Cuando la mugre fujimorista campeaba en el Perú en todos sus amplios confines César Hildebrandt se refirió a la taradocracia y avisó que estaba cometiendo un ilícito penal porque usaba el término en calidad de préstamo no autorizado o concedido. En efecto, escribió CH que la imbecilidad, torpeza, suciedad y corrupción acompañaban naturalmente a la administración del nipón huidizo. Sin embargo, con algún optimismo CH redujo esa situación a aquella época. Y hay que -con dolorosa sensación- enmendarle la plana: la taradocracia ha renacido insolente, ecuménica, profundamente tarada.
El parlamentario aprista Carlos Chávez rebuznó en torno al fatídico avión de Tans y produjo confusión y caos. ¿Quién engañó a este sujeto y le musitó que acaso alguna vez podría convertirse en humano? Después ha dicho que su "expresión" impulsó el rescate. ¡Hay golpes en la vida, tan fuertes, yo no sé!
La congresista Mercedes Cabanillas, fiel a su estilo tradicional y mediocre apoya a su compañero de partido. En lugar de guardar un silencio saludable, la señora aventura más barbaridades que las suele decir con frecuencia. Ha poco sostuvo que "el Apra ganaría mucho con Alan García de secretario general". Aparte de la declaración adulona, no hay que ser muy zahorí para entender que AGP es el presidente, mandamás, secretario general, general de brigada y todopoderoso líder de ese movimiento. Que pretendan con figuras o maniobras electorales, dar el manubrio completo de la nave a AGP, es otro tema que revela la profunda orfandad de personalidades en ese grupo político.
La taradocracia es multipartidaria. Víctor García Belaúnde sostiene que el Apra ha emprendido una guerra a muerte contra Valentín Paniagua porque éste es el único que puede enfrentar exitosamente a García Pérez. Es obvio presumir que Vitocho tiene una bola de cristal porque aún faltan años para la próxima justa presidencial. Por otro lado, el peor enemigo del señor Paniagua es él mismo. Tendrá que explicar temas tan ríspidos como Camisea, Olmos, (informes que van en los próximos días) y cómo es que nunca sufragó impuestos por honorarios abultados que le pagaban unos jubilados a quienes luego traicionó el mismo 28 de julio del año 2001, fecha en que se publicó en El Peruano las disposiciones antipensionarias más rudas de la historia patria.
Meses atrás un indignado Armando Villanueva tildó a Julio Favre, el presidente de la Confiep (organismo cómplice de Fujimori) de troglodita.
Pocas veces una feliz caricaturización ha sido más certera. Y que perdonen los trogloditas el haber incluido a un débil mental como Favre en su categoría, pero éste tipejo ahora dice que no había que cerrar Lucchetti y tan solo ponerle multas. ¿Se está curando en salud? El 95% de los "empresarios" peruanos sólo sabe vivir mamando de la teta estatal (y así lo afirma en buido artículo Mirko Lauer). O carecen de nacionalismo (o verguenza siquiera) como enuncia Daniel Saba. Manga de mediocres, estos empresaurios han sido unos parásitos que ahora reclaman estabilidad jurídica, el armazón legal forjado para que inviertan 10 y ganen 100, con sueldos bajos y nulas protestas.
Denuncié la idiotez de un Federico Salazar interrogando a una mujer cuya hija fue violada, asesinada y arrojada a un basural. ¿Qué pretendía este taradócrata? ¿que aquella señora le diera una explicación unamuniana de cómo fue injusto el deceso de su hija? Hay que ser sumamente bruto o habiloso "comunicador" de engañifas como es el caso.
Los taradócratas fungen de técnicos, empresarios, estrategas, politólogos, líderes de opinión y otras calificaciones más, todas ociosas. Viven del diseño violentista que difunde la televisión, radio y prensa escrita. Están en todos los partidos, en el gabinete, en las organizaciones de diverso calibre y pelaje. Son una raza inmune a las críticas y se reciclan con mucha frecuencia. CH limitó la taradocracia al fujimorismo, peste episódica de amenazante presencia, para su mala suerte y la de todo el Perú, estos bestias han traspasado los límites y hoy se pasean orondos con su carga pestilente de mediocridad disfrazada de eficiencia.
¡Muerte a la taradocracia!
Es hora de romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz.
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