Justamente el día en que Chile lamenta nuevamente el golpe contrarrevolucionario de Richard Nixon, Henry Kissinger y Augusto Pinochet, contra el régimen del presidente Salvador Allende, justamente en este día las hordas de agentes pagados por la embajada norteamericana y la oligarquía boliviana se han lanzado a la destrucción de bienes privados y especialmente públicos en la República de Bolivia.

A cuenta de ejercer la oposición al presidente Evo Morales los separatistas mantienen una feroz campaña de oposición desde hace dos años, y aunque perdieron el último referéndum no han cesado sus actividades conspirativas, siguiendo así la archiconocida estrategia aplicada una y mil veces desde el Pentágono.

La reacción del presidente boliviano ha sido acudir al respaldo del pueblo y expulsar al embajador norteamericano, acusándolo de instigador.

En Venezuela un grupo de ex militares han intentado asesinar al presidente Hugo Chávez, lo cual ha convocado nuevamente al pueblo venezolano a respaldar a su presidente y a identificar a las fuerzas extranjeras. De la misma manera, Chávez ha expulsado al embajador norteamericano por tener indicios de su participación en las continuas asonadas golpistas antigubernamentales.

Quizás como respuesta a la amplia corriente democrática que recorre América Latina, se desata en estos momentos una ofensiva reaccionaria que se agudiza en Bolivia y en Venezuela, y se acelera en el Ecuador, Nicaragua, Paraguay y hasta en países menos pensados como Honduras, El Salvador y Guatemala.

Con motivo de la cercana realización de una consulta popular en el Ecuador, que con seguridad pondrá en vigencia una nueva, moderna y progresista Constitución, de manera curiosa la oposición se ha desatado desde los púlpitos y desde las iglesias católicas y evangélicas. No han sido los viejos partidos políticos ni los dirigentes tradicionales, que viven ahora en el inmovilismo total, sino los políticos con sotana que, fieles a los libretos anticomunistas de siempre, están azuzando al pueblo en contra del gobierno, del proyecto de la nueva Constitución y de las organizaciones populares y de izquierda.

Parte del libreto acordado hace algunos meses por parte de los representantes de las altas cofradías económicas nacionales e internacionales es el boicot económico a través de la especulación y la agitación económica exigiendo la crispación de las fuerzas productivas y el desaliento social.

El vacío político ocasionado por la ausencia de las vacas sagradas de la politiquería, que desesperadamente intenta ser llenada por los restos políticos de la escuálida Sociedad Patriótica con Lucio Gutiérrez, y la carroña política denominada Democracia Cristiana, es ahora ocupado, repetimos, por la alta jerarquía católica, a cargo del sacerdote español Antonio Arregui.

Tal como actuaran en las barridas antihumanas de los siglos pasados, cuando por las armas o la tortura, pero fundamentalmente con el engaño y la intimidación, los religiosos se empeñan ahora en participar políticamente contra la nueva Constitución y contra el católico declarado Rafael Correa.

Tras su fallido intento de conseguir el apoyo popular, organizan procesiones, misas campales, recorrido de sus ídolos, sermones incendiarios, manipulación de escuelas y colegios regentados por los religiosos. Están aplicando a fondo sus contactos con los periodistas reaccionarios y corruptos para crear de manera forzada un estado de tensión y de una aparente confrontación entre fuerzas iguales.

Lo más notable es el carácter retardatario que la jerarquía católica y de algunos voceros de algunas sectas evangélicas utilizan con argumentos políticos o ideológicos. En el Ecuador virtualmente se intenta regresar al medioevo, con la pequeña diferencia de que el papa hoy no es un rey militar más y las iglesias no tienen otro poder que el poseído por sus cuantiosos bienes materiales y financieros.

La modernidad no ha llegado a los púlpitos. Y eso es tanto así que, como en los tiempos de la Colonia, se habla del anticristo, del demonio, de las excomuniones para desacreditar a la nueva Constitución. El periodista venezolano Francisco Romero sobre este tema, también muy vigente en otros países, señala: “No en vano se afirma que las religiones son la filosofía de la miseria, o la miseria de la filosofía. Todas las procesiones que vemos, donde marchan miles de personas por las calles, no son más que la expresión de la miseria real. Es una protesta subliminal contra la pobreza misma, de millones de seres, que han sido excluidos por un puñado de zánganos que se han apoderado de todos los bienes de la sociedad, de todos los medios de producción y de todo cuanto los pobres producen”.

Nada ha hecho el gobierno de Rafael Correa para denunciar el famoso Concordato, instrumento jurídico inverosímil que otorga prerrogativas al clero que nunca tuvieron razón de ser. Hoy los religiosos, nacionales y extranjeros, intervienen groseramente en la política, en contra del gobierno, por lo que ha llegado la hora verdadera de emular a Eloy Alfaro mediante la promulgación de denuncia del Concordato, la expulsión de extranjeros indeseables, control y auditoría de los fondos económicos del Estado bajo manejo de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana y la nacionalización de los planteles educativos religiosos.