La política nacional tiene sabrosuras de alto calibre ridículo. Las raleadísimas huestes de Acción Popular que dirige el demócrata Valentín Paniagua culpan a Raúl Diez Canseco por su magrísima ganancia en los últimos comicios. ¿Qué responsabilidad puede tener el vicepresidente de quien su tío, el extinto Fernando Belaúnde, dijo que era muy hábil para los negocios pero un negado sobresaliente para la política? El fracaso de convocatoria de Paniagua es estentóreo, convincente y real.

Siempre en una crónica de lo irrisorio, Raúl Diez Canseco anuncia solemne que el lunes dirá su expresión al país. No hay que exagerar para comprender que el Perú aguarda ansioso lo que tenga que decirnos este señor. Es sumamente conmovedor que él esté muy dolido por la actitud de sus correligionarios y que esté elucubrando una declaración. Como si el oportunismo descarado y comerciante tuvieran siquiera alguna forma de justificarse.

La verdad es otra y más puntual. Acción Popular y Valentín Paniagua han demostrado que son cáscara añosa y esclerosada de lo que fue un partido que ganó la presidencia dos veces. Sus gestiones aún provocan críticas durísimas por sus miopías, torpezas, pusilanimidades, conchabos y uno que otro elogio por los escasos aciertos. El caudillismo e impronta de Belaúnde Terry confirman que desaparecido el líder lo que quedan son trastos inservibles aunque se gestionen homenajes, elogios, diplomas, reconocimientos por todo el país. AP es parte de una historia en agonía y en irrecusable extinción.

Diez Canseco no ha podido aclarar una sola de las denuncias que le ha hecho públicamente su ex-socio Carlos Boloña. Su mudez huele a miedo y escapismo.

Versiones apuntan a señalar que es un tirano con sus colaboradores y que orilla la patanería a raudales. ¿Quién se cree Diez Canseco? El poder, mejor dicho, la figuración pública es efímera, coqueta y dura de mantener. No es precisamente un intelectual, tampoco un estratega, sus habilidades pasan más bien por una comprensión amplia de lo que es el arte de los fenicios, el comercio. Nada más.

Pretender encontrar validez en cualquier explicación que quiera dar el señor Raúl Diez Canseco es subvertir la noticia. El tiene que hablar de sus broncas ante la ley y las inconductas que se le han espetado de manera pública. Al país le importan poco sus explicaciones relativas a su militancia en Acción Popular o de cómo es, sirve al país desde la vicepresidencia. Me atrevo a pensar que antes que el Perú, sus pueblos y sus tradiciones, para cierta gentuza, está el negocio, en cómo hacerse ricos o más adinerados a tiempo antes que se acabe el lustro. Así de simple.

Un fantasma recorre el Perú, la renovación y la liquidación de nuestra pútrida clase política es un hecho que no admite retaceos ni mezquindades.

Que no quieran aceptarlo y resuellen los réprobos es otra cosa. Pero hay miles de jóvenes, hombres y mujeres, dispuestos a dar una nueva lucha cristalina y fulminante contra los podridos que ya llevan muchos años robándole al Perú.

Mientras tanto ¿qué hacer? Diría como el viejo maestro Víctor Raúl, hacer y organizar. Impulsar la protesta y organizar los cuadros y las tesis doctrinarias a través de grandes líneas de acción política: Camisea, Yanacocha, Tambogrande, Talara, Arequipa, Iquitos, la defensa del Mar de Grau contra la entreguista Convención del Mar, por citar algunos jirones del avatar polémico, nos convocan y nos retan. Ya no hay vuelta atrás y el porvenir nos debe una victoria que habrá de ser conquistada por la voluntad libérrima de las generaciones novísimas y, sobre todo, limpias de cualquier mácula culpable.

Es hora de romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz.