Cuando un Profesor de la Universidad Internacional de La Florida dijo que Miami no era distinto a las llamadas "Repúblicas bananeras" de América Central, en cuanto a la corrupción política, los escándalos financieros, el amiguísimo y las trampas electorales, tal fue el alboroto que se formó que el pobre hombre tuvo que cantar la palinodia y decir que donde dije digo dije Diego.

Para decirlo en lenguaje criollo: Le cayeron en Pandilla. Y el infeliz Profesor Moreno - creo que así se llama el hombre - pidió una y mil veces perdón por esa frase feliz que retrataba como con una cámara digital a una ciudad donde los políticos son casi todos bandidos, donde los funcionarios corruptos entran y salen de la cárcel para seguir en sus andadas. Una ciudad donde los "lobistas" logran sus propósitos a base de dinero y mas dinero, la frase que el Emperador Napoleón aplicaba al arte de hacer la guerra y que aquí es, el dinero corruptor, la mejor arma para ganar victorias políticas cuando no se recurre a trampas mas sofisticadas como es la de la "boleta de electores ausentes" o se lleva a votar en guaguas escolares a los ancianos, diciéndoles que el candidato de marras es "todo un patriota cubano".

En una República Bananera todo es corrupción. Y no sólo en la escena política sino también en el mundo de los negocios, donde la avaricia es tal, que como dice la frase popular, es tanta, que "rompe el saco." ¡Es cierto!

La etiqueta de "República Bananera" era la mejor manera que tenían los norteamericanos arrogantes, racistas y discriminadores para apuntar hacia el sur, como diciendo que en nuestra América, más allá del Río Grande, la frontera con Méjico, todo era corrupción mientras que en Estados Unidos los hombres y las instituciones estaban regidos por la ética más estricta, por una moral a toda prueba. Miraban la paja en el ojo ajeno y no en el suyo propio.

Hasta hubo alguno que otro cipayo que hasta libros publicaron explicando que los "idiotas latinoamericanos" vivían en la pobreza porque no imitaban a los americanos en su manera de conducir la política y los negocios. ¡Ah! Pero todo hace indicar que la enfermedad del "bananismo", que parecía solo un mal de allá abajo y que se había propagado a La Florida con nuestros pobres inmigrantes infectados de corrupción, también ha llegado a las alturas, al Olimpo, a la capital del imperio mundial. ¿Qué cosa es lo que está ocurriendo en el mundo de los negocios y de la política en Estados Unidos si no es un vulgar "bananismo" y de los grandes? Es verdad que en América Latina hay políticos corruptos y que el egoísmo es lo que determina la conducta de la mayoría de los hombres de la vida pública y las empresas privadas. ¿Y qué está ocurriendo en este país? ¡Exactamente lo mismo! El problema está en el sistema.

Habría que escribir un libro con el título de "Manual del perfecto idiota norteamericano".

Los escándalos de Wall Street, que se suceden a diario de los cuales no están libres de culpa los políticos, debieran servir para que el Profesor Moreno, en vez de pedir perdón por calificar a Miami de República Bananera diera un pasito adelante y dijera: "Banana Republic made in USA, la mejor banana que ojos humanos vieron".