El presidente del Comité noruego que entrega los premios Nobel de la Paz, Thorbjorn Jagland, señaló: “es importante para el Comité reconocer a las personas que están luchando y son idealistas, pero no podemos hacer eso todos los años. De vez en cuando debemos internarnos en el reino de la realpolitik”; es una de las simplonas explicaciones de por qué se entrega este premio a un personaje que ha hecho más retórica que acciones concretas y que no ha sido capaz de desmontar nada de la maquinaria de guerra y muerte con la que cuenta su país y con la cual amenaza y somete a los pueblos del mundo.

Este premio que normalmente se lo entrega a quienes han realizado acciones importantes por la paz en el año anterior, hoy es entregado a un personaje que aún no cumple un año como presidente y no ha hecho más que hacer un discurso respecto de las intenciones que tiene de regresar las tropas de Irak (más de un millón de muertos), de cerrar la prisión de Guantánamo, entre otras cosas. Sin embargo, la realpolitik nos dice que Barak Obama no ha hecho nada por detener la maquinaria de guerra y muerte del Pentágono, que el presupuesto anual gastado por la administración Bush de un billón de dólares ha sido superado por Obama, que continúa la guerra en Irak y ha incrementado recursos y tropas para seguir con la ocupación de Afganistán, mientras demagógicamente señaló que dejaría de lado el escudo antimisiles, negocio que genera 60 mil millones de dólares a las industrias de la guerra.

Barak Obama ha aumentado el presupuesto para la guerra en Afganistán y contempla incrementar el número de tropas desplegadas en ese país (13 mil soldadaos más); sus tropas siguen ocupando Irak; no da señales de revisar la decisión de George Bush Jr. de activar la Cuarta Flota; avanza en un tratado todavía secreto con Álvaro Uribe para desplegar siete bases militares norteamericanas en Colombia, y se habla de cinco más que estarían a punto de confirmarse, con lo cual está preparando una nueva escalada guerrerista en contra de América Latina; mantiene su embajador en Tegucigalpa, cuando prácticamente todos se marcharon, y de ese modo respalda a los golpistas hondureños; mantiene el bloqueo en contra de Cuba, sostiene un plan conspirativo contra Hugo Chávez, apoya a los separatistas bolivianos.

En realidad, la concesión de ese premio se trata de un absurdo rechazado por una gran mayoría, que no se pierde en cuanto a ubicar la naturaleza del imperialismo y del presidente Obama; esta decisión desprestigia aún más al comité de entrega de los premios Nobel, que incluso años atrás entregó el mismo premio a uno de los más conspicuos criminales, como fue Henry Kissinger.

El premio Nobel de la Paz, en efecto, sufre un gran desprestigio por las decisiones tomadas, y contó entre sus candidatos a personajes tan degenerados como Berlusconi, entre otros.

Dicha decisión está en la estrategia de redimensionar la imagen de un país en crisis, de un gobierno impopular como fue el de Bush; es parte de una estrategia mediática para reposicionar a los EE UU como una potencia hegemónica, por afirmar un liderazgo mundial que viene siendo cuestionado, y que en América Latina tiene expresiones importantes.

Se está manejando una ilusión con Obama, que generó grandes expectativas que a la final solo son eso, expectativas e ilusiones creadas para continuar en la realidad con una política guerrerista, intervencionista y de agresión a los pueblos. Un imperialismo en crisis como el norteamericano no busca la paz y menos cuando está en debacle.