«Mujeres de Dictadores» leer extractos del libro, pulsar en este enlace

Llegada de Fidel Castro al aeropuerto de Ginebra, Suiza
© Cabrera

Max Lesnik periodista cubano trabaja en Radio Miami, Estados Unidos:

¡ No...!

Max Lesnik
trabaja en radio Miami

En cuanto a mi opinión sobre el libro («Mujeres de dictadores del escritor Juan Gasparini, sólo puedo decir que el tema de la vida privada de Fidel -dada mi amistad personal que tengo con él-, no me parece correcta mi participación en ese debate. De todos modos creo que algo debo decir.

Independientemente de las afirmaciones que se hacen sobre las mujeres en la vida de Fidel, el solo hecho de incluirlo en la isla de los dictadores no me parece justa ni correcta. Es como si se escribiera un libro sobre los fundadores de sectas religiosas fanáticas y se incluyera a Cristo y a Mahoma.

¿Qué es un dictador? De acuerdo a la historia la dictadura era una institución constitucional que se establecía en la república romana en momentos de crisis o de peligro para el Estado cuando este estaba amenazado por enemigos externos. Ese es el caso de Cuba.
¿No ha estado Cuba y su gobierno bajo la hostilidad de los Estados Unidos por más de 40 años, los mismo años que Fidel Castro ha estado al frente de la jefatura del gobierno cubano?
Si se llama dictador al hombre que gobierna por mucho tiempo, habría que incluir en la lista al Papa, cuyo mandato es vitalicio. Y sobre las mujeres del Santo Padre, ese sería un reto para una investigación y un nuevo libro de Gasparini. De todos modos voy a leer el libro de Gasparini aunque no esté de acuerdo con su original enfoque.

Max Lesnik, Miami 22 septiembre 2002

Mary Simón periodista cubana independiente, residente en Suiza. Trabaja para diversos medios europeos:

¡ Sí...!

Mary Simón
periodista cubana.

No me cabe la menor duda de que Fidel Castro se ha comportado como un notorio dictador. Francamente, resulta incongruente preguntarse si alguien que lleva 44 años en el poder, con un solo partido, con un solo candidato, si es un dictador o no.
Un trazado histórico o un análisis más profundo de cómo Fidel Castro se fue transformando en un verdadero dictador comportaría un debate mucho más amplio. Sin embargo, hay aspectos que pueden contribuir a ese enfoque.

Pienso que es bueno refrescar la memoria. En el Manifiesto de La Sierra, dirigido al Pueblo de Cuba y publicado en la Revista Bohemia (26 de Julio de 1957), Castro prometió que un año después de derrocar a la dictadura de Fulgencio Batista restauraría la Constitución de 1940, se convocaría a elecciones libres, democráticas y multipartidistas, de acuerdo con el Código Electoral de 1943. Y también prometió al pueblo una total libertad de prensa, así como la excarcelación de todos los presos políticos.

En la misma Sierra Maestra, Fidel decía a la prensa internacional: «que quede claro que no somos comunistas. Nuestra filosofía política es la de la democracia representativa».
En verdad ha pasado por alto sus promesas. Y se ha sentido en el derecho de no dar explicaciones al pueblo cubano. Cabe citar aquí, las que hizo hace ya más de 40 años a la Cadena de TV norteamericana CBS: - «Si no damos libertad a todos los partidos para organizarse no seremos un pueblo democrático. Hemos luchado para dar democracia y libertad a nuestro pueblo».

Esto estará garantizado con «la opinión publica, nuestra palabra, nuestras intenciones. Porque somos desinteresados, porque es obvio que no ganamos nada no celebrando elecciones» ...

Nada más alejado de la dictadura socialista que Fidel Castro, con su estilo marcadamente populista y su imagen paternalista, de inagotable verbo antiimperialista, fue introduciendo en Cuba. Un socialismo muy sui-géneris que permitió que la Guerra Fría llegase a las costas caribeñas.
Es imposible imaginar que «el líder Máximo» no sea un dictador. Bajo su dirección se destruyeron las más elementales referencias del estado de derecho, fueron eliminados todos los partidos políticos y se han conculcado las libertades de expresión, de asociación y de movimiento.

Desde el inicio de la revolución, no se ha permitido el desarrollo de un proceso democrático en Cuba, tal como lo había prometido el Comandante. La misma Constitución -reformada en tres ocasiones- instituye el partido único.
Por consiguiente, en las elecciones, no hay posibilidad de presentar un solo candidato que no esté dentro de las listas aprobadas por el Partido Comunista, cuyo líder indiscutible es el propio Fidel Castro.

En la Carta Magna -que en 1976 decretó el carácter socialista del Estado- «se reconoce a los ciudadanos una libertad de palabra y prensa conforme a los fines de la sociedad socialista», lo cual equivale a que el concepto de libertad se vea vaciado de todo sentido, puesto que en tal circunstancia no es más que la exigencia de una aceptación del sistema. La última modificación de la Constitución, efectuada el 20 de junio del 2002, compromete el futuro del pueblo cubano al declarar irrevocables el carácter socialista del sistema político y social, en un intento de eternizar el modelo actual.
No hay que dejarse llevar por los mitos de la revolución cubana ni por las maravillas de su sistema educacional y de salud. Hay, como en cualquier parte del mundo, aciertos y desaciertos. El balance requiere otro debate.

Valdría la pena recordar la famosa campaña de la Zafra de los 10 millones, en 1970, cuando el entonces ministro del azúcar se atrevió a decir que no era posible alcanzar tal objetivo. Ello motivó su destitución y que nunca recuperase posición alguna en la jerarquía. Fidel dirigió personalmente lo que fue uno de sus mayores fracasos económicos.
Uno de tantos experimentos, que concebidos por el propio Castro, han hecho trizas la agricultura cubana. De tal manera, se ha creado una escasez de alimentos, que poco tiene que ver con el bloqueo estadounidense, y que podría considerarse más bien un reflejo de erróneas políticas de desarrollo.

«La dictadura del proletariado» del Partido Comunista de Cuba, cuyas riendas maneja Fidel Castro desde su fundación en 1965, ha dado paso a una novedosa élite que se beneficia de las bondades del socialismo y que se aglutina junto a su figura. Así mismo ha llevado a la mayoría de la población a una dantesca rutina de sobrevivencia.

Muchos de sus más allegados colaboradores y de quienes le acompañaron durante la etapa insurreccional, por mantener posiciones discrepantes a las del líder Máximo, han pasado a la historia como «traidores, desertores, agentes de servicios secretos enemigos, diversionistas ideológicos, oportunistas». Unos han muerto, otros han sufrido prisión. Entre los que han quedado vivos están el Comandante Mario Chanes -asaltante del Moncada y expedicionario del Gramma- y el Comandante de la Revolución Hubert Matos, quienes cumplieron 29 y 20 años de cárcel respectivamente. Ambos han dejado plasmados sus testimonios de las tortuosas experiencias vividas.

La aplicación de la pena de muerte por fusilamientos ha dejado un amargo sabor entre cubanos. Para algunos estudiosos de la realidad cubana, éste es un capítulo reflejo de la obstinación de quitar del medio a todo opositor u «oveja descarriada», una práctica que no se justifica en tiempos de paz. Se podría preguntar también la opinión a los familiares de fusilados (Ochoa, La Guardia...)

En su conjunto, la Revolución de Fidel Castro se ha apartado del proyecto inicial, «profundamente humanista y martiano», y ha propulsado una sociedad militarmente jerarquizada, represiva y caracterizada por el culto a la personalidad de su Máximo líder. El mejor ejemplo del factor represivo son las «Brigadas de Respuesta Rápida» creadas en 1991 por orden de Fidel Castro e integradas por militares y militantes del PCC. Su misión: el empleo de la fuerza contra toda persona o grupo que proteste contra el gobierno.

Con todo, no sería consecuente si pretendiese negar rotundamente que en Cuba hay mucha gente aún que honestamente se siente identificada con un sistema que desde su instauración se ha pasado el tiempo haciendo promesas de un futuro mejor y pidiendo cada vez mayores sacrificios. Varios millones de cubanos han emprendido el camino del exilio por muy diferentes razones, y otros tantos permanecen en una vorágine, en una especie de callejón sin salida. Y, desde hace algún tiempo, hay quienes se arriesgan a represalias y prisiones constantes por integrarse en agrupaciones o partidos políticos, fuera de las leyes.

Creo que el debate surgido al calor del libro de mi colega Juan Gasparini no debe quedarse ahí. Todo lo contrario, debe continuarse este importante debate, pero en el respeto de todas las opiniones, porque no sólo es un tema de actualidad y preocupación, sino que genera encontradas posiciones. Muchas veces se pasa por alto, se aborda entre paréntesis, a discreción, como si aquellos sectores progresistas que se sienten atraídos, identificados con las esperanzas que ha generado la revolución cubana y sus más significativos postulados, tuviesen un temor a quebrar el encanto.

Mary Simón, Ginebra, 23 de septiembre de 2002.
Periodista cubana residente en Suiza. Ex corresponsal de Prensa Latina en Suiza y ante la ONU en Ginebra. Licenciada en periodismo, con varios estudios de postgrados en Filosofía, Relaciones Internacionales, Historia del Pensamiento Africano.

Sandro Cruz periodista peruano de la Agencia IPI y del diario Liberación de Lima, Perú:

¡ No...!

Sandro Cruz periodista
peruano

Comparar a Fidel Castro con Pinochet, Videla o cualquier otro dictador africano o asiático no creo que sea justo ni correcto, por muchas razones.
En primer lugar, me pregunto: ¿cuál sería el comportamiento o psicología de una persona de saber que lo quieren asesinar?
Y no estoy hablando de cualquiera de por ahí. Estoy hablando de la Mafia, los cientos de exiliados cubanos extremistas, de la CIA que gasta 4 mil millones de dólares al año -presupuesto oficial dado a conocer por las autoridades norteamericanas- para sus criminales operaciones.
¡Ud. No puede ser la misma persona!
El señor Szulc que escribió una biografía de Castro contaba que: «la curiosidad del comandante por lo que hacen los norteamericanos es ilimitada». Hay de qué... ningún otro personaje ha conocido tal acoso.
Pinochet, Videla, Somoza, y otros recibían en cambio apoyo, dinero, armas y reconocimiento por parte de los EE.UU. mientras no sólo torturaban, sino que hacían desaparecer a cualquier persona por sus ideas políticas.

A Castro se le podrá acusar y reprochar de muchas cosas, pero no se le puede acusar de haber hecho un genocidio sistemático de eliminación física de las personas opositoras, como lo hizo Pinochet, Videla, Pol Pot y otros sanguinarios dictadores en el mundo.
Afirmar lo contrario es falsificar los hechos y la realidad. Yo no descarto que existe una represión empleada por el gobierno de Fidel Castro contra los opositores, -en un constante marco de agresión y sabotaje estadounidense-, pero no se puede comparar en lo absoluto a las prácticas de Pinochet en Chile y Videla en Argentina, Somoza en Nicaragua, u otros sanguinarios dictadores apoyados por los Estados Unidos, la lista en ese sentido sería muy larga.

Por ejemplo, Kennedy, presidente de los EEUU en los años 60’, tiene fama de ser bueno y tierno. Pero él mismo en persona, «paradigma de la Libertad y de los Derechos Humanos» aumentó los comandos para asesinar a Castro.
¡Llegó al extremo de diseñar él mismo las vestimentas y calzado que debían de llevar sus tropas comando de elite para actuar en el trópico!
Al fracasar su operativo, recurrió a los servicios de la mafia, dirigida en ese entonces por Sam Giancana conocido gangster ítalo-estadounidense. Esto desembocó en la célebre operación «Mangosta».
Dichos anécdotas me hacen recordar al Vaticano de Juan Pablo II cuando trabajaba con la CIA para hacer caer el comunismo en Polonia católica. No lo digo yo, aquí en Europa las TVs han dado muy buenos documentales al respecto. Todo esto es muy maquiavélico: ¡los fines justifican los medios! Yo soy cristiano y me da pena estas cosas.

Por razones históricas igualmente. Castro ha encarnado ese sueño de independencia latinoamericana. Los ideales de Bolívar de unidad, los de justicia social del socialismo fuera de dogmas y aberraciones obtusas...
Y aunque sus detractores le acusen de no haber cumplido y de haber dejado Cuba en una miseria económica, habría que precisar lo siguiente: Si en Cuba hay penuria económica es en gran parte por el bloqueo que dura 40 años. Al mismo tiempo, avergonzarnos porque Latinoamérica entera es también una catástrofe económicamente, llena de miseria sin haber tenido bloqueo: Argentina, Guatemala, Perú... por citar algunos, la gente está hambrienta. Ayer escuchaba la radio española y se hablaba de los inmigrantes ecuatorianos ilegales en España, que ya suman más de 200,000 y son explotados cada día.

Hay que dejar la hipocresía y reconocer que la gente no sólo quiere fugar de Cuba sino de toda Latinoamérica y únicamente por aspectos económicos. Y este fracaso se debe por la inexistencia de verdaderas democracias en el continente latinoamericano, de México a la Argentina.

Si los EE.UU. dieran visa de trabajo a los peruanos, el país se queda vacío. Hipocresía igualmente en las relaciones diplomáticas. Estados Unidos realiza grandes negocios e intercambios de todo tipo con la China comunista y muchos otros países donde la prensa occidental afirma con bombo y platillo que no hay prensa libre ni votaciones democráticas pero sin embargo no hay ese ensañamiento ni acoso que conoce la Cuba de Castro ¿Por qué? Esto tiene sus explicaciones...

¿Si Castro ha cometido errores? Claro que sí pero no más que de lo que han cometido otros presidentes en el mundo. A la vista de los hechos, no se puede juzgar a Castro con la misma vara ni comparar con Pinochet, Mobutu o cualquier otro sangriento dictador, que responde sobre todo a intereses imperiales y no nacionales.
Yo no me refiero al concepto en sí de dictadura dado por los clásicos de sociología. Sino a los hechos. Prácticas genocidas como las aplicadas por Videla en Argentina, Pinochet en Chile o Pol Pot en Camboya, Mobutu en el ex-Congo, hubiesen sido identificadas por una organización seria como Amnistía Internacional.
Tampoco hay que simplificar como algunos han hecho y afirmar que Castro es el dictador bueno y Pinochet el malo. Son esencias contrapuestas.

Lo que está pasando entre Cuba y EE.UU. es una situación anormal e inédita en la historia mundial. Los Estados Unidos, más imperiales que nunca, continúan su guerra secreta con la Cuba de Castro. Y en tiempos de guerra muchos derechos y garantías civiles son suprimidos, las promesas postergadas: ¡supervivencia es la consigna! Todo se modifica. Hay que reconocer que si Castro se mantuvo después de la caída mundial del Comunismo es porque hay un respaldo, la represión existente no lo puede explicar todo.

Hubiese sido hermoso ver como evoluciona Cuba sin esa violencia y presión de los Estados Unidos para destruirla. Ver como se hubiese desarrollado la «película» y comportado Castro delante de sus detractores. Pero hoy en día es tarde, eso no lo sabremos nunca.¨
Castro ya está mayor, ha sobrevivido a siete presidentes estadounidenses y no se rinde. Esto en sí constituye ya un fenómeno social.
Como dice la canción del compositor cubano Carlos Puebla: «qué tiene Fidel que los gringos no pueden con él...»

Sandro Cruz, Ginebra 25 de septiembre 2002