Impulsados por el alcalde de la ciudad de Seattle, Greg Nickels (foto), 151 alcaldes estadounidenses se han comprometido a alcanzar los objetivos fijados por el protocolo de Kyoto, disminuyendo en 7% las emisiones de gases de efecto invernadero en sus ciudades hasta el año 2012. Sacando conclusiones del consenso científico que establece desde hace largo tiempo el vínculo entre el cambio climático y la actividad humana, estos alcaldes se oponen a la política federal. En efecto, Georges Bush había rechazado la ratificación del tratado en julio de 2001, provocando una conmoción en la comunidad internacional. Esta iniciativa es loable, pero los científicos están de acuerdo en un punto: su único impacto será simbólico. En realidad tiene como consecuencia desviar la atención de la opinión pública norteamericana del verdadero desafío ecológico mundial: la inminente crisis de los recursos energéticos.