¿Es CFS (cuervo, fascista y soplón) Cipriani la Iglesia Católica? Siempre se escuda en la Iglesia de su confesión cuando le espetan inconductas, de las muchas que demostrado en su vida pública, el prelado de marras, pero además cuando retruca las insuficientes aserciones de Mario Vargas Llosa columbra bien sus límites y sigue el juego. Lo que diga Vargas Llosa, bien o mal, siempre tendrá el eco que una figura de sus contornos internacionales genera.

Cipriani no es sólo un cardenal, es el primero de la secta Opus Dei que llega a un puesto papabile (elegible para sumo pontífice) y es parte de la avanzada que en Latinoamérica impulsa esta pandilla que ya tiene hasta santo, el fascista Escrivá de Balaguer.

A Cipriani no se le reprocha una discusión tan bizantina e interminable como es el aborto tema sobre el que hay múltiples teorías o interpretaciones, sino que haya sido un sujeto cómplice de la dictadura delincuencial de Fujimori. Cuando fue arzobispo de Ayacucho calló los abusos que los militares cometieron contra poblaciones indefensas y aherrojadas al fuego cruzado del terrorismo de Sendero y del violentismo desatado por el Estado.

Se le reputan mordazas y tenebrosos oídos sordos a lo que ocurría ante sus narices sin que él dijera o musitara siquiera una protesta.

Cuando la aventura emerretista en la embajada nipona y que a la postre terminó en una matanza injustificada de los propios asaltantes, Cipriani tiene el dudoso honor de haber sido el vehículo -según varios ex-rehenes- de los adminículos que propiciaron ese baño de sangre. Actuó como un quintacolumna, como un soplón que -sabiéndolo o no- ganaba tiempo y a la vez tomaba nota detallada de la logística. ¿Es acaso posible pensar que Cipriani da puntada sin hilo en las cosas que hace? El ha sido entrenado para todo lo contrario. Sus lágrimas son el telón insuficiente a un desenlace asesino que deber ser castigado. Aquí no hubo héroes, sino criminales.

Cipriani representa al anti-cholo, a esa Iglesia Católica tradicional, ultramontana y perdonadora de cualquier pecado contra la sociedad mientras que no se toque a la institución que viene engañando a Latinoamérica desde hace 500 años. Dicen que se oponen al aborto, pero hay un cura colombiano, Roberto Reaño, escondido en la Catedral de Arequipa por sospechoso precisamente de haber interrumpido un embarazo en Camaná y por tener una hija en esa ciudad del Sur. ¿Cuántos son los hijos de curas y sacerdotes en el territorio peruano?: son cientos. ¿Cuál es la moral del sacerdocio católico y cuál su ejemplo?

Muy bien que Mario Vargas Llosa exprese lo que ha dicho en su artículo, pero el fondo del asunto es mucho más profundo que una lucha cosmética y de buenos o malos humores. Está en juego una definición de la sociedad peruana y hay que cuestionar a todos y a todo el mundo: comenzando con la subvención que el Estado hace a la Iglesia Católica. ¿Por causa de qué un tratado que no ha sido examinado por ningún Congreso -el Concordato- hace que estos ociosos y panzones no paguen impuestos y encima hagan negocios pingues con estas evasiones tributarias?

Si en el Perú existiera un Congreso decente, hace rato que se habría cuestionado esta irregularidad insultante para el bolsillo de los peruanos, pero pareciera que más pueden las sotanas y la puntualidad de los cheques quincenales que reciben los legiferantes que alguna pizca de idoneidad y vergüenza propias.

Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz.