El hábito de la lectura parece en desuso en una sociedad que está plenamente introducida en el ordenador, las videoconsolas y el DVD. A pesar de ello, algunos todavía saben lo que es la piedra de toque o piedra filosofal.

En tiempos de los alquimistas, en las profundidades de la edad media, se pensaba que esta piedra era capaz de convertir en oro todo lo que tocaba. En una época de penurias, hambruna, peste y otras calamidades, el hablar de la piedra filosofal era hablar de felicidad. Era lo máximo en la "química" medieval.

Desgraciadamente, en el ámbito de la realidad, poco se avanzó en aquella era oscura y tenebrosa gobernada por miedos ancestrales y ritos religiosos. Pero... mucho mucho antes había florecido una civilización cuyo desarrollo tecnológico tardó bastante en ser superado: el Egipto de los faraones. Durante muchos años, el estudio de esta civilización ha sido cosa de historiadores.

Desde hace algún tiempo se empezaron a aplicar métodos científicos a la investigación de esta cultura. Los últimos avances han sido publicados estos días. Se trata del estudio químico de las momias egipcias. Hasta ahora este tipo de estudios no había sido posible porque las momias eran guardadas como joyas de la historia de la humanidad, con el factor añadido de que se tratan de restos humanos.

Las cosas han cambiado. La química moderna precisa de muestras muy pequeñas para llevar a cabo su investigación. Con un fragmento de la mitad del tamaño de la uña del dedo meñique se puede saber qué compuestos han sido utilizados para embalsamar. El trabajo de Buckley y Evershed (Nature 2001, volumen 413, página 837) demuestra que los embalsamadores cubrían las momias con varios tipos de aceites. No eran unos aceites cualquiera. Cuando se aplicaron estaban en forma líquida, pero a medida que pasaba el tiempo, esa mezcla iba endureciéndose y polimerizando para dar lugar a una cubierta impermeable.

Este tipo de procesos químicos no ha sido empleado de forma profusa hasta nuestros días, lo que demuestra un conocimiento químico práctico muy importante. Puesto que la mayoría de tumbas estaban en lugares húmedos, una protección de este estilo resultaba muy eficaz para evitar la degradación de la momia. Poco sabemos acerca del origen de estos aceites, ya que los métodos de momificación eran celosamente guardados y no aparecen referencias escritas.

Tan solo algunos detalles secundarios de historiadores griegos y romanos que no bastan para desvelar el enigma de estos aceites. Por otro lado, estos estudios desvelan que se utilizaron resinas de ciertos árboles, en este caso conocidos. Su función era clara: las resinas son potentes agentes antibacterianos, por lo que su utilización también evita la degradación de los cadáveres.

Finalmente, estos autores han descubierto la utilización de cera de abeja en las momias más recientes, cuyo papel sería también el de proteger la integridad de los cuerpos. Mucho queda por saber sobre esa cultura milenaria que dominó el mediterráneo durante siglos. El trabajo arriba mencionado demuestra que después de casi 4 milenios las momias todavía pueden responder a nuestras preguntas.

Ellas siguen vivas entre nosotros y, lejos de aterrorizarnos, nos desvelan cómo éramos antes de llevar pantalones tejanos. Hoy sabemos algo más de ellas, pero también surgen nuevos enigmas que impiden desvelar el velo de misterio que cubre a esta civilización.