La colega Catherine Lanseros fue echada de Cuarto Poder, Canal 4, sólo por haber descubierto las múltiples irregularidades nepóticas en que había incurrido el hasta hoy vicepresidente Raúl Diez Canseco. Era noviembre del 2003. Un anodino, traído de Estados Unidos, negó el vínculo informe-expulsión de Lanseros. Pero lo cierto es que ella no mintió, como se ha sabido después en la prensa escrita y cuanto hurgó devino en contundente demostración de cómo hay sinverguenzas en el Perú para quienes no hay castigo ni pena.

¿Qué han hecho frente a este atropello las organizaciones privadas y supuestamente gremiales que se reputan a sí mismas como “defensoras” de la prensa libre en el Perú? ¡Absolutamente nada! La prensa la hacen los periodistas de televisión, radio y medios escritos. Pero no hay duda que por encima de esa razón imbatible prevalecen amiguismos, conchabos, compadrazgos, conveniencias y múltiples negocios. Si no se forma parte de alguna de estas estaciones, entonces la soledad y la indiferencia se convierten en compañeras del infortunio.

Los medios de comunicación gozan de un descrédito por encima del 85%. En buen romance: la gente, el pueblo, no confía, no cree, aborrece y odia en voz alta lo que se le quiere embutir como primicia. Y a veces se disimulan los abusos con castillos de palabras absurdas. Un ejemplo fue protagonizado por Lanseros: investigó y valientemente expuso sus razones. Estas incomodaban a los del Canal 4 y simplemente la botaron. Correo publicó su trabajo y Raúl Diez Canseco tuvo que ser expectorado con verguenza e ignominia del ministerio de Comercio y Turismo.

Hay ciertos señorones que se han fabricado consejos de la prensa que en realidad sólo engordan a sus obesas funcionarias y mediocres integrantes. Lo que menos importa son los atropellos de que son víctimas los hombres y mujeres de prensa. Basta que haya dinero para la publicidad y para que puedan organizar sus seminarios, cocteles, charlas y demás adefesios que sirven para encubrir su millonaria forma de ganar dinero en nombre de una libertad de prensa que no defienden.

No hay solidaridad de ninguna especie y mucho menos decencia. Vivimos en el reino de la fanfarria muy bien pagada que sufraga a una revista cuyos dueños tienen casas lujosas, varios autos y múltiples pasaportes. ¿Con qué dinero? ¿Hay alguna publicidad en el Perú tan fuerte como para solventar este derroche?

Ayer fue con Lanseros. Mañana podría ser con cualquier otro. Resulta obvio que la nula respuesta frente a un clamoroso hecho impune se convierte en un pretexto para que las empresas hagan lo que les venga en gana. ¡Libertad de prensa: cuántos crímenes se cometen en tu nombre!

El silencio proditor sólo ayuda a la destrucción mayor del país. Y la hipocresía es parte de la desgracia institucional del Perú.

Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz.