Estamos en La Habana y cruzando por su malecón bajo un radiante sol que convierte el mar que nos separa de Miami en un brillante espejo azulado. Hay como siempre, aún en horas tempranas de la mañana, personas que se sientan en el muro a tomar la brisa y a mirar al norte, costumbre de los capitalinos que ha pasado de generación en generación a lo largo de los años.
El punto de referencia en la distancia, claro está es Miami, la ciudad de los Estados Unidos donde más cubanos viven, lo que nos permite afirmar que después de La Habana, Miami bien pudiera ser llamada la segunda capital de la República. ¡Pero que República!
¿Cómo se ve a Miami desde aquí? Todo depende, por supuesto de quien sea el que mira y de lo que lleva por dentro. Pero sea alguien que sueñe con emigrar del país en busca de una vida menos incómoda o sea un cubano "de a pié" que el arraigo a su tierra lo hace más tenaz en su convicción por mantenerse en el país, cualquiera que este cubano sea, tendrá de Miami una visión dictada por lo que se percibe en la superficie y no lo que verdaderamente hay cuando se mira en lo profundo.
En el espejismo miamense aparece lo que en la propaganda turística se ha acuñado como "La Ciudad Mágica". La tierra de promisión donde el que llega se convierte en rico de la noche a la mañana, donde todos sus habitantes tienen casas con piscinas, dos carros del año en su garaje y una voluminosa cuenta en el Banco. De que los hay, los hay, como se dice de los fantasmas. Pero no son los más. Y habría además que preguntarse, ¿ de donde salieron algunos ricos? Porque hay miles que ha costa de trabajo y sacrificio han logrado triunfar en sus empeños, pero también los hay que la ambición por la riqueza los ha llevado a la desgracia.
Independientemente de los casos personales, del contraste entre triunfadores y fracasados, en Miami hay una gran mayoría de cubanos honorables, que aparte de sus posiciones en lo ideológico son ciudadanos ejemplares dignos de vivir con decoro en cualquier parte del planeta.
Pero esos no son los cubanos que mandan en Miami. Lo que allí gobierna es toda una camarilla d pillos de siete suelas que se han hecho del control de los cargos públicos, de los mejores negocios en contubernio con los políticos corruptos, y con sus conexiones en las altas esferas, conexiones e influencias que han llegado hasta el mismísimo corazón de Washington. Lo que determina en Miami no es la conducta ética sino la inmoralidad de una corrupción rampante.
Desgraciadamente como se ve a Miami desde el mundo no es en lo profundo de su ciudadano común, como lo vemos nosotros los que vivimos allí. A Miami se le percibe en la distancia por su cara sucia. Así lo señala un libro que acaba de ser publicado en Estados Unidos de la periodista norteamericana Ann Louise Bardach, que con el título de "Cuba Confidencial" señala- como poniendo el dedo en la llaga- todo lo que ha significado de negativo para Miami la toma del control por parte de los cubanos corruptos y corruptores. Ya antes a Miami se le había acuñado el nada honroso título de "Capital de terrorismo", cuando en un solo año estallaron mas de cien bombas en la ciudad. Bombas puestas todas por cubanos exilados. Ahora Miami es la capital de la corrupción política y la gran escuela de las trampas electorales donde lo que cuenta no es el voto sino que lo que importa es el dinero cash para ganar las elecciones.
Desgraciadamente el Miami que se ve en la distancia, es el de la cara sucia. Pero hay otro Miami. El que no se ve. El de los cubanos honestos de vergüenza que son los más. A ese Miami que sufre en silencio, nuestro saludo desde otra orilla, desde La Habana, diciendo como en la canción de Portillo de la Luz , Miami estoy contigo, "Contigo en la distancia".
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