¡Ese animal no existe! dijo un español que veía por vez primera a una jirafa. Así parecen decir los asalariados oficialistas, parlamentarios, consejeros, funcionarios de todo nivel que integran la alianza PP-FIM: ¡no hay crisis! ¡Almeyda es un caso aislado! ¡hay un complot del Apra! ¡estamos más fuertes que nunca! Enceguecida porque no quiere o no puede ver, presa en su soledad, la administración Toledo no entiende que su nave tocó fondo y de manera estrepitosa.

Lo mismo le pasó al gobierno de De la Rúa en Argentina. En la calle los bombos retumbaban, las ollas clamaban su protesta popular y los políticos en Casa Rosada y en el Congreso, hablaban de pactos, declaraciones, treguas. El autismo ya no es patrimonio patológico de algunas personas desafortunadas, se ha convertido en una epidemia que ataca a pandillas de políticos deshonestos y profundamente mediocres.

El gobierno del presidente Toledo, simple administrador del poder que detentan otros, los de siempre, ha colapsado porque la lucha intestina de grupos así lo propició. Es como un auto que tiene cuatro ruedas desalineadas ¡todas tiran para su lado! Lo que hoy vemos es una radiografía del desmanejo, el triunfo de la imbecilidad, la incompetencia elevada a niveles de mando. Pero ¿desde cuándo los incapaces pueden producir otra cosa que barbaridades?

No hay excusa para disimular las trabazones con los Almeydas, que los hay muchos. Fernando Olivera debería renunciar a la embajada y el FIM dejar de imponer sus caprichos y cálculos marrulleros en el Poder Judicial. Y un mínimo de pudor y verguenza tiene que imponerse si lo que se quiere es abrir las puertas de alguna salida honorable y civilizada.

Recordemos con Piérola: ¡cuando se cierran las puertas de la legalidad, se abren las de la violencia!

El tema no son los hombres, sino ¿qué queremos? ¿para cuánto tiempo? ¿con qué afán? ¿y con quiénes? Queremos un país decente, con pobreza a la que superar merced a un combate popular y democrático. Demandamos que un plan de gobierno lo sea por 30 años con determinación para generar empleo. Creemos que todos pueden participar en un proyecto nacional pero con visión de país y no con apego a concepciones egoístas, de grupúsculo o sectarismos. Si hay un fanatismo en el Perú éste tiene que ser el sagrado amor a nuestra juventud y reivindicación de la historia. ¡Hartos ya estamos de tanto badulaque y hampón en la cosa pública!

Algunos aventuran la tesis de una asamblea constituyente como transición de este desastroso gobierno. Otros creen en el adelanto de elecciones. Cualquiera que fuese el camino, hay que plantear ¡desde ya! que a ningún funcionario oficial debe permitírsele salir o huir del país; hay que revisar todos los contratos de concesión realizados a partir del 2001 y hay que hacer un juicio de residencia a los que han integrado las múltiples taifas aprovechadoras de un régimen que malogró una esperanza popular.

Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz.