En Washington, los partidarios del imperialismo militar de los Estados Unidos -y principalmente los miembros del Center for Security Policy [1] - consideran cada día un poco más la Carta de San Francisco y el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas como obstáculos para sus ambiciones. Intervienen sin cesar en los «medias» para cuestionar la supremacía de los tratados internacionales sobre la Constitución y las leyes adoptadas por los Estados Unidos.
Se topan sobre todo con la oposición de los oficiales superiores que se ven a sí mismos como responsables de la seguridad colectiva y temen pues, por principio, dejar que hablen las armas, así como con la de los diplomáticos, poco inclinados por naturaleza a desear enfrentamientos generalizados. Estos partidarios del multilateralismo han hecho del general-secretario de Estado Colin L. Powell su portavoz.

La reforma de los ejércitos se ha convertido en uno de los puntos esenciales de cristalización de este debate. El secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, no desaprovecha ninguna ocasión para estigmatizar en público el peso burocrático de su propia administración y de exhortar a los cuerpos de oficiales a adaptarse a sus exigencias. Esta crisis perpetua se ha vuelto tan aguda que paraliza parcialmente al estado mayor inter-armas y hace difícil cualquier nombramiento.

En el curso de los últimos meses, en primer lugar, se ha creado un Comando Central para América del Norte. Violando el espíritu, si no la letra, del Comitatus Act [2], se coloca a la Guardia Nacional, dependiente de los gobernadores y de las fuerzas armadas presidenciales, bajo un mando único que permite la injerencia de los militares en la política interior. Además, mediante un tratado, el Comando Central ha asumido de hecho la autoridad sobre lo que queda del ejército canadiense [3]. En segundo término, el Comando estratégico ha absorbido al Comando espacial, con vistas a la creación de un ejército del espacio (es decir, un ejército presente en el espacio para librar batallas en tierra). Estas reestructuraciones han exacerbado los conflictos dentro del «establishment» militar.

En este contexto de obstrucción permanente del Pentágono y del Departamento de Estado a su política, Donald Rumsfeld ha anunciado el 7 de enero de 2002 la creación de una nueva arma, diferente de la Army, de la Navy, de la Air Force y del Marine Corps: las Fuerzas Especiales [4]. Éstas ya habían sido reestructuradas por el presidente Reagan en relación con los trabajos de los senadores Goldwater y Nichols que siguieron al atentado contra la embajada de los EE.UU. en Líbano. Se trataba en aquel entonces de unidades militares muy poco numerosas destinadas a intervenciones relámpago. Habiendo declarado Ronald Reagan la «Guerra contra las drogas», las Fuerzas Especiales fueron utilizadas con rapidez para realizar operaciones de policía contra los narcotraficantes, más allá de todas las normas legales, nacionales o internacionales. Los Estados latinoamericanos podían apelar a estos comandos para que vinieran discretamente a destruir las instalaciones de los cárteles de la droga y eliminar a sus padrinos. Parece también que algunas veces han desempeñado, en América Central, el papel de escuadrones de la muerte para eliminar a líderes marxistas. Con el tiempo, estas fuerzas especiales han aprendido a trabajar con la División de Actividades Especiales de la CIA y con los Boinas Verdes. Han sido puestas a disposición de los comandos supremos regionales y de los estados mayores estadounidenses, que podían requerir sus servicios en caso de necesidad. Así, pues, han ampliado progresivamente sus tipos de misión y sus áreas de intervención.

Sean quienes hayan sido sus verdaderos autores y comanditarios, los atentados del 11 de septiembre de 2001 han demostrado la eficacia de los métodos no-convencionales de combate. Por consiguiente, han aportado igualmente una justificación a ciertas ideas de reforma en materia de doctrina estratégica y de organización designadas con el nombre de «Revolución en los asuntos militares». Para los políticos del Center for Security Policy como Donald Rumsfeld los atentados suministraron un móvil para lanzar la «Guerra contra el terrorismo» y, a la vez, para desarrollar las técnicas ya utilizadas por las Fuerzas Especiales [5].

Durante todo el año 2002, Donald Rumsfeld ha luchado duramente para modificar el estatuto de las Fuerzas Especiales. Con el fin de imponer su voluntad, se ha apoyado en un informe del Comité Consultivo Científico del Pentágono según el cual las Fuerzas Especiales no deben ser más puestas a disposición de las otras armas, sino que, por el contrario, tienen que convertirse en el instrumento central de las operaciones militares [6]. Por otro lado, para librar a las Fuerzas Especiales de la autoridad del "establishment" militar, el Comité ha sugerido que no se las ponga ya bajo el mando de los estados mayores, sino que se vinculen directamente al Consejo de Seguridad Nacional (NSC, por sus siglas en inglés).

El general John A. Gordon es
consejero adjunto de
seguridad nacional para
la lucha contra el terrorismo.

El nuevo dispositivo ha sido establecido progresivamente. En lo sucesivo, la consejera nacional de seguridad, Condoleezza Rice, cuenta con la asistencia de un adjunto para la lucha contra el terrorismo. Esta función, creada por la directiva presidencial NSPD-8 del 24 de octubre 2001, ha sido confiada inicialmente al general Wayne A. Downing, ex jefe de las fuerzas especiales y «consejero militar» de la oposición iraquí. Desde el 27 de junio de 2002, este puesto es ocupado por el general John A. Gordon, antiguo número 2 de la CIA y más tarde director de la seguridad nuclear.

Downing se ha dotado de un grupo de expertos encargado de las operaciones preventivas de proyección (Proactive, Preemptive Operations Group - P2OG) y compuesto por especialistas de punta en materia de guerra de la información, acciones secretas, diplomacia, señuelos, enseñanza, operaciones psicológicas, infiltraciones, espionaje electrónico y fuerzas especiales de intervención. El P2OG incluye también oficiales de enlace con el director de la Comunidad de Enseñanza y con los secretarios de Estado, Defensa y Justicia. En total, empleará a un centenar de personas.

Durante la guerra de Afganistán, fueron las Fuerzas Especiales las que asaltaron Mazar-i-Sharif [7]. En esta ocasión, el general Wayne A. Downing creó órganos de coordinación en el teatro de operaciones (Joint Interagency Task Force, en la base aérea de Bagram, al norte de Kabul), en el centro de formación de las redes «stay-behind» (Campaign Support Group, en la base de Fort Bragg, Carolina del Norte), y en el cuartel general de la operación "Enduring Freedom" (Special Operations Joint Interagency Collaboration Center, en la base aérea de McDill, Tampa, Florida). De acuerdo con el mismo principio, instaló órganos de coordinación en cada comando regional US. Uno de ellos ya existe en Europa y otro en el Pacífico.

Actualmente, las Fuerzas Especiales están integradas por 47.000 hombres reclutados de las otras armas: el equipo de los SEALs de la Navy, el 75º regimiento de los Rangers y la Fuerza Delta del Army, las Fuerzas de Administración Civil y de Operaciones Psicológicas, y el 160º regimiento aerotransportado de la Fuerza Aérea. Este ejército dispone de su propio presupuesto y compra directamente sus equipos y materiales, incluso naves rápidas y helicópteros. Para 2002 dispone de una cobertura de 4.900 millones de dólares, que debería subir a diez mil u once mil millones en 2004.

El general Charles R. Holland
dirige públicamente
las Fuerzas Especiales.

Las Fuerzas Especiales se hallan bajo el mando del general Charles R. Holland, un personaje público instalado en McDill. Lo asiste el general Maxwell C. Bailey, que dirige las operaciones dentro del mayor secreto, hasta el punto de que incluso su biografía oficial ha sido falsificada. De todos modos, los generales Holland y Bailey están muy marcados políticamente y son miembros del Center for Security Policy.

Al inclinarse por este dispositivo, Donald Rumsfeld espera poder dirigir dos guerras simultáneas, tal como declaró el 23 de diciembre. Sin embargo, no se tratará de dos guerras convencionales (contra Irak y Corea del Norte, por ejemplo), sino de una guerra convencional y de una guerra de baja intensidad (contra Irak y la guerrilla de Filipinas, por ejemplo) [8].

En adelante, las Fuerzas especiales tendrán por misión eliminar a los miembros de organizaciones terroristas, no importa en qué parte del mundo estén [9]. El presidente George W. Bush ha aprobado, en diciembre de 2002, una lista con los nombres de los sospechosos a abatir, sin juzgar a los individuos y sin respetar la soberanía de los Estados que los cobijen [10]. Las Fuerzas Especiales han realizado recientemente incursiones en Georgia, Yemen, Filipinas, Chad, etc. Tales operaciones, llevadas a cabo al margen de las leyes de la guerra, no carecen de máculas. En enero de 2002, las Fuerzas Especiales tomaron por asalto una escuela en Ouruzgan, en el centro de Afganistán, al suponer que allí prenderían a los líderes de Al-Quaeda. Mataron a 17 personas e hicieron 29 prisioneros. Éstos fueron trasladados a la base norteamericana de Kandahar, donde fueron torturados [11]. El azar quiso que entre las víctimas se encontrasen los padres de un responsable del gobierno provisional afgano, de manera que los Estados Unidos fueron obligados a reconocer su error, liberar a los prisioneros, presentar sus condolencias a las familias de los difuntos y proponerles una indemnización simbólica. Más grave aún, en Mazar-i-Sharif, las Fuerzas Especiales están acusadas de haber masacrado a los prisioneros afganos y cometido diversos crímenes de guerra.

Otra misión de las fuerzas especiales consiste en disuadir a los Estados de entrar en competencia con los Estados Unidos y desempeñar un papel militar regional [12]. En otros términos, las fuerzas especiales pueden intervenir para atacar y sabotear instalaciones cuyo desarrollo podría dar finalmente a un Estado los medios de su independencia respecto a Washington.

Según el Boston Globe [13], cerca de 150 miembros de las Fuerzas Especiales (un centenar de militares y una cincuentena de paramilitares de la CIA) se encuentran en acción desde hace cuatro meses en Irak. Están apoyados por comandos de las SAS británicas, jordanos y australianos. Su misión es localizar los blancos a bombardear, especialmente en zonas urbanas. Saddam Hussein ha acusado a los Estados Unidos de haber infiltrado a miembros de las Fuerzas Especiales entre los inspectores de desarme de la ONU. Los bombardeos casi cotidianos del centro de Irak apuntan a cubrir los desplazamientos de estas unidades. La guerra ya ha empezado.

[1Sobre el Center of Security Policy, ver nuestro estudio «Les marionnettistes de Washington», en Réseau Voltaire del 13 de noviembre de 2002. Accesible en la Zone Réseau Les marionnettistes de Washington.

[2El Posse Comitatus Act (PCA), adoptado al término de la Guerre de Secesión e incorporado al Título18, Sección 1385 del Código de los EE.UU., prohíbe a las fuerzas armadas (pero no a la Guardia Nacional) participar en el mantenimiento del orden, salvo derogación expresa del Congreso.

[3El 9 de diciembre de 2002, el gobierno canadiense hizo público un acuerdo de defensa con los Estados Unidos. En teoría, los dos países poseen en lo sucesivo un sistema de defensa común, coordinado en el seno del Comando de América del Norte. En la práctica, este estado mayor es puramente estadounidense y el ejército canadiense sólo está representado por un único oficial de enlace (actualmente, el general Ken Pennie). Según el ex ministro de Asuntos Exteriores canadiense, Llod Axworthy, este tratado marca el fin de la soberanía de Canadá.

[4DoD News Briefing del 7 de enero de 2002 http://www.defenselink.mil/news/Jan..., «Special Ops gets OK to initiate its own missions», por Rowan Scarborough, en The Washington Times del 8 de enero de 2003 http://www.washtimes.com/national/2....

[5«The Secret War. Frustrated by intelligence failures, the Defense department is dramatically expanding its ’black world’ of covert operations», por William M. Arkin, en Los Angeles Times del 27 de octubre de 2002.

[6«Defense Science Board Summer Study on Special Operations and Joint Forces in Support of Countering Terrorism», Department of Defense, 16 de agosto de 2002 (documento parcialmente clasificado). El contenido de este informe fue revelado por Dan Dupont en «Inside the Pentagon», del 26 de septiembre de 2001. Se puede descargar parcialmente de: http://www.fas.org/irp/agency/dod/d... en formato Powerpoint.

[7«Conduct of War Is redefined by Success of Special Forces», por Thom Shanker, en New York Times del 21 de enero de 2002.

[8Acerca de la discusión sobre la capacidad de los Estados Unidos para multiplicar los teatros de operaciones, ver «Ce Gulliver dérisoire», en De Defensa del 26 de diciembre de 2002: http://www.dedefensa.org/article.ph....

[9«Rumsfeld Wants More Covert Operations to Smash al-Qaeda», despacho de UPI del 3 de agosto de 2002. «Aggressive New Tactic Proposed for Terror War», por Thomas E. Ricks, en Washington Post del 3 de agosto de 2002. «US to Deploy Elite Units to Hit al-Qaida», por Roy McCarthy, en The Guardian del 5 de agosto de 2002.

[10«Bush Has Widened Authority of C.I.A. to Kill Terrorists», por James Risen y David Johnston, en Washington Post del 15 de diciembre de 2002. «Bush orders hunt for terrorists», por Frank Gardner, en BBC del 16 de diciembre de 2002. «Rumsfeld bolsters special forces», por Rowan Scarborough, en The Washington Times del 6 de enero de 2003.

[11«Villagers Released by American Troops Say They Were Beaten, Kept in Cage», por Molly Moore, in Washington Post del 11 de febrero de 2002.

[12Esta misión fue atestiguada por el general Charles R. Holland durante una audición en el Senado. «The State of Special Operations Forces», Senate Armed Service Committee, Emerging Threats and Capabilities Subcommittee, US Senate, 12 de marzo de 2002.

[13«US Operatives are said to be active in Iraq», por John Donnelly, in Boston Globe del 5 de enero de 2002.