En algún tiempo más tendremos elecciones. ¿Por causa de qué tendría que votar por los mismos monigotes de siempre?¿O somos masoquistas que nos gusta y encanta autoflagelarnos con los hombres y mujeres mediocres que han hecho de este país un mamarracho político y un escenario de escándalos y robos al por mayor? ¡Yo voto por Ninguno!
Desde hace más de 35 años rondan y merodean en los diarios, medios, en la televisión, en el Congreso, los mismos actores. Con discursos maquillados, cantinelas disimuladas de sus antiguas querencias, envejecidas y anticuadas, pero siempre con la impostura del gesto estudiado y la voz engolada, los que ayer hicieron del país un ajedrez de caníbales, hoy quieren seguir gozando de los sueldos seguros que paga el Parlamento y refocilarse en la frivolidad que da el pase efímero por cualquier puesto de gobierno.
Un Acuerdo Nacional que es un disparate penoso y que tiene a un caradura como secretario técnico y a paniaguados que sólo atinan a pasar por caja cada vez que pueden, una administración gubernamental que destaca entre otras por la cantidad de inmoralidades nepóticas y fraudes de toda naturaleza, partidos políticos que apenas son agencias colocadoras de empleos y pandillas de ONGs dispuestas a pescar cualquier resquicio que les permita justificar los dineros foráneos, son la característica más increíble del Perú de nuestros días.
¡Cuánta razón tenía aquel prócer civil, Manuel González Prada, cuando dijo que el Perú era un organismo enfermo porque donde se aplica el dedo, brota la pus!
Dicen que la opción ¡Ninguno! es de corte anarquista. ¿Y qué? ¿Acaso no es una anarquía de bellacos que dicen cualquier cosa lo que hoy vemos en la administración pública? ¿O donde empresas poderosas que merced a contratos tributarios no pagan lo que deben al Estado y evaden impuestos, es algo normal? Hemos logrado el dudoso mérito de ennoblecer al caco y de envilecer cualquier buena propuesta porque se interponen los apetitos de grupetes que han hecho dinastías en la burocracia.
¡Ninguno! personifica una libre opción para gente que quiere sacudirse del yugo de los partidos o movimientos tradicionales. De taifas que han hecho de la política vil negociado culpable porque sólo prevalecen intereses de capilla y nada en cuanto al país y a su gente se refiere. ¡Ninguno! es el camino protestante que ya ocurrió en otros países que demandaron: ¡Que se vayan todos!
¡Yo voto por Ninguno!
Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz.
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