Palabras más o palabras menos, el ex canciller Edgar Terán expresó en uno de sus programas que se transmiten por televisión, donde pontifica cada domingo sobre la "legalidad" y la "moralidad", siempre desde su torre de marfil desdeñosamente democrática, lo siguiente:

"Cada vez que viajo a los Estados Unidos, me siento orgulloso de que mi país tenga la misma moneda. Es como una necesaria sensación de primer mundo que me reconforta"

El señor Terán confunde la democracia con un pañuelo: a veces sirve solo para contener el llanto, sonarse la nariz o despedirse. Él llora y se deshollina las narices y así purga su mala conciencia.

En el Museo de los criminales de guerra norteamericanos, ahora vuelto a bautizar como "Casa de exhibición de los crímenes de Agresiones de Guerra", en Vietnam, en el kiosco de venta de souvenir puede comprarse un modelo del jet ligero de combate utilizado por la fuerza aérea de Estados Unidos en sus bombardeos, con un emblema de Coca Cola añadido al fuselaje, junto con una amplia selección de manuales sobre inversión extranjera y reformas macroeconómicas. Ni un solo texto sobre la historia de la guerra se encuentra a la vista.

En la película de Stanley Kubrick "Chaqueta metálica", uno de los soldados norteamericanos confiesa las razones por las que está en la guerra de Vietnam, diciendo que "quería conocer gente de una vieja cultura y matarla".

El Nuevo Orden Mundial -que tanto entusiasma al ex canciller ecuatoriano y militante socialcristinao- ha provocado el milagro extraordinario de "dolarizar la pobreza" en casi todo el Tercer Mundo, bajo la deliberada manipulación del mercado.

El Nuevo Orden Mundial se legitima en el llamado "Consenso de Washington y Wall Street" y respalda la ideología del comercio "libre" que significa que "el sistema de libre mercado "es la única opción posible en el camino que nos conduce a todos hacia la prosperidad global".

Existe una "agenda oculta" del FMI que actúa de manera perversa desquiciando las economías locales. Las devaluaciones, combinadas con la liberación del comercio y la famosa desregulación de los mercados nacionales de bienes de consumo -como parte del obligado programa de ajuste estructural que impone el Fondo- obliga a la "dolarización" de los precios internos.

Así entendemos la inocua confusión patriotera de Terán y el ajuste estructural aplicado en Vietnam desde mediados de los ochenta, pero que resultó un sistema impositivo altamente discriminatorio. ¿Cómo operaron las instituciones de Breton Woods, en el caso de Vietnam?

El primer paso dado entre 1984 y 1985 -dice Michel Chossudovsky- consistió en destruir la moneda vietnamita: la inflación y la "dolarización" de los precios nacionales logradas con repetidas devaluaciones, evocaban el espectacular derrumbe de la piastra en 1973.

Hoy Vietnam una vez más está inundado de billetes de dólares norteamericanos, que han sustituido al dong vietnamita como "reserva de valor".

El Fondo Monetario Internacional (FMI), como lo hace con todas las economías del Tercer Mundo, supervisa las emisiones monetarias, del Banco Central de Vietnam, mientras que la Reserva Federal de Estados Unidos, de facto, emite moneda (esto es, una masiva operación de crédito por propio derecho) destinada a su antiguo enemigo de guerra.

Las autoridades vietnamitas dolarizaron el orgullo de haber sido el país que humilló al Estado más poderoso de la tierra, para convertirse, otra vez, en el vasallo del imperio. El denominado "Doi moi" (renovación) fue el lema que permitió legitimar la nueva guerra para la que ya no hacía falta las bombas de fragmentación, el NAPALM o los químicos tóxicos, porque ese fue el punto de partida para un proceso de destrucción económica y social.

Las realidades económicas y sociales a las que ahora se enfrenta Vietnam son diferentes: precios de los alimentos aumentando a niveles inimaginables, hambrunas a nivel local, despidos masivos de trabajadores urbanos y funcionarios públicos y la destrucción de los programas sociales.

Los Estados Unidos, como ocurrió con Vietnam, perdió la guerra en Irak. Igual que entonces, estableció como condición para la "normalización" y el levantamiento del embargo en febrero de 1994, "el pago de la cuenta" de las deudas multilaterales en que incurrió el régimen de Saigón, respaldado por Estados Unidos. En la conferencia de donadores celebrada en Paris en noviembre de l993 -semejante a la que acaba de tener lugar para "contribuir a la reconstrucción de Irak"- un total de 1.86 mil millones de dólares en préstamos y dinero para "ayuda" fue otorgado generosamente en apoyo a las Reformas de Vietnam. Un supuesto "comité de amigos de Hanoi", entre los que estaban Francia y Japón, prestó el dinero que Hanoi necesitaba para rembolsar al FMI y así poder acceder a los créditos de éste organismo. Al reconocer plenamente la legitimidad de estas deudas -refiere Chussodovsky- Hanoi en realidad aceptó pagar préstamos que habían sido utilizados para financiar la guerra en contra de Vietnam.

Es decir que, en buen romance, Vietnam pagó todas las deudas de la guerra, incluyendo las del ejército norteamericano, y adquirió nuevos créditos para, convertirse en poco tiempo, en el país más endeudado de Asia.

En las afueras de la "Casa de Exhibición de los Crímenes de Agresión de la Guerra", el frenesí de una incipiente economía de consumo "está en agudo contraste con la escualidez de los mendigos, niños de la calle y bici-taxis, muchos de los cuales eran veteranos de guerra cuando ocurrió la liberación de Saigón en 1975".

Mientras tanto, otro soldado norteamericano, en la misma película de Kubrick, confesará que "somos joviales gigantes verdes, recorriendo la tierra con rifles. Esta gente, a la que partimos la madre hoy, es la mejor gente que jamás conoceremos. Cuando nos volvamos al mundo lamentaremos no tener a quien matar".