Aunque nunca hay razones suficientes para desatar una guerra, en el caso del conflicto contra el gobierno iraquí, los tres argumentos fundamentales presentados por el Presidente Bush para desencadenar la acción militar contra el régimen de Saddam Hussein no se materializaron sobre las arenas del desierto de Irak.

Primer argumento presentado por la Casa Blanca ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Que Irak era una amenaza para la paz mundial porque el gobierno de ese país tenía armas químicas y bacteriológicas y que estará dispuesto a utilizarlas en un futuro cercano.

El planteamiento de la "guerra preventiva" se convirtió de la noche a la mañana en doctrina militar de los Estados Unidos. Algo muy ajeno al pensamiento tradicional de los militares norteamericanos. Lo que ocurrió en Pearl Harbour cuando los japoneses atacaron arteramente a los Estados Unidos, fue entonces un caso típico de "guerra preventiva", como lo fue también la invasión de Polonia por los nazis cuando la Segunda Guerra Mundial.

Segundo argumento. Que Irak era un Estado "Terrorista" que tenía ciertas vinculaciones con la banda Al Qaeda. Y que existía una conexión evidente entre el gobernante Saddam Hussein y el cabecilla terrorista Osama Bin Ladén y su organización terrorista responsable del criminal atentado de las torres gemelas de New York.

El tercer presupuesto para llevar a los soldados norteamericanos combatir en las áridas arenas de Irak era todo un canto al optimismo. Que las tropas de Estados Unidos no serían vista por el pueblo iraquí como invasores sino como libertadores.

Se presentaba a la opinión pública norteamericana un escenario ideal en el cual, como en una película de Hollywood al caer sobre Bagdad el primer cohete norteamericano, las tropas de Irak saldrían de sus cuarteles y trincheras con sus brazos alzados entregando sus armas a los invasores sin disparar un solo tiro.

La opinión pública mundial no creyó en los argumentos presentados por el gobierno de los Estados Unidos.

Los actos de protesta contra la guerra han sido multitudinarios en todas las naciones del planeta. Desde el Papa en Roma hasta los gobernantes de casi todas las naciones han expresado su rechazo a esta guerra. Simpatías por el gobernante iraquí Saddam Hussein no ha sido la razón de tanta oposición a esta guerra.

Son los hechos los que condenan la intervención militar en Irak.

Primero que hasta el presente- y la guerra está en sus finales- no se han utilizado armas químicas de destrucción masiva contra las tropas de Estados Unidos o del Reino Unido. ¿ Aparecerán las armas químicas en los arsenales militares que las tropas de Estados Unidos capturen al ejercito de Irak? Quien sabe.

Segundo : Que no se ha presentado hasta el presente ninguna prueba fehaciente de que existiese una vinculación entre el gobierno de Irak y los terroristas de Al Qaeda. Entre otras cosas porque para nadie es un secreto que Bin Ladén es un fanático religioso musulmán mientras que el presidente iraquí es un árabe secular que siempre ha sido visto como un "infiel" por los fundamentalistas fanáticos extremistas.

En cuanto a que los soldados iraquíes no iban a combatir por defender el territorio de su país porque vivían bajo la bota opresora de un dictador, la realidad se ha tornado en pesadilla. Las arenas del desierto y las calles de las ciudades de Irak están anegadas de sangre de soldados y civiles de ese país, que han muerto no por apoyar a un hombre o un determinado régimen político, sino por defender palmo a palmo la integridad territorial de su patria.

Nadie puso en duda jamás que al final de la contienda serían los invasores los vencedores. Pero cuando se está por conciencia contra una guerra no se determina la conducta por las posibilidades de derrota o de victoria.

Si así fuera el caso, nadie se hubiese opuesto a la guerra. Cuando lo que está en juego es la conciencia no hay espacio para oportunismos.

¿Quién perderá esta guerra? No será Sadam Hussein. Esta guerra la ha perdido la humanidad.