y al empobrecimiento de la mayoría de ecuatorianos, ha permitido que la dominación nos imponga “su camino”, nos induzca a aceptar que la “necesidad se impone”, es decir, aceptar concientemente ser objeto de explotación bajo el argumento de que no teníamos otro camino, ya que la pobreza no espera. Decía mi compañera que la impotencia ante esa realidad, no podía haber sido rota, sin un elemento catártico.

Milton Cáceres, en su antológica intervención, recurriendo a las ancestrales culturas andinas, también nos recordaba que las soluciones se encuentran en la propia oscuridad, en ese caminar a tientas, en busca de la “luz al final del oscuro túnel”. Nos advertía que las soluciones no las hallaremos en la luz de las culturas de los países del primer mundo, es decir, en la luz de quienes nos dominan. Nos recordaba que el haber aceptado la luz ajena había determinado que la mayoría de los ecuatorianos se suman en el “consumismo” más desenfrenado, en ese tratar de salir de la pobreza a través de falsas promesas como la de convertirse en “nuevos emprendedores”, en “nuevos empresarios”. Posición que, agregamos, los puso en manos de los usureros. Ante ello nos invocaba a que busquemos en la oscuridad de ese túnel, a tientas, nuestra propia solución, la que nos conducirá, al fin, a nuestra propia luz.

El elemento catártico que reclamaba mi compañera, que posibilitaría despojarnos de la filosofía de que “la pobreza obliga”, que nos sacaría del humillante silencio al que habíamos sometido a nuestros más que justos reclamos, que nos conduciría a alinearnos militantemente, como corresponde, contra la práctica usurera de banqueros y comerciantes, que nos permitiría, en suma, perder el temor a los grupos dominantes que considerábamos casi intocables, que nos permitiría encontrar la “la luz al final del túnel” son, sin duda alguna, las denuncias realizadas respecto a la campante usura que impera en el Ecuador, desde el poder político, desde la Presidencia de la República. La advertencia del presidente Rafael Correa, de que iniciará juicios contra todos los usureros -chulqueros en la jerga popular ecuatoriana-, cumple el rol catártico reclamado.

Por las acciones emprendidas desde el poder político y la positiva reacción que se advierte a nivel de todos los conciudadanos, luego de esta etapa, el Ecuador no volverá a ser el de antes. El temor al justo reclamo se habrá terminado. La dominación se habrá debilitado por partida doble: ideológica y económicamente.

En lo ideológico, el temor a los dominantes, a los intocables se reducirá implacablemente, con lo que los dominados tomarán, cada vez, mayor conciencia de su propia fuerza.