En uno de mis frecuentes viajes a Arequipa vi en los muros de la Universidad Católica San Pablo una pinta que decía: ¡Fuera Sotas! La curiosidad me hizo tomar contacto con una de las sectas más nocivas, fascistas y angurrientas de que se tenga memoria en el Perú: el Sodalicio de Vida Cristiana. Esta pandilla acostumbra reclutar jóvenes, lavarles el cerebro y ponerlos a disposición de su fanatismo a ultranza. Es a ellos a quienes se ha dirigido el brillante galeno mistiano Héctor Guillén para responsabilizarlos por la vida de su hijo Franz capturado por los sotas desde hace algunos años.

En efecto, los sotas quieren enviar a Franz Guillén a Colombia, país que se desgarra en una inacabable guerra civil que supera los últimos 40 años y que se remonta al siglo antepasado. ¿Qué podría hacer Franz en el país del norte? Obviamente servir de carne de cañón por su condición de extranjero y porque es un elemento al servicio de una secta que no repara en sacrificios inútiles como podría ser el de este joven absolutamente distante de su familia y de todo razonamiento.

El doctor Guillén ha escrito al líder máximo de la secta: Luis Figari, fundador de la tenebrosa secta Tradición, Familia y Propiedad que en los años 70 también tuviera la colaboración entusiasta de aquel mercenario intelectual que se llama Francisco Tudela, el clown que acompañó a Fujimori en buena cantidad de tropelías. Guillén subraya que cualquier cosa que ocurriera con su hijo Franz, será de absoluta responsabilidad del Sodalicio que comanda Figari.

Pocos días atrás por las ondas de Radio Melodía, poderosa emisora en Arequipa, emplacé al arzobispo Luis Sánchez Moreno para que dijera si iba a asistir a la citación del 6to Juzgado Penal sobre el caso de la querella del "sacerdote" sodalicio Javier Len contra el ciudadano Fernando Gerdt. El querellante no se presentó en la primera reunión y en la segunda salió vapuleado como zapatilla mordisqueada por perro callejero. Mentiroso, farsante, incapaz de sostener alguna mirada de frente, Javier Len, hizo el ridículo y demostró su pobreza intelectual y espiritual que es la que caracteriza a los sotas.

En el programa radial, de larguísima hora y media de duración, se recibieron múltiples llamadas. Todas con la excepción de una sola, apoyaban cuanto venía diciendo acerca del peligro de salud mental que implica la existencia de esta secta que pretendió apoderarse del Colegio Pérez de Guereñu en Paucarpata y la asociación de padres de familia de dicho centro educativo les echó a patadas. De igual manera con un instituto para invidentes en Zamácola y en todas partes de la bella Arequipa.

Me acerqué al director del Colegio Max Uhle, Herr Halmacher, para inquirirle del porqué la sodalicia profesora Quiroz era la responsable de la educación religiosa en un colegio laico. Y él me aseguró que habían tomado medidas drásticas contra la recluta de jóvenes en el colegio. Le informamos que había un trabajo en marcha sobre el Opus Dei y el Sodalicio a cargo de Jens Glussing corresponsal en América Latina de Der Spiegel y que así íbamos a transmitir sus opiniones.

Cuando Guillén decide tomar al toro por las astas y formular la alerta por la salud física de su hijo que los sotas quieren poner en peligro en Colombia, hace bien y no merece sino el apoyo responsable de todos los librepensadores del Perú y del mundo. Los sotas son una secta como lo son los del Opus Dei y a las sectas hay que pelearles milímetro a milímetro y aniquilarlas. Así de simple.

Es hora de romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz.