Joven maestra
Foto Betzaida Reyes / USGS

Los maestros pueden enseñar a los niños por qué hay una luz maravillosa que aparece y desaparece en el horizonte. Cómo desde la noche, el cosmos nos observa. Y descubrirles que el sueño de la verdad, compañera del amor, está en los tugurios y las chozas, donde la rauda vida desafía al hambre. Pueden abrirles las puertas de la matemática, para medir el diámetro del planeta, la distancia insuperable entre el capital y la ternura y hasta, la magnitud exacta de la miseria y el devastador peso de la deuda “eterna”. Contarles de la terca insistencia de la tierra, en dar sus frutos para todos. Advertirles como las ideas que nos brotan espontánea o conscientemente, jugando a la necesidad y el azar, pudieron inventar el teléfono, la informática, descubrir las dimensiones deslumbrantes de la mecánica cuántica, o producir la poesía, tan indispensable para no perder el sentido. Presentarles el valor de las letras para viajar por el tiempo, en el pasado y en el futuro e incitarles a la búsqueda de la humanidad perdida. Pero lo que la realidad les entrega, son las cloacas de la obsesión por el dinero.

Desde que se inventaron el “servicio de la deuda” y lo erigieron en el dios tutelar de las economías de los países semicoloniales como Ecuador, la educación está siendo asfixiada, por el olor de las cloacas. Se le estrangula erigiendo a la “escuela de negocios” en la culminación de la sabiduría. Rockefeller, entonces, puede mirar con desprecio a Sócrates y Condoleza Rice a Hegel, mientras el Pentágono bombardea los Códigos de Hamurabi. Y los expertos de Harvard vistiendo los emblemas del Fondo Monetario Internacional, van de país en país, quebrando a sus economías en nombre de la globalización, transfiriendo sus riquezas al capital financiero transnacional, es decir, a un puñado de familias, instituidas por sí y ante sí como las dueñas del mundo. Se le ahoga cerrándole su acceso a los medios de información, prensa, radio, televisión, internet, para impedirle penetrar a todas, sin distinciones ni odiosas discriminaciones. Y hasta se les recortan sus presupuestos, condenando las escuelas al deterioro, a los maestros a la miseria y a los niños al abandono formativo.

En el Ecuador neoliberal, el 60% de las maestras viven por debajo de la línea de pobreza. El sueldo básico del magisterio no llega al 15% del costo de la canasta familiar. La calidad de la educación se deteriora día a día. La nueva gente está siendo condenada hoy a no tener ningún futuro. A cambio, el Ministro de Economía, Mauricio Pozo, cuida celosamente, la disposición de los reales para cumplir puntualmente el pago de una deuda, que constituye la encarnación del mayor sistema de corrupción de la historia.

Más de 100.000 maestros están pasando la navidad en huelga, que se aproxima a los 40 días. Cientos de ellos en huelga de hambre con la solidaria colaboración de los estudiantes, y algunos, con la salud deteriorada empiezan a ir a los hospitales o a desafiar a la muerte. Cientos de miles de niños y jóvenes permanecen indefinidamente sin clases. El gobierno de Lucio permanece indolente. La fórmula del racionalismo del FMI, establece explícitamente, que la primera tarea del gobierno es pagar el servicio de la deuda, en consecuencia, el hambre de los maestros, los requerimientos de las escuelas, la formación de los niños de hoy y con ella del futuro, no tienen para la cultura de la globalización, ningún sentido ni importancia.